De "Casa Copeva" a bodega: la larga historia del departamento de Ángela
Ángela Blanca Varas sale de su hogar ubicado en la población Bruselas 1 vistiendo un abrigo negro de piel que le llega hasta los tobillos. Bajo esa armadura de elegancia, lleva puesta la misma ropa con la que estuvo aguantando durante varios días el temporal que aquel año 1997 hiciera tristemente famosas a las "Casas Copeva", proyecto que también había sido entregado a familias sanantoninas en el sector de Bellavista el año 1993.
Junto a sus tres pequeños hijos (Mario, Susana y Emilio) le había tocado vivir en carne propia lo que era tener el agua hasta más arriba de los tobillos; la humedad impregnada en las paredes; las camas tan frías que era mejor no dormir. Situaciones que simplemente habían reventado su dolido corazón. No podía más, y sabía que si no salía de esos metros cuadrados que lloraban agua la situación quedaría igual.
Se consiguió un abrigo negro. "El más "emperifollado" que teníamos entre las vecinas acá de la población Bruselas 1", recuerda Ángela. Y partió convencida de quebrar el destino hacia el gimnasio Montemar, donde estaría el ministro de Vivienda de Urbanismo, Edmundo Hermosilla, la cara más visible de uno de los primeros escándalos en democracia en los que se dejó en evidencia la desprolija fiscalización hacia los proyectos habitacionales dirigidos hacia los sectores más vulnerables de la población.
"Llegué con una pancarta y comencé a reclamar sobre la situación que nos había tocado vivir. Les gritaba que se pusieran en la situación que nos había tocado vivir con la lluvia", comenta 18 años después Ángela Blanca Varas.
Finalmente el ministro Hermosilla y la alcaldesa de ese momento de San Antonio Lucía Menares fueron a ver en terreno como el barro tenía tomado por completo las poblaciones Bruselas 1 y 2. La jugada maestra de la luchadora Ángela Blanca había causado un poco de consciencia en las autoridades.
"La alcaldesa estaba con botines, abrigo, bien arreglada, y la hicimos cruzar igual por la tierra y meter los pies al barro. Queríamos que supiera lo que era vivir de esa manera", rememora.
un lugar perdido
Pero fue ese mismo espacio físico por el que dio la batalla frente a las más altas autoridades a nivel nacional el que tiene en estos momentos a Ángela Blanca Varas (57 años de edad) con aquella misma extraña y dolorosa sensación que sintió aquel invierno infernal de 1997.
El año 2000 viajó hacia Taltal, provincia de Antofagasta, para comenzar una vida en el norte grande junto a su hijo mayor Mario Díaz, quien padece un retraso mental.
El departamento que estaba a su nombre debía quedar a cargo de alguien. "Le dije a mi vecino que conocía desde hace unos años que viera que no entrara nadie, pensando que no habría problemas. Sin embargo comenzó lo peor, un disgusto que lleva más de 15 años", reconoce.
Resulta que su vecino al ver que ella no aparecía, entró forzando la puerta y le cambió la chapa. Luego tomó todos los muebles que habían en el lugar y los fue a vender a la feria libre.
"Cada tres años yo venía a San Antonio, y luego de las discusiones volvía a cambiar la chapa, pero a los meses pasaba lo mismo", reclama.
Para peor, el destino le volvió a realizar una dura jugada: tras constantes dolores y malestares, le diagnosticaron cáncer a la garganta, a los pulmones y al estómago. Más mal imposible. "Mi hermana y otras tías y primas también sufrieron cáncer, por lo que era algo hereditario. En estos momentos ya está ramificado, se me está cayendo poco a poco el pelo. Es algo difícil de llevar", asegura con voz firme.
un lugar recuperado
Consciente de este complicado e incierto presente, comenzó a pensar en el futuro de sus hijos. Ella desea que el departamento de la población Bruselas 1 sea para Emilio, su hijo menor. Con esta idea en la cabeza llegó ayer justamente con su hijo Emilio para entrar a como diera lugar. Y así nomás fue.
Tras quebrar un vidrio, abrieron la puerta y la imagen con la que se encontraron fue cruda y fuerte: así como en 1997 no había rincón sin agua, este 2015 no había rincón en el que no existieran todo tipo de "cachureos": centrifugas inutilizables, cocinas en mal estado, cientos de zapatos tirados, ropa, cajas y más cajas. Era un departamento convertido en bodega.
Sin tiempo para lamentos, Ángela comenzó junto a su hijo Emilio a despejar el inmueble. En esa labor estaban cuando llegó el vecino que tantos dolores de cabeza les había propinado. Alertado por la presencia de vecinas, además de Carabineros que se hizo presente en el lugar, aseguró que sacaría todos aquellos "cachureos" lo antes posible.
Aquella respuesta le devolvió un poco la alegría a Ángela Blanca Varas. El departamento que le fue entregado el 93, que estuvo inundado el 97, el que dejó de ver por 15 años, el mismo que un vecino había convertido en una espantosa bodega de desechos, pronto volverá a ser de su propiedad. "La lucha ha seguido valiendo la pena", reflexiona una luchadora de verdad. J