En las manos "quirúrgicas" de Jaime Salas estuvo el televisor de Augusto Pinochet
En las manos de Jaime Salas se encuentra el televisor de Augusto Pinochet. La mismísima Primera Dama, Lucía Hiriart, lo había llamado personalmente días antes para decirle que necesitaba de su experiencia en el arreglo de televisores.
Es la década de los ochenta, y en la esquina de Inmaculada Concepción con El Sauce el trabajo que realiza Jaime es reconocido incluso fuera de la comuna de San Antonio, y su reputación laboral es tan alta que la familia Pinochet-Hiriart lo ha contactado para contar de sus "quirúrgicos" servicios.
El televisor es el mismo que Pinochet sintoniza en la parcela que tiene junto a su familia en el sector de Los Boldos cuando se encuentra en dicho lugar para descansar o pasar unos días libres.
Por eso es que el trabajo tiene que ser el más detallado, y Lucía Hiriart le comunica aquello a Jaime. Ese televisor es la entretención de algunas tardes del general.
Tras el llamado por teléfono, asesores de la familia Pinochet llegan en un par de horas a golpear la puerta de su hogar en Llolleo. En las manos de Jaime ahora se encontraba el televisor del general. "Ya en ese tiempo me llegaban televisores de gente que venía a hablarme como si me conocieran de siempre, pero era solamente porque sabían de mi trabajo por recomendaciones de amigos. Ni siquiera alcanzaba a hacer la cotización y las personas se estaban yendo, diciendo que dejaban todo en mis manos. Así fue como me llegó una llamada de Lucía Hiriart", recuerda Jaime Salas, casi treinta años después de aquella vez que tuvo que arreglar los desperfectos del televisor de la parcela en Los Boldos de Augusto Pinochet.
Herencia familiar
Jaime Salas nació en San Bernardo, y comenzó a estudiar en el colegio Sagrado Corazón de dicha comuna metropolitana. Vivía en casa de uno de sus abuelos, y la costumbre era escuchar música clásica. Beethoven, Chopin, Mozart, Bach, todos los grandes maestros empezaron a entrar desde pequeño en su oído. Así fue haciéndose un fanático del sonido. Y así fue interiorizándose.
A los 10 años se vino a vivir a Llolleo. Sus abuelos paternos y maternos tenían propiedades aquí. Ingresó a estudiar en el Instituto del Puerto, y ahí terminó su educación escolar. Decidió retornar a la capital, ya que deseaba estudiar lo que le apasionaba. Se inscribió en un Instituto y allí ratificó que lo suyo era el sonido, la alta definición. "Mi abuelo siempre nos llevaba al Teatro Municipal a escuchar aquellos sonidos en alguna ópera o de alguna sinfónica. Me gustaba mucho, para mí era un placer", reconoce.
Tras haber estudiado cuatro años Electrónica, nuevamente volvería hasta el Litoral Central. Una determinación que finalmente lo amarraría en este lugar por siempre. "Como siempre venía a veranear a Llolleo, debido a que veníamos en familia a la casa de mis abuelos, se empezó a correr la voz que había vuelto y así comenzaron a contactarme. Pero nunca vi esto como un trabajo, si no que era un hobbie que comenzó de chico cuando ya desarmaba y armaba aparatos electrónicos", agrega.
Instalado desde aquella vez en la hermosa casa esquina que fue construida por su abuelo abogado Héctor Salas Ibáñez en el año 1952, luego de haber adquirido el terreno en 1948, armó en el primer piso su espacio donde ha desarrollado su "hobbie" por más de cuatro décadas.
De la mano de la TV
Sus cuarenta años de experiencia han hecho que Jaime Salas sea testigo privilegiado de la evolución de la televisión en Chile. Y también de cómo este fenómeno que comenzó para la Copa del Mundo de 1962 en el país ingresó a San Antonio con los primeros aparatos que eran importados desde Estados Unidos.
"Las familias con más ingresos fueron los que pudieron tener acceso a la televisión en un principio. Las primeras transmisiones eran de eventos específicos, y Canal 13 por ejemplo daba tres horas de programación", cuenta Jaime.
Durante la década de los setentas, en la época de la Unidad Popular, dejó un poco de lado el tema de los televisores para dedicarse a la instalación de mesas de sonidos para discotecas. Fue un gran momento para Jaime Salas.
Así lo recuerda: "Instalé en varios locales y discotecas, ya que por el tema de la importación era imposible durante la Unidad Popular traer ese tipo de sistemas, así que fueron tiempos con harto trabajo y movimiento".
una noche del 91
En el año 1991, un hecho marcó a varias generaciones de sanantoninos que hasta el día de hoy recuerdan la forma en la que siguieron la campaña histórica de Colo Colo en la Copa Libertadores de América.
Resulta que el canal Megavisión no llegaba hasta la ciudad puerto. Y la única forma que había para sintonizarlo era alejándose de San Antonio.
"El fútbol tiene esas cosas que puede producir ese tipo de fenómenos. La gente quería seguir a Colo Colo y se las ingeniaron para verlo por televisión y así llegaron nada menos que hasta el cruce de Aguas Buenas, entonces todos se fueron a ver el partido para allá", reconoce, maravillado por aquel momento en el que la televisión cruzó el umbral mágico para sintonizar aquellos partidos de los albos que entusiasmaron a todo un país.
Jaime Salas, el mismo que en sus manos tuvo el televisor de Augusto Pinochet, ahora disfruta de su tranquilo presente junto a su "hobbie". Su casa en Inmaculada Concepción mantiene en su interior la historia de la televisión en San Antonio. J
"Ya en ese
tiempo me
llegaban
televisores de
gente que venía
a hablare como si
me conocieran
de siempre. Así
fue como me
llamó Lucía
Hiriart".