Romina Montoya (27) reunió con harto esfuerzo el dinero que les permitía postular a una vivienda en el complejo habitacional Mirador I y II, ubicado a los pies del cementerio Parroquial de San Antonio.
Dice que estuvieron dos años esperando que el proyecto se concretara, pero debido a la demora, decidieron postular a las viviendas de Mirador Alto Bellavista. Hasta ahora ninguna de las dos iniciativas ha sido terminada, lo que ha causado mucha frustración en las familias beneficiadas, que llevan varios años esperando por un lugar digno donde vivir.
"Nosotros llevamos cuatro años esperando nuestra casa y la verdad es que ya no sabemos a quién creerle porque nos han mentido tanto...", reconoce la joven madre con sus ojos llenos de lágrimas.
Romina vive de allegada junto a su marido y sus tres hijas, Rayén (8), Ivania (5) y Aynara (dos meses), en una diminuta pieza de tres por tres enclavada en cerro Alegre, donde tiene una cama de dos plazas, un camarote, un refrigerador, una cocina y algunos muebles.
"Hace diez años que vivimos en estas condiciones. Por eso cuando apareció esta oportunidad de tener nuestra casa, reunimos el dinero. Queríamos que nuestras hijas tuvieran un lugar bonito donde vivir, pero ahora ni siquiera sabemos cuándo nos van a entregar las casas porque como han estado tanto tiempo abandonadas, se han robado algunas cosas, otras se han ido deteriorando y al parecer algunas casas tendrán que mejorarlas porque quedaron mal hechas", cuenta la joven.
Con el pasar de los días, la pena y la tristeza se han ido apoderando de esta joven familia, que ve cada vez más lejana la posibilidad de tener un lugar donde vivir con sus tres hijitas, que lo único que quieren es tener su propia habitación.
"Ellas me dicen que quieren tener su pieza porque acá duermen las dos juntitas en una cama, ya que la parte de arriba del camarote está ocupada porque en esta pieza no tengo más espacio. Tampoco podemos tener nuestras cosas porque no hay donde ponerlas", cuenta.
"Nosotros pensamos que cuando naciera Aynara ya estaríamos en la casa, pero ella ya tiene dos meses y seguimos acá. También nos dijeron que podríamos arrendar una casa mientras esperábamos, pero eso tampoco pasó", agrega la joven.
En sus ratos libres a Romina le gustaba visitar su casa y fantasear con cómo sería su futuro ahí junto a su familia, pero después de un tiempo decidió no ir más.
"Da mucha pena ver nuestras casas deteriorándose mientras nosotros vivimos hacinados en una pieza chica, pero lo que más rabia me da es que hayan jugado con nosotros durante todo este tiempo", recalca. J