La tortura que recuerdan los ex presos políticos en huelga
Hoy cuatro ex presos políticos de San Antonio entrarán al tercer día en huelga de hambre como medida de presión para exigirle al Gobierno retomar la mesa de negociación en la que buscan homologar las pensiones de reparación a quienes se acogieron a la ley de exonerados políticos, con la de la Ley Rettig y la Ley Valech.
El lunes comenzaron con esta drástica medida cinco manifestantes; sin embargo la mañana de ayer, uno de ellos, Jorge Ulloa de 68 años, sufrió una descompensación de salud que le impidió continuar en huelga y fue trasladado hasta el hospital Claudio Vicuña para estabilizarlo.
Esta huelga de hambre no se trata de una acción fácil de realizar para adultos mayores que cargan un pasado de torturas y maltrato sobre sus cuerpos.
En el grupo también se encuentra la única mujer ex prisionera política dentro de los más de 100 huelguistas a nivel nacional.
Ella es Ema Cabezas de 61 años, quien además es una de las integrantes del movimiento que no pudo acogerse a ninguna de las medidas de reparación ofrecidas por el Gobierno, por lo que dice "no recibo ninguna pensión y estoy dispuesta a llegar hasta las últimas consecuencias para lograr que el movimiento logre sus objetivos".
El mismo predicamento mantienen sus compañeros Donato Cisternas (65), Gerónimo Bustos (56) y Luis Barrera (61), con quienes permanece en la Iglesia Santa Luisa de Marillac donde improvisaron unas colchonetas y frazadas para resistir las horas de inanición, hasta que se pronuncie el Gobierno.
Recuerdos de tortura
El hambre y el frío que sienten estos manifestantes, no deja de traer malos recuerdos a sus cabezas.
Donato Cisternas rememora que pasó 12 días sin comer ni beber agua en el Regimiento de Tejas Verdes donde además fue torturado en diciembre de 1974.
Los golpes de corriente que le aplicaban en los interrogatorios y la sed que sentía bajo una oscura capucha, nunca han podido salir de su mente.
Con angustia muestra las cicatrices que le dejó la tortura. Su abdomen tiene una pronunciada marca, su lengua mantiene hasta hoy grandes protuberancias que le provocaron los shock eléctricos. Y sus oídos que quedaron con los tímpanos perforado, aún no se acostumbran a usar un audífono.
Marcas
Esas son secuelas físicas del dolor que vivió. Sin embargo los daños sicológicos que le dejó el haber presenciado la muerte de dos de sus ex compañeros de trabajo y los vejámenes a los que fue sometido dejaron marcas más profundas en su vida.
Donato tenía 22 años de edad cuando trabajaba en la Dirección de Obras Sanitarias de Cartagena (empresa de agua potable estatal en la época). El 18 de diciembre de 1973 fue detenido por los militares por ser un presunto implicado en un contrabando de armamentos.
"Yo era militante del MAPU, pero nunca tuve relación con ninguna de las acusaciones que me hicieron. Pertenecer a un movimiento político nunca ha sido un delito. Ni siquiera era dirigente", comenta.
Con lágrimas en sus ojos y la voz quebrada narra cómo vivió cada uno de esos largos 12 días en un frigorífico que estaba ubicado en el subterráneo del casino de la Escuela de Ingenieros.
Siete cargos
"La sed que se siente después que te aplican corriente es desesperante y uno queda como loco. Más encima, siempre nos decían que nos iban a dar agua y nos tiraban unas gotas sobre la capucha, pero varias veces me pasó que cuando abrí la boca para beber me lanzaron arena con sal", recuerda con angustia.
Donato, después de los 12 días en el regimiento fue destinado a la cárcel de San Antonio donde cumplió 500 días de presidio por siete cargos entre los que figuraban intento de asalto frustrado a la Comisaría de Cartagena, intento de asalto frustrado al cuartel Regimiento de Tejas Verdes, preparación antiguerrilla, preparación paramilitar, sabotaje a la antena de radio Sargento Aldea, intento de envenenamiento al agua potable y por extremista y activista.
Esos cargos, que nunca fueron probados marcaron su certificado de antecedentes hasta hace pocos años.
"Vivimos la tortura y todo lo que nos costó reintegrarnos a la sociedad, ninguna pensión lo podrá compensar", reconoce Cisternas. J