Las inolvidables historias de uno de los pescadores más devotos de San Pedro
Son las siete de la mañana del domingo. A pesar del frío, un grupo de personas comienza trabajar colgando los tradicionales banderines de papel que adornan todas las celebraciones de San Pedro en la Caleta Pacheco Altamirano de San Antonio.
La alegría se nota y, a lo menos por este rato, la preocupación abandona los rostros de varios de los pescadores que están dedicados a la tarea de tener todo listo para agradecer a su santo. Una de esas caras sonrientes es la del "Chamorro" o Miguel Ángel Tapia. "Chamorro es un apellido, pero en mi caso es un apodo que me pusieron porque mis hermanos eran buenos para hacer maldades, yo creo", explica Tapia mientras se dedica a amarrar unas de las ramas de palmera que decora la caleta.
Estas primeras horas del domingo son el punto cúlmine de una preparación que empezó hace varios días.
"El trabajo comenzó hace más de diez días y el sábado y el domingo nosotros comenzamos a trabajar a las siete de la mañana para poner las ramas y las banderas, porque viene gente de muchos lugares a ver la fiesta, incluso autoridades", señala con la mirada puesta en el mar, pero llena de orgullo.
Es que durante esta celebración los pescadores de la provincia hacen relucir sus botes y se encargan de que cada espacio de la caleta esté impecable. A pesar de los problemas por la Ley de Pesca -que piden derogar- y de todo lo que pueda haber pasado, este día es especial, porque se agradece a San Pedro que no ocurrieran accidentes en el mar en el último año.
"El sindicato se encarga de hacer las banderas, hay unas niñas que nos ayudan y que están hace como diez días cortándolas y pegándolas. Pero ojalá Dios quiera que eso nunca lo vayamos a perder. Por lo menos, mientras yo esté con vida, eso no se va a perder", enfatiza el patrón del bote "Matías Alexander".
-Los botes son cosa aparte, porque cada cual adorna el suyo, con su globo, sus banderitas, sus palmeras. El quiere salir bonito, sale bonito y el que no, no.
El "Chamorro" lleva casi 40 años ayudando en la decoración de la caleta para este día. Pero no solo eso. Uno de sus grandes orgullos es ser el encargado de la imagen de San Pedro.
"Yo me encargo siempre de este señor (dice apuntando a la imagen de San Pedro que está en la playa de la caleta). Lo encachamos. Por ejemplo ahora en la tarde (sábado) le voy a pegar una bañadita para que esté bonito, porque el de la iglesia ya está más ordenadito, pero nosotros no tenemos que ver con ese", aclara.
"Este año somos varios socios del muelle, por ejemplo el 'Chancho', el 'Tarugo', el 'Elmer' y otros cuantos más, que nos encargamos de adornar la caleta, porque se hizo una comisión, porque otras veces siempre éramos los mismos. A todo esto, yo los conozco por los apodos nomás, como somos pelusillas, ni los nombres me sé, así como ellos también me conocen a mí como 'Chamorro'", sostiene.
Tradición
Aunque el 'Chamorro' nació en Valparaíso, llegó a San Antonio a jugar fútbol en 1981 y de ahí no se fue más de este puerto del que se enamoró.
-Aquí no, pero yo siempre estuve relacionado con la mar. Esto es una tradición que tengo desde chico, desde que vivía en Valparaíso. Esto es algo de por vida, desde que tengo uso de razón. Antiguamente adornábamos los botes, se hacían carreras a remo en el mar, lucha libre y otras cosas así, pero ahora todo eso se ha perdido.
-Sí pues, se ha perdido la tradición de San Pedro porque estamos pasando momentos muy difíciles. Ahora por el tema de la ley de pesca, que nos está dejando sin pesquerías, estamos viviendo prácticamente del turismo y es complicado celebrar para uno como pescador porque estamos luchando para que cambien esa ley tan perjudicial.
"Yo soy pescador desde muy chico y ya no puedo pillar nunca más una merluza. El único recurso que me queda es la jibia. Hace un tiempo la jibia era una maldición y ahora es una bendición. Imagínese si nos la llegan a quitar. Y ahora más encima los barcos (industriales) se nos quieren meter", agrega con impotencia.
"Por todo eso uno entiende que se haya perdido la tradición, porque la gente no lo está pasando bien. No están los ánimos ni las ganas para venir como antes, con los hijos, con la familia. Cuando yo llegué era encauchado, hacíamos fiestas, hacíamos comidita, compartíamos con los amigos. Nos juntábamos en el salón después de la procesión, hacíamos convivencia, cantábamos. Pero todo eso ya se perdió hace como diez años", se lamenta este padre de cuatro hijos.
nostalgia
Al recordar las tradiciones que se han perdido, Miguel Ángel Tapia se siente triste, se encoge de hombros y su habitual sonrisa desaparece. "Es que me gustaría que fuéramos todos unidos, que hubiese más compañerismo, porque es un rubro muy complicado, pero también entiendo que es complicado lo que estamos pasando, entonces eso a veces nos puede desunir un poco. Golpeamos puertas pero no somos muy escuchados, entonces eso me molesta y me duele. A veces uno siente que lo miran peor que chinche. Eso a mí me afecta", completa con la voz seria y la mirada clavada en el inmenso mar.
El Tritón
Por lo mismo, es fácil suponer que durante estos largos años en el mar debió enfrentar varios riesgos, pero se considera un agradecido. "Gracias a Dios a mí no me ha pasado nunca nada", asegura.
-He tenido muchas penas con gente que lo ha pasado mal, familias y compañeros que he tenido que ir a buscar; compañeros que he tenido que traer muertos u otros que hemos llegado en el momento oportuno y otros que no, donde nos hemos encontrado con malas noticias. Yo creo que por eso también vivo con un poquito de pena por lo que pasa y por eso agradezco siempre a San Pedro".
"Chamorro" cuenta que "hace un par de años me tocó sacar a los del bote Tritón, que eran amigos míos. Siempre nosotros cuando vamos a una emergencia, en estas circunstancias, salimos a encontrar a los compañeros con vida, pero nos esa vez tuvimos malas noticias. Ahí me tocó encontrar a un amigo mío que hacía poquitos meses me había llevado para un club deportivo, entonces, también lo pasé mal, porque son amigos".
Miguel habla poco de estas cosas. Es un típico hombre de mar, que por fuera parece fuerte, pero que en el fondo se guarda sus penas. Le gusta sonreír, pero no le gusta que lo vean llorar.
Amor
Gina Esparra es la mujer que hace 27 años acompaña al 'Chamorro'. "Ella es sanantonina y la conocí cuando tenía 17 años y todavía iba al colegio", recuerda Miguel entre risas.
Es que apenas la vio trató de conquistarla. En esa época las "dominadas" que hacía con la pelota eran su arma de conquista, pero Gina poco caso le hacía. A pesar de lo difícil que resultó, al final igual lo logró y desde ese momento no la soltó más. "Yo me hacía el bonito y me costó conquistarla. Igual yo tuve mi pasado, era desordenado, me gustaba el carrete", confiesa.
dura infancia
"Fui una persona que sufrió mucho en la juventud. Fue muy triste. Tuve muy poca educación. Mi papá nos abandonó, pero igual hemos salido adelante y por eso con mi señora nos esforzamos por darle lo mejor a nuestra familia", revela.
"Para nosotros con mi señora fue difícil que mi hijo mayor se dedicara a la mar. Es el único que está en la mar, desde chiquitito hacía la cimarra y se venía para el muelle. Ahí le dije yo que terminara su cuarto medio por último. Tuve varios problemas con la mamá por eso, pero a él le gustó y ante eso nada se puede hacer ", sentencia con seriedad este vecino del cerro La Virgen. J
"A mí me sacan
de aquí y yo no
sé qué voy a
hacer. Este es mi
rubro, lo que me
gusta, es algo que
quiero",
Miguel Ángel Tapia,