El matrimonio venezolano que dejó atrás Caracas para comenzar una vida como sanantoninos
El 13 de mayo de este año el matrimonio compuesto por Yvan Santiago y Carla Casanova, además de su pequeña hija Yvanna, dejó atrás toda una vida en su natal Caracas, capital de Venezuela y aterrizó en Santiago, capital de Chile. Un mundo entero por conocer tenían por delante un país que según ellos "le abre las puertas a los extranjeros".
De Chile conocían solamente por internet y televisión. Lo que más les llamaba la atención era el clima frío que observaban en los informes del tiempo de los noticiarios. Y eso fue lo primero que tuvieron que vivir en carne propia.
Apenas se bajaron del avión proveniente desde el aeropuerto de Maiquetía Simón Bolívar en la losa santiaguina, se dieron cuenta que estaban en el sur del mundo, donde ese calor tropical característico de Venezuela solo se puede imaginar gracias a una revista de viajes.
Una vez instalados en Santiago, y al darse cuenta que el ritmo de vida era prácticamente el mismo que tenían en Caracas, prefirieron mirar hacia la costa.
"Santiago como Caracas son capitales, entonces todo es muy rápido, las distancias largas para todos lados. Caracas está muy sobrepoblado, y eso era lo que no queríamos volver a vivir de nuevo", reconoce Carla Casanova, quien buscó mayor información en internet sobre otras ciudades de Chile, y así llegaron a dar con San Antonio.
"Nos llamó la atención que fuera el primer puerto de Chile, y uno de los más importantes de Sudamérica. Estaba a una hora y media de Santiago, entonces nos decidimos para venirnos hacia acá", cuenta Carla.
La tranquilidad del Litoral Central los maravilló. Consiguieron gracias a una buena oferta una casa para vivir en Rocas de Santo Domingo. Su pequeña hija Yvanna, de seis años de edad, ingresó al liceo Santa Teresita. En el establecimiento educacional ya tiene a sus amigas chilenas.
"Ha tenido una excelente aceptación, y nosotros con los apoderados también. Estamos muy agradecidos del colegio porque nos han hecho sentir muy cómodos", reconoce su padre Yvan.
Caracas a lo lejos
Carla Casanova trabajaba como ejecutiva de un banco en Caracas, mientras que Yvan Santiago lo hacía como emprendedor independiente.
Con dos meses y medio en Chile, recuerdan el Caracas del que se alejaron. "El tema de la inseguridad nos tenía muy preocupados. Caracas está muy convulsionada, hay que hacer filas de dos, tres horas para todo. Entonces las nuevas generaciones de venezolanos comenzamos a ver la necesidad de emigrar a otros rumbos. Eso antes no pasaba, pero las circunstancias así lo han determinado", afirma Carla.
El sueldo mínimo en Venezuela es cercano a los 40 dólares (27 mil pesos chilenos), y según comenta este matrimonio caraqueño "la desigualdad es grande entre las clases sociales".
Existe un dólar oficial, que fue bautizado como Simadi, y otro dólar negro. Los dólares eso sí los tiene el gobierno, y el venezolano común y corriente tiene casi nulo acceso a aquellos billetes verdes. "Por robarte un billete de 100 dólares hasta te pueden matar", comenta Yvan sin anestesia.
soñando volver
Este matrimonio quería dejar todo esa incertidumbre que se vive en su país de origen por un tiempo entre paréntesis. Pero la esperanza de volver estará siempre intacta.
"Cuando la situación se arregle queremos retornar, porque allá dejamos familia, amigos y todas nuestras costumbres", expone Carla. Dentro de lo que más extrañan, como no, la comida es lo primero.
Las arepas, la cachapa (a base de maíz amarillo), el queso blanco; todos sabores y olores que añoran, aunque igual se las arreglan para no perder la costumbre.
"Todas las mañanas en casa hacemos arepas, obviamente no son las mismas que comemos allá, pero encontramos un maíz colombiano en el supermercado con la que podamos cocinar arepas, y eso nos hace extrañarlas menos", agrega Carla.
Dentro de los gustos adquiridos en estos más de dos meses en Chile, Yvan no duda en admitir que hay dos preparaciones que le encantan. "Lo primero que probé llegando a Chile fueron las sopaipillas y vaya que me gustaron. Lo otro que me encantó fue la carbonada, también un plato muy sabroso", reconoce.
Sueños en flores
Hace una semana, Carla e Yvan comenzaron su primer emprendimiento en suelo nacional. En pleno corazón de Barrancas (avenida Barros Luco 2058-A), se instalaron con una florería que bautizaron como "Mis Raíces".
En ella se realizan arreglos forales, coronas, cubre urnas, entre otras cosas, todo realizado en el taller que el local tiene en su parte de atrás. Las flores las traen desde Santiago y todo lo demás se hace en San Antonio, la ciudad puerto que este matrimonio eligió como su lugar en la tierra por estos momentos.
"Vimos que no había ninguna florería en el sector de Barrancas, por eso decidimos poner una en este lugar. Es algo que no era nuestra especialidad laboral, pero le pusimos todo el empeño para salir adelante", explica Yvan.
Estratégicamente se instalaron en un sector que tiene un par de importantes funerarias a su alrededor. "Por eso estamos cerrando cerca de las nueve de la noche, porque generalmente los velorios son tarde, o la gente viene después del trabajo, entonces pueden pasar a ver nuestras coronas o cubre urnas a esa hora sin problema", asegura el matrimonio.
Pese a los pocos días que tiene en funcionamiento, la florería "Mis Raíces" se proyecta a largo plazo. La idea es imponer el concepto de reparto a domicilio de flores o arreglos florales. Dentro de unos días también tendrán un letrero luminoso, y otros elementos que ayudarán a que la florería poco a poco vaya haciéndose familiar para la comunidad sanantonina.
"Llevamos muy poco tiempo en San Antonio, pero nos hemos sentido como en casa. Chile le ofrece grandes oportunidades a los extranjeros y nosotros tomamos una de esas. No hemos tenido ningún problema, y estamos muy felices como familia acá", comentan a coro este matrimonio caraqueño entre Carla e Yvan que poco a poco se convierte en sanantonino. J