La anestesista que volvió a caminar gracias a una exitosa operación a la columna
Sonia Cabezas Olavarrieta (52) llegó a realizar un reemplazo al Servicio de Maternidad del hospital Claudio Vicuña, hace 27 años.
Dice que siempre le llamó la atención todo lo que gira en torno a la maternidad por eso los cuatro años que estuvo en este servicio fueron de mucho aprendizaje y dedicación.
"Yo estaba feliz en Maternidad porque aprendí mucho, pero un día mi jefa me dijo que se había abierto un cupo en Pabellón y que debía postular. Para mí fue un balde de agua fría porque yo no quería irme de Maternidad por nada del mundo", recuerda.
"La verdad es que yo no iba a postular porque no me interesaba, pero mi jefa me "mandó", así que calladita fui a la entrevista y para mi tristeza quedé seleccionada para el cargo, que en primera instancia rechacé, pero al final no me quedó más opción que aceptar porque al final yo estaba haciendo un reemplazo nomás, entonces no podía desaprovechar esta oportunidad", cuenta.
No fue fácil el ingreso de Sonia a Pabellón, principalmente porque su jefa en ese entonces no le tenía "mucha buena", pero gracias a su compromiso y la insistencia de Margarita y Susana, sus amigas del alma, decidió seguir adelante con su aprendizaje.
"Me acuerdo que todas las semanas mi jefa me llamaba la atención por cualquier cosa, pero no me importaba mucho porque ya le estaba agarrando el gustito a mi nueva labor", sostiene Sonia, quien añade "hasta que un día me dijo que me había conseguido el cambio que tanto quería para devolverme a Maternidad, pero como no iba a darle en el gusto, le respondí que me iba a quedar en Pabellón. Quería demostrarle que era capaz porque en más de alguna ocasión me dijo que 'yo era poco inteligente'".
Con el pasar de los años, Sonia fue aprendiendo de su equipo y de la experiencia de varios de sus colegas. Además tenía muy claro que el trabajo que ellos desempeñan en Pabellón es de suma importancia porque un error, por mínimo que sea, puede costarle la vida a un paciente.
"Muchos piensan que al trabajar en el hospital, y en especial en Pabellón estamos acostumbrados a ver dolor y sufrimiento, pero eso no es así. Lo que pasa es que nosotros aprendemos a canalizar nuestras emociones porque no podemos ponernos a llorar si sabemos que esa persona depende de nuestra frialdad, de nuestra precisión, del trabajo en equipo y del tiempo", recalca.
"A veces me ha tocado atender a niños o abuelos que vienen de accidentes automovilísticos y claro que uno queda afectada porque detrás de ese dolor hay una familia. La mayoría de las veces uno se va con la pena a la casa y pasan varios días en que no te logras sacar esa imagen de la cabeza", agrega.
Gracias a su buen desempeño y compromiso con su labor, Sonia obtuvo una beca que le permitió convertirse en Técnico en Anestesia tras diez meses de intenso aprendizaje en el Hospital Naval de Viña del Mar.
lumbago
Los días transcurrían de forma normal en la vida de Sonia hasta que unos fuertes dolores en su espalda comenzaron a atormentarla.
"Antiguamente en Pabellón éramos solo dos personas las que debíamos mover las camillas, cambiar a los pacientes y eso obviamente le fue trayendo consecuencias a mi columna. Hasta que los dolores se fueron haciendo insoportables. Sufría un lumbago tras otro", cuenta.
Tras ser sometida a varios exámenes se determinó que Sonia tenía una hernia del núcleo pulposo y artrosis en la columna.
"Durante harto tiempo estuve a pura morfina porque los dolores no me dejaban vivir", cuenta.
La funcionaria fue sometida a tres intervenciones en el hospital Carlos van Buren, en Valparaíso, con resultados muy poco alentadores.
"De la primera operación salí más o menos. De la segunda no salí muy bien y de la tercera salí peor de lo que estaba", recuerda.
Debido a esto Sonia quedó prácticamente postrada durante tres años, periodo en que su vida se detuvo y que no le quedó más opción que depender de otras personas.
"De ser una mujer súper activa, que jamás dependió de nadie, pasé a estar todo el día acostada con pañales porque ni siquiera al baño podía ir", explica.
"Yo creo que no entré en depresión porque siempre trato de ver una luz en la oscuridad. A pesar de que estaba dentro de un cuerpo que no me obedecía nunca perdí la esperanza de recuperarme", recalca.
Como su estado de salud iba empeorando, sus colegas decidieron contactarse con el neurocirujano del Claudio Vicuña, Francisco Rivas, que en ese entonces trabajaba en el recinto, para que él atendiera de forma personal a la funcionaria.
"Recuerdo que me dijo que las operaciones que me habían hecho no me iban a servir de nada, entonces me mandó a la consulta del doctor Marcos Baabor, quien había sido su alumno en la facultad", señala.
"La operación a la que debía someterme tenía un costo de $58 millones porque debían colocarme una serie de prótesis y varillas, pero cómo iba a juntar ese dinero", relata la funcionaria, quien agregó que "el doctor Baabor, que se portó un siete conmigo, me consiguió las prótesis más baratas y me dijo que la operación me saldría 7 millones de pesos, los cuales logré reunir gracias al espectacular bingo que realizaron mis compañeros del hospital. Por eso siempre digo que lo soy se lo debo a este hospital", dice con orgullo.
Por primera vez en el Claudio Vicuña se realizó esta operación a la columna, que resultó todo un éxito y marcó un hito dentro del recinto de calle Luis Reuss.
A los pocos días, Sonia estaba caminando y con toda la fe puesta en su recuperación, la que según ella, se debió gracias al doctor Francisco Rivas y a todos sus colegas del hospital, que siempre estuvieron presente en los momentos difíciles.
Hace un tiempo, Sonia postuló a un proyecto junto a su amigo, el dirigente Manuel Manzo. La idea era conseguir los recursos para comprar toda la implementación necesaria para operar dentro del hospital a pacientes que sufran de hernia del núcleo pulposo.
"Nos ganamos el proyecto y gracias a esos 20 millones de pesos logramos implementar el pabellón y por lo que sé en marzo se retomarían las operaciones, situación que me tiene muy contenta porque en San Antonio son muchas las personas que viven con esta enfermedad y que deben esperar meses para ser operadas en Valparaíso", asegura.
Pero eso no es todo porque Sonia se convirtió en dirigenta de la Asociación de Funcionarios Técnicos en Enfermería (Afuntens), desafío que la tiene muy contenta.
"Los funcionarios del hospital hicieron tanto por mí cuando estuve enferma que, por eso decidí postularme a dirigenta. De alguna manera tengo que retribuir todo lo que ayudaron, por eso estoy dispuesta a hacer lo que pueda por mis colegas", recalca.
Pero para ella lo más importante es inculcarles a las nuevas generaciones el amor y la vocación por lo que hacen.
"Cuando la gente llega al hospital, lo único que quiere es recibir la atención que se merece de parte de nosotros; jamás debemos olvidar que somos funcionarios de servicio público. Eso es lo queremos inculcarles a las nuevas generaciones, que muchas veces piensan que vienen a ganar plata y nada más", recalca. J
