Los secretos de la mujer que fabrica los sánguches preferidos de los portuarios y camioneros
Todos los días, Rita Elena Barra Barra se levanta a las 4 de la madrugada. A sus 54 años de edad esa es una costumbre que nace de su evidente pasión por el trabajo. Despertarse tan temprano no es nada del otro mundo, pues, finalmente, millones de personas decentes se ganan el sustento de esta manera.
Desde hace 15 años es la comerciantes que tiene el quiosco "El Transportista", en las cercanías de la rotonda del acceso sur al puerto de San Antonio.
Su pega es vender los más ricos sánguches para que sean degustados por choferes de camiones o por los trabajadores portuarios, hombres que de apetito saben y que siempre agradecen un buen pernil, arrollado o malaya.
Hoy, en su quiosco, Rita atiende a los clientes con la ayuda de Isabel, una mujer con la que cultivó bastante confianza. Ambas saben perfectamente qué deben ofrecer para calmar el hambre de aquellos trabajadores que llegan cansados y con el "medio diente". A esta tarea se suma, ocasionalmente, Katherine, la hija de esta abnegada comerciante. La joven está a punto de titularse de sicóloga, pero se las ingenia para colaborar en el quiosco de su madre.
arrancando
Y aunque tiene un buen pasar con las ganancias que le deja su negocio, Rita Barra debió sobreponerse a algunas penurias cuando recién era una vendedora de pan en las calles cercanas al puerto.
"Como era ambulante, tenía que andar arrancando de Carabineros, de los inspectores y de Sanidad", contó sobre sus inicios en el comercio, a fines de los años 90.
En su rutina diaria, después de levantarse, Rita va a su "fábrica" en Lo Gallardo, donde prepara los panes que luego devorarán los clientes. "La malaya la hago con mis propias manos con una carne muy rica que compro en la carnicería Central de Placilla, el arrollado es de la carnicería Miltil, de Barrancas", detalló.
Rita no nació en San Antonio, pero ya cumplió cerca de 25 años en este puerto. "Yo era de Concepción y vine junto a mi ex pareja que lo habían trasladado a trabajar acá; ahí me gustó San Antonio y me quedé aquí, me fue mejor acá en la situación económica, mejor que en la Octava Región".
mataron a su padre
En el Gran Concepción esta mujer vivió sus penas más grandes. "A mi papá lo mataron a golpes con el eje de una carretilla, y mi mamá iba pasando por un puente y le dio un mareo, cayó al río Claro y falleció ahogada. Esas son mis mayores tristezas", confesó.
En San Antonio, Rita pudo recomponerse un poco de las tragedias familiares. Sin embargo, acá también se separó de su ex pareja y siguió sola por los sinuosos caminos de la vida.
Y pese a su origen penquista, esta mujer le tiene un cariño inmenso al puerto que la cobija con amor. "Me siento orgullosa de San Antonio porque acá hay harto trabajo, que a veces hayan hombres y mujeres que sean flojos, eso es diferente, pero a una persona que sea buena para la pega le va a ir siempre bien, a mí no me fue mal", recalca ella mientras uno de los clientes la mira como asintiendo las palabras de la mujer.
humor
"La señora Rita tiene muchas tallas", dijo el chofer de un camión que es un fiel cliente del negocio de esta comerciante de la rotonda del puerto.
Ella misma admite que le gusta atender con alegría y mucho humor a los portuarios y camioneros que llegan a comprar sus "sánguches" tan apetecidos. "Me gusta tirar la talla y gracias a eso he ganado mucha clientela", afirmó. Por eso cuando ofrece los "cafés para hombres" o "un Milo para que crezca el niño", esos dichos sacan risas en los comensales, que, entre el sorbeteo de la taza con té o café, disfrutan de la amabilidad de Rita Elena.
llegó el amor
Un día cualquiera, hace algunos años, Rita Elena se dio cuenta que había un cliente que llegaba más seguido de lo común a comer a su quiosco. El hombre, un chofer de camión, se empezó "a hacer el lindo" con la señora Rita. Sin que ella alcanzara a oponerse, se estaba enamorando. Alejandro Águila llegó para ser el compañero que hasta hoy está a su lado.
"Me conquistó aquí en el mismo quiosco, porque se lo pasaba metido acá. Me gustó mucho porque era muy atento, además que él es muy encachado, es rubio de los ojos de colores", se sinceró Rita. Contrajeron matrimonio en el Registro Civil y no descartan llegar al altar de la Iglesia.
Por las noches, Rita y Alejandro comparten sus respectivas rutinas. Unidos se sienten felices y proyectan su amor más allá del presente. "Me doy el tiempo para atenderlo, aunque a veces él trabaja para afuera", ratificó. No hay escenas de celos ni desconfianza entre ambos. "Yo no soy celosa, sé lo que tengo y aunque no sé lo que hace, nos tenemos plena confianza porque él me conoció así. Estoy felizmente casada y muy enamorada porque salió muy buen marido, él es un muy buen hombre; yo nunca antes me había querido casar hasta que estuviera segura del paso que iba a dar".
Rita habla con orgullo de sus hijos Juan Alejandro, Carolina del Carmen, Katherine Elena y Francisco Javier. Todos ellos aman a su madre y le han dado muchos nietos, y, aunque están en el sur de Chile, algunos viajes espóradicos juntan a la familia.
compromiso
Rita reconoció que la relación con sus clientes no está sólo motivada por cuestiones económicas. Afirmó que siente un compromiso y un gran cariño por ellos. "Los quiero mucho, si muere un transportista voy a los velorios y los voy a dejar al cementerio; el último que se fue era el Lucho "Coyote Azul", siempre estoy dispuesta a despedir a mis clientes", dijo Rita.
fiado
Son pocos pero hay. Esos son los choferes de camión y portuarios que pueden pedir fiado en el quiosco de Rita Elena Barra. Como siempre pagan sus deudas, tienen acceso al crédito en un cuaderno en que se anotan sus pedidos."No puedo dejar a alguien sin comer y por eso si me piden un pancito y me dicen que pagarán mañana, yo se los paso".
Claudio Valdenegro, un camionero de las nuevas generaciones, alabó el espíritu servicial de Rita y su voluntad de apoyar siempre a sus clientes. "A la tía la conozco desde hace mucho tiempo, cuando tenía el quiosco en otra parte muy cerca de la rotonda. No tengo nada que decir de la tía porque es un siete, atiende muy bien y además nos da facilidades de pago a algunos clientes", explicó este hombre.
Para trabajar no hay que tener vergüenza. Eso lo tiene claro esta mujer que echó raíces en San Antonio. "Me siento orgullosa de haber sido ambulante porque con eso he podido tener todo lo que he conseguido, incluso educar a mis hijos", destacó.
El martes pasado, con motivo del paro portuario, el quiosco tuvo más clientes que un día normal de venta. Pero ella, estoica, no se cansa fácilmente y da la pelea. "Me queda para rato acá", aclaró mientras hace reír a quienes la respetan y la quieren. J