La increíble transformación de la sanantonina que cambió la comida chatarra por la vida sana
Paullette Abarca, de 26 años, reconoce que nunca le importó su peso ni tampoco las bromas en el colegio, a pesar de lo cruel que podían llegar a ser.
Tampoco le importaba su salud ni las enfermedades que podía acarrear su sobrepeso.
"Mis compañeras de colegio me defendían de quienes me molestaban por el peso, pero la verdad es que nunca las pesqué mucho porque era algo que no me importaba. Mi salud tampoco me importaba mucho", reconoce la técnico en enfermería del Sapu de Barrancas.
Claudia, su mamá, la llevó a varios nutricionistas para que pudieran ayudarla, pero las dietas sólo alcanzaban a durar un mes.
"Qué no hice para bajar de peso. Hice todas las dietas que me daban los nutricionistas, pero la verdad es que no tenía fuerza de voluntad para privarme de comer pan, pasteles y todo lo que me gustaba, así que un día decidí no hacer más dietas ni nada parecido", recuerda.
Eso hasta que en el verano del 2014 se contagió con peste cristal y debió ir al doctor.
"La verdad es que nunca me había pesado, pero siempre creí que estaba en los 100 kilos y eso no me molestaba mucho", reconoce.
Su sorpresa fue mayúscula cuando la balanza marcó los 110 kilos. "Quedé en shock. No podía creer que ese fuera mi peso. ¿Cómo pude llegar a pesar 110 kilos? Esa era la frase que se repetía una y otra vez en mi cabeza", confiesa.
En esa oportunidad Paullette fue sometida a varios exámenes que indicaron que, a pesar de su sobrepeso, su salud estaba bien.
"No tenía diabetes ni hipertensión. Mis exámenes salieron todos bien. Sólo tenía que bajar de peso porque mi estado de salud podía cambiar en cualquier momento debido a mi mala alimentación y al sedentarismo en el que vivía", aclara.
Desde ese día Paullette entendió que debía tomar las riendas de su vida y el bajar de peso era una decisión que sólo estaba en sus manos. Fue así como su mamá, sin mucha fe, la llevó por enésima vez a una nutricionista, aunque esta vez el resultado fue sorprendente.
"Mis hábitos alimenticios cambiaron en un ciento por ciento. Nunca más comí azúcar y dejé las bebidas. Ahora me tomo tres litros de agua diarios", cuenta con satisfacción
"También bajé mis niveles de sal y empecé a regular las porciones de lo que comía, tal como me lo indicó la nutricionista a quien por primera vez en mi vida le hice caso", recuerda entre risas.
-El pan, responde sin pensarlo mucho.
"Cuando fui a la nutricionista le dije, que por favor, no me quitara el pan porque me encanta, así que me permitió comer, pero sólo uno diario. Una mitad de marraqueta en la mañana con el desayuno y otra en la tarde, pero sin embutidos ni nada parecido. Como pasaba todo el día sola porque, en mi casa todos trabajan, para mí era más fácil comerme un pan que hacerme almuerzo. En un día me podía comer seis panes sin ningún problema", explica.
"La verdad es que la dieta que estoy haciendo no es estricta porque puedo comer de todo, pero en porciones. Por ejemplo, ya no me puedo comer un racimo de uvas entero como antes, pero si puedo comer doce uvas. Con esta dieta también ordené mis horarios de comida, por eso no paso con hambre", afirma.
Los cambios se empezar a notar rápidamente. "Antes me demoraba casi 20 minutos caminando desde mi casa, en calle Pudeto, hasta mi trabajo. Tenía que hacer varias pausas porque me faltaba el aire, pero ahora hago ese mismo recorrido en seis minutos y llego como tuna", agrega.
Paullette entraba al consultorio en el turno de la tarde, por eso para ella las mañanas no existían. Su día comenzaba pasado el mediodía, cuando se levantaba para hacerse desayuno y llevárselo a la cama. Después seguía comiendo hasta que llegaba la hora de irse a su trabajo. Esa era su rutina diaria.
Ya en las noches se acostaba con su mamá a ver tele y en ese rato comían papas fritas, doritos y todo lo que se les antojara.
"A veces pienso que estaba muy depresiva y eso empeoraba aún más mi sobrepeso porque pasaba gran parte del día sola. Mi mamá tenía que trabajar para sacarme adelante porque a mi papá nunca lo conocí, entonces yo hacía lo que quería. Cuando estaba en el colegio tampoco estudiaba... creo que finalmente todo me jugó en contra y llegué a pesar 110 kilos o incluso más", reconoce.
actividad física
La regulación de su alimentación no fue el único cambio al que debió someterse, ya que la dieta debía ir acompañada de mucha actividad física. Fue así como llegó a practicar zumba y aerobox, ejercicios que fueron acompañados con largos recorridos en bicicleta.
"Siempre me gustó bailar. Por eso pensé que la zumba sería una buena opción para comenzar, pero al final me fui encantando y actualmente practico casi todos los días, al igual que aerobox. Estos ejercicios junto a la dieta me ayudaron, porque en un año he logrado bajar 47 kilos", reconoce con un aire de triunfo.
"La zumba ha sido muy importante en todo esto porque mis instructores son muy motivantes y me han ayudado mucho en todo este proceso que no ha sido para nada fácil", agrega.
Actualmente la joven pesa 63 kilos, pero debido a su 1,50 de estatura su peso ideal debería llegar a los 55 kilos. Paullette no tiene prisa, ya que sabe que la paciencia es fundamental en su lucha por vencer a la obesidad.
Si hasta la talla de ropa le cambió a esta joven. Antes debía comprarse pantalones 56 y ahora un 42 le queda perfecto.
"Ahora uso poleras talla S", cuenta entre risas. "Pero antes me tenía que comprar talla XXL. Eran verdaderas carpas de circo. Todos me decían que me veía mucho mayor y, claro, si tenía más de 50 kilos de más", añade.
-La gente tiene que tener claro que querer es poder. Si uno, de verdad, se propone bajar de peso lo puede conseguir y no tiene para qué morirse de hambre. Mucha gente me ha preguntado cómo lo hago, porque se sorprenden verme tan delgada, pero siempre les digo que hay que creerse el cuento y cerrar la boca, aunque suene duro escucharlo.
Paullette reconoce que este cambio también le ha traído algunas consecuencias negativas, principalmente en su estado de ánimo. "Antes era mal genio, pero ahora ando peor. Muchos me dicen que eso pasa porque ando con hambre, pero eso no pasa con esta dieta porque debo comer cada dos horas".
"Pero lo que más me incomoda es que a pesar de todo el ejercicio que hago, no he podido apretar la piel como quisiera. Por eso debo andar con faja porque no me gusta mucho como luce. Creo que la única solución debe ser una cirugía plástica. Estoy juntando plata para hacerlo lo antes posible, pero a pesar de esto estoy muy orgullosa de lo que he conseguido, sobre todo porque mucha gente ha visto en mí un verdadero ejemplo. Además yo les digo si yo pude, por qué no el resto. Sólo hay que querer hacerlo y punto", aconseja. J
"Quedé en shock.
No podía creer
que ese fuera mi
peso. ¿Cómo
pude llegar a
pesar 110 kilos?
Esa era la frase
que se repetía
una y otra vez en
mi cabeza".