Hernán Torres, el dirigente de la discapacidad que vendió diarios a "pata pelá" en la calle
En 58 años de vida, Héctor Hernán Torres ha acumulado tantas historias como para escribir una serie de libros o películas. Partió trabajando a los ocho años de edad repartiendo diarios en la ciudad de Valdivia. Cuando tenía doce emprendió rumbo a Santiago, donde vendió frutas en la calle e hizo aseo, entre otras tantas labores que lo acercaron al mundo social.
Ahora, en la provincia de San Antonio, donde vive hace más de un año, se ha dado a conocer por liderar la lucha de las personas con discapacidad a integrarse en el mundo del trabajo. Y también por ser el pintor de centenares de anuncios en los locales de toda la zona.
Con un bolso lleno de pinturas y pinceles ha recorrido todo el Litoral de los Poetas plasmando las letras que aprendió a hacer en la década de los setenta en la Brigada Ramona Parra, un colectivo de muralistas del Partido Comunista que lleva su nombre en honor a una militante asesinada en una protesta en 1946.
Para muchos, lo más llamativo es que logra dibujar cada palabra con una precisión increíble, a pesar de la discapacidad que lo obliga a desplazarse con muletas.
Un desgaste en los cartílagos de las rodillas le impidió seguir caminando con normalidad, mal que, según él, surgió luego del agresivo cáncer al que sobrevivió en el año 2000.
Descalzo en la calle
La historia de Héctor partió en Valdivia en 1957. Se crió desde los seis meses junto a su abuela en la localidad de Corral, en la Región de Los Ríos. Y a los ochos años salió a la calle a buscar su primer empleo. La misión era tener plata para comprar los útiles de la escuela.
Por medio de un amigo llegó hasta el diario "El Correo de Valdivia", donde obtuvo la pega de repartidor. Sin zapatos y abrigado solo con un poncho, salió a las frías calles valdivianas para entregar el informativo local.
Era la época en que el calzado escaseaba para los más pobres del país. "Yo tuve mi primer zapato a los doce años y me hizo llorar, porque como no había usado nunca, me hizo sangrar los pies", recuerda.
llegada a santiago
A pesar de ser un niño, ya estaba interesado en la poesía y en hacer algo útil por su vida. Pensó que tenía que emprender rumbo a la capital.
Tenía todo listo para viajar junto a la caravana del circo "Las Águilas Humanas", cuando sus familiares lo pillaron. Igual lo dejaron salir de la ciudad, pero en tren.
Cuando llegó a Santiago no tenía dónde vivir. Encontró trabajo vendiendo frutas en las cercanías de la Estación Mapocho y no le quedó más opción que dormir debajo del carro abrigado con los mismos plásticos con que cubría la mercadería.
La gran ciudad cambió por completo su forma de ver el mundo. Empezó a tener más dinero, algo que nunca había tenido, y pudo arrendar una pieza y vestirse con mejor ropa.
Al tiempo consiguió entrar a hacer el aseo a la empresa Horizonte, la editorial que estaba encargada de las publicaciones del movimiento obrero en la década de los setenta.
En ese lugar se imprimían los diarios de izquierda Puro Chile y El Siglo. "Además se hacían los panfletos y la propaganda de la gente de izquierda, ahí se hizo parte de la campaña de Salvador Allende", cuenta el hombre, quien se hizo simpatizante de las ideas de ese sector político.
PINTANDO LETRAS
"Las letras, esas que he pintado en toda la provincia de San Antonio, las aprendí a hacer en la brigada Ramona Parra. Eso es algo que no olvidé nunca y que me da trabajo hasta el día de hoy", dice.
Su vida cambió de golpe el 11 de septiembre de 1973. Muchos de sus compañeros de la empresa fueron detenidos y trasladados al Estado Nacional.
"Yo, la noche del 10 de septiembre, estaba en el Ministerio de Defensa esperando que la censura aprobara la portada del diario Puro Chile. La gente piensa que la censura parte después, en la dictadura, pero no, en plena Unidad Popular también se revisaban los diarios antes de que se imprimieran", afirma.
"Se me hizo muy tarde, algo estaba pasando, estaban tramando los últimos detalles del golpe, creo. Ese día me tocó venir a San Antonio porque iba a Valparaíso, tenía que distribuir el diario por toda la costa y llegaba hasta La Calera. Mientras íbamos en la carretera vi cómo ya salían los militares a las calles con las tanquetas", recuerda.
Tras la caída de Allende, Horizonte dejó de ser la misma. "Le pusieron Minerva y ya no sacó las mismas cosas, se acabaron los otros diarios y empezó a imprimir el Condorito", explica.
"Después nos mandaron a llamar a todos, pero me dio miedo, no sabía qué nos podían hacer, así que no fui", rememora.
encadenado
Torres volvió, pero sólo duró tres meses "porque mis compañeros no estaban en buenas condiciones. Uno de ellos, que era el que armaba y desarmaba la imprenta, trabajaba encadenado y estaban todo el día los militares apuntándole con metralletas. No pude seguir trabajando así".
Al poco tiempo empezó a laborar para educar a los más jóvenes de las empresas a formas sindicatos. "Recorrí todo el país, iba al norte con las organizaciones mineras y en Santiago, por todos lados anduvimos", detalla.
el futuro
Más adelante, el país pasó a la democracia, pero él no dejó de trabajar por la justicia social. Hace poco más de un año se instaló en Cartagena, donde sigue con esa misión.
"Esta zona me gusta mucho, porque me recuerda a Corral, tiene campo y mar, así que acá estoy contento y me quedaré", anuncia.
En San Antonio se ha dado a conocer por su trabajo social en Conapaj, una corporación que busca dar oportunidades laborales a gente con discapacidad, y también por ser el pintor de casi todos los anuncios en la zona.
"Voy por todas partes pintando afuera de los locales. No tengo problemas a pesar de andar con las muletas. De repente alguien me ayuda con una escalera, pero por lo general puedo hacerlo solo", explica afuera de la tienda de ropa usada de Llolleo "Úsame".
"Mientras pueda seguir ayudando a la gente y armando proyectos, voy a seguir, esa ha sido siempre mi idea", dice el hombre.
"Cuando uno ha tenido tan poco, sobre todo cuando era niño, después uno tiene como una sensibilidad distinta, de contribuir en algo", finaliza. J
"Yo tuve mi
primer zapato a
los doce años y
me hizo llorar,
porque como no
había usado
nunca, me
hizo sangrar los
pies".
"Esta zona me
gusta mucho,
porque me
recuerda a
Corral, tiene
campo y mar, así
que acá estoy
contento y me
quedaré".