A cinco años del megaterremoto de 27-F vecinos cuentan cómo fue perderlo todo
A las 3.34 de la madrugada de 2010, la tierra en Chile comenzó a sacudirse como nunca antes lo había hecho. Mientras aquello ocurría, el mar se recogía para luego explotar en una furia que dejó a cinco personas fallecidas en las desaparecidas cabañas de los Ojos de Mar de Llolleo.
Y uno de los sectores más azotados por este sismo fue la Villa del Mar, que experimentó un daño estructural que dejó inutilizables aquellos departamentos. Las familias debieron abandonar sus hogares para instalarse en la calle, mientras que los que tuvieron mayor suerte llegaron hasta la casa de algún familiar a vivir.
Una de las familias que estuvo viviendo por un largo tiempo en la calle fue la compuesta por Samuel Catalán y su pareja Sara Gómez.
Ambos vivían junto a sus dos hijas Talía y Tania, de 18 años, cuando se desató el desastre natural más trágico del último tiempo en Chile.
"Cuando empezó a temblar, le dije a mi mujer que saliéramos con las niñas, pero cuando íbamos a escapar, no fuimos capaces de abrir la puerta. Estábamos encerrados y desesperados, porque estábamos en el primer piso y sentíamos como se caían la cosas de los vecinos", rememora Samuel en el living de su reconstruido departamento.
Los gritos y llantos fueron el común denominador en aquellos 4 minutos que duró el terremoto. Los 8.8 grados Richter que alcanzó este movimiento telúrico hacía presagiar lo peor en aquella eterna madrugada que se vivió en penumbras.
"Sentíamos que todo se caía, incluso, una vecina, producto de la desesperación, se lanzó del segundo piso. Como estábamos en el primer nivel no podíamos escapar, porque las ventanas estaban con protección", añade Catalán, mientras que su pareja agrega que había perdido las esperanzas de salir con vida de aquel inmueble.
"Llegó un momento en que agarré a mis dos hijas y me entregué a Dios. Estaba segura que no íbamos a salir con vida, porque sentíamos como todo crujía y las paredes se rompían", dice como si estuviese viviendo nuevamente aquel día.
LARGA ESPERA
Cuando amaneció, los vecinos de Villa del Mar comprendieron la gran magnitud de aquel sismo. Sus departamentos, que con tanto esfuerzo habían conseguido, estaban inhabitable: el sueño de la casa propia se había convertido en una pesadilla.
"Fue terrible ver nuestros hogares todos destruidos. La desesperación era muy grande, porque uno había luchado mucho para conseguir esto. Nos sentimos estafados", dice Samuel antes que golpeen la puerta de su departamento.
A su hogar acaba de llegar Marta Álvarez y Susana Maulén, dos vecinas que también fueron víctima del terremoto.
"Estuvimos esperando casi dos años y medio para que nos entregaran nuestros departamentos arreglados. Fue terrible lo que vivimos en todo ese tiempo", manifiesta Álvarez para agregar que "yo jamás había vivido en una mediagua. Fue indigno, porque el frío es terrible, uno se siente en la miseria, ahora comprendo a todas esas personas que viven en esas precarias casas".
Susana nos cuenta que incluso los vecinos de los hogares aledaños a estos departamentos, los discriminaron y pedían que se fueran del sector.
"Lo pasamos mal, no sólo por las condiciones en qué vivíamos, sino que también porque la gente que vive al lado de nuestros departamentos quería que nos fuéramos. Nos sentimos discriminados por ellos, porque nos hicieron la desconocida, como se dice", explica la mujer.
A LA VENTA
Samuel Catalán fue uno de los dirigentes que, como él dice, "cateteo" a todos las autoridades para que les entregaran una pronta solución a todos los habitantes que lo perdieron todo.
"A mí me dio neumonía cuando estábamos viviendo en la mediagua, pero todos los días nos levantábamos a las 7 de la mañana con otros vecinos para ir a la Intendencia a buscar soluciones y ayuda. Fueron días muy complicados, porque además teníamos que hacer turnos en las noches para que no nos robaran nuestras cosas", agrega el hombre, quien en más de alguna vez tuvo que luchar para que no le robaran lo que tanto le había costado conseguir.
Hoy miran con pena todo lo que les tocó vivir. Fueron dos años y medio de sufrimiento y espera. Una eternidad para ellos, pero hoy sus hogares lucen impecables y en parte es mérito de ellos, pero hay algo que no los deja vivir tranquilos.
"El 60 por ciento de las personas que habita la villa son nuevas, porque los propietarios decidieron vender. Nosotros estamos vendiendo la casa y si no la vendemos la arrendamos, porque el miedo que tenemos es terrible. Cuando tiembla arrancamos de inmediato. No nos sentimos seguros y esperamos irnos de este lugar", culmina Sara Gómez a dos días que se cumplan 5 años de aquel fatídico 27 de febrero de 2010. J
"Cuando tiembla
arrancamos de
inmediato. No
nos sentimos
seguros y
esperamos irnos
de este lugar"
Sara Gómez,
