Tras perder a su hijo la vida le sonríe a limpiadora de autos
La vida de Ester Mella Figueroa parece tener una pequeña luz de esperanza luego de aquel fatídico 12 de septiembre de 2012.
Fue hace casi dos años y medio, que en el lecho de su casa, su hijo Miguel Ángel Jaque se fue para siempre de este mundo. Enfermo, cansado, pero con la ilusión de que el destino no le arrebatara la vida, Miguel dejó a su madre con una pena incurable que hasta el día de hoy no calma su corazón.
"A veces en las noches me siento en el lugar donde tengo sus fotos y prendo un cigarro. Miro cada una de sus cosas y no puedo creer que se haya ido. Le hablo, le digo que lo amo, que todos los días espero que toque la puerta y me diga: 'mamá, volví, aquí estoy, porque nunca morí'", dice emocionada en su humilde hogar, ubicado en Blanco Encalada, a donde llegó hace cinco años para vivir en esta comuna junto a su marido, Juan Jaque.
Miguel Ángel era portador del VIH y las bajas defensas y otras enfermedades le robaron el último aliento. Pero ello no impidió que en el mundo del transformismo dejara los mejores recuerdos, como lo expresa su madre.
"Era conocido como 'Katiuska, la reina' y tenía muy buenas presentaciones cuando las hacía en los circos. Además era peluquero y hacía unos maravillosos trajes. Pero la maldita droga (pasta base) lo llevó a la muerte. Nunca fue capaz de dejarla y si a ello se le suma el VIH, no tenía por dónde", explica la mujer, quien se gana la vida limpiando autos en el centro de San Antonio.
ADOPCIÓN
Ester es de alma bondadosa y de emociones a flor de piel. La indiferencia no tiene espacio en su corazón, el cual está colmado de caridad y nobles sentimos para el prójimo.
Desde que vivía en San Bernardo, Región Metropolitana, siempre se preocupó por los más desvalidos. Allá cuidó a abuelitos con cáncer y a niños que no tenían cómo alimentarse.
En este contexto, pero en San Antonio, fue como conoció al pequeño Joselito, como ella prefiere llamarlo para ocultar su verdadera identidad.
Ester lo amadrinó y ahora espera iniciar los trámites de adopción. Pero no lo hace para llenar el vacío que dejó la partida de su hijo, sino que por el eterno amor que le tiene a los menores que no lo están pasando bien.
"Yo lo conozco hace mucho tiempo y sé que no está en un buen ambiente. Si él me pidió que lo amadrinara es por algo. Me ha contado que vive en un ambiente de drogas y esas cosas", describe la mujer a quien se le nota feliz junto al niño y él también está contento con ella.
"Yo a él le cuento lo que le sucedió a mi hijo. Si bien uno nunca puede reemplazar a un hijo, con Joselito me siento feliz. Él ha llenado de amor nuestro hogar y lo más importante es que está en un ambiente grato y eso lo tiene contento", agrega Ester.
"No importa lo que uno haga, lo que realmente interesa es que uno lo haga de manera honesta, de corazón, como el amor que le tengo a Joselito", manifiesta. J
