l Aunque Pablo Pino siempre fue un fanático del fútbol y de San Antonio Unido, nunca imaginó que llegaría a trabajar al club de sus amores.
Cuando era un niño entraba al estadio antes que todos los demás, y sobre todo los Carabineros, para ver el juego sin pagar la entrada. Ahora, sigue entrando de los primeros al Olegario Enríquez, pero en una condición radicalmente distinta: es el utilero del SAU.
Ingresó en 2011, cuando Rocío Yáñez era entrenadora, y aprendió rápidamente su tarea. Los técnicos han pasado por la banca, pero él sigue firme en su pega. Llega horas antes del partido o del entrenamiento y tiene todo listo mucho antes de que lleguen los jugadores.
labor
"Si el entrenamiento es a las once de la mañana yo me voy a las ocho y les tengo sus canastos listos, donde dejamos sus implementos de entrenamientos: camiseta, su pantalón, sus calcetas. Y cuando termina el entrenamiento yo tengo que lavarlo para tenerlo listo para el otro día", cuenta.
"Para los días de partidos cada canasto tiene su propio número y lo que tengo que hacer es dejarle su camiseta de competición con el número", agrega sobre su trabajo fundamental para que el SAU jugara la final.
Pero su historia no parte como utilero del conjunto lila, antes de eso recorrió todo el país como tripulante de embarcaciones, y paralelamente al SAU, también se dedica a vender algodón de azúcar en las grandes fiestas de la ciudad.
"Siempre he sido tripulante de naves especiales acá en San Antonio, tengo mi matrícula. Recorrí todo el país en eso. Después cambié de rumbo. Lo que hago ahora en el SAU me gusta mucho", relata.
historia
La historia de Pablo Pino con San Antonio Unido no es nueva, cuando era un niño, en la población Juan Aspeé, se "calaba" al Olegario Enríquez antes que llegaran los carabineros. Eran tiempos de una efervescencia permanente y de mucho público.
"Siempre hemos sido futbolizados. Mi papá fue dirigente y mis hermanos y yo también fuimos parte del equipo", rememora.
Ahora con 52 años los tiempos de dominar el balón quedaron en el pasado. Es momento de aportar al deporte desde otras labores. "Me gusta mucho lo que hago, porque además es importante, es ayudar a los muchachos a que estén tranquilos, que tengan sus cosas y que estén concentrados en lo suyo".
En un carro de tren, en San Juan, tiene dos lavadoras y una secadora. Con el paso de los años se convirtió en un experto en remojar las prendas, en quitar las manchas y en secar la ropa.
"Tengo 30 camisetas de entrenamiento y pantalones, más la camiseta alternativa. No tenemos pocas cosas, somos un equipo chico que sabe ocuparlas bien, tenemos que arreglárnoslas, pero siempre hemos sido un equipo de esfuerzo, como San Antonio, donde todo sale con esfuerzo", aseveró Pino. J