La desgarradora historia de una sanantonina que padece cáncer terminal a sus 25 años
-Le agradezco a Dios con todo mi corazón por haber amanecido con vida.
Cuesta creerlo. Pero la mujer que esperaba la luz verde del semáforo, allí en Centenario con Lauro Barros, tiene cáncer terminal.
Elizabeth Silva Pizarro tiene apenas 25 años. Viste unos jeans, una polera blanca, unos zapatos que la hacen ver por sobre el metro y 67 centímetros que mide. Además utiliza una chaqueta ajustada a su delgado cuerpo. Su cabello, reluciente, cae hasta la altura de sus hombros.
La luz verde se enciende. Ella camina con seguridad por el paso de cebra. Llega hasta el otro extremo y se pierde entremedio del tumulto de gente, que a eso del mediodía de ayer, caminaba por Centenario.
Elizabeth se dirigía hasta su automóvil luego de realizar un par de trámites en una compañía de telefonía celular.
Cuando camina en dirección a su auto no pasa desapercibida. Ella es atractiva y uno que otro hombre se da vuelta para contemplarla. Ella viste a la moda y prueba de aquello es que incluso algunas mujeres se detienen a observarla. Es quizás la envidia de éstas: alta, delgada, atractiva y segura de sí misma.
Sin quererlo, la vereda de Centenario se convirtió en una pasarela, en la cual caminaba Elizabeth, una joven que estudió Técnico Nivel Superior en Enfermería (Tens) en el Duoc UC, que llevaba una vida que cualquiera quisiera: con buenos amigos, una ascendente vida laboral, una hermosa familia, con varios pretendientes y con una cantidad de sueños que esperaba cumplir.
Esta sanantonina caminaba con la palabra éxito pegada en su frente; sin embargo, el destino le arrancó de raíz todo lo que le había costado conseguir. Un cáncer de mama no sólo le extirpó su pecho izquierdo, sino también su prometedor futuro laboral, ese que tanto anhelaba conseguir.
DIAGNÓSTICO
Lamentablemente, la vida de Elizabeth y su familia está marcada por las tragedias. Ella dice que "es por eso que tengo tanta fuerza de vivir y de salir adelante cueste lo que cueste".
Hace un par de años, el hermano de Silva se suicidó. Ella tenía 17 años cuando se enteró que Víctor, de 25 años, se quitó la vida. "Había sido el dolor más grande de mi vida. No me lo explicaba, no entendía por qué mi hermano había hecho eso. Él dejó una hija y le prometí a mi hermanito que yo la iba a cuidar. Que yo la iba a ayudar a conseguir todo lo que ella quisiera", cuenta en relación a su sobrina Monserrat de 10 años.
Para el terremoto del 2010, la casa de la familia Silva Pizarro se partió en cuatro. Tuvieron que dejar su hogar en Bellavista y comenzar de cero en la calle Oviedo, en Cerro Alegre.
Pero eso no es todo. Su relación con el cáncer es cercana. Su abuelo falleció por esta enfermedad y su madre, Olga Pizarro, cuidó a su tía hasta que la muerte se la llevó producto de este mal.
Tras titularse en el centro de estudios de Providencia, en la Región Metropolitana, Ely trabajó en varias clínicas y vio desde muy cerca el sufrimiento que provoca el cáncer en las personas que lo padecen y en sus familiares.
Es así que cuando comenzó a sentir algunos síntomas inequívocos de esta enfermedad, ella asumió desde un principio que tenía cáncer.
"Comencé con un dolor muy fuerte en el pecho. Además me apareció una dureza en el seno y desapareció. Fui al hospital de San Antonio y me recetaron algunos medicamentos. Se me pasó el dolor y la hinchazón, pero luego volvió el dolor y la dureza", cuenta.
Como el dolor se intensificó y el malestar aumentaba, Elizabeth concurrió a Urgencias del Hospital Claudio Vicuña, donde decidieron realizarle una biopsia.
"La biopsia arrojó que tenía cáncer de mamas. El médico me informó el resultado y me envió ese mismo día a realizarme todo tipo de estudios médicos, para así proceder a una resolución quirúrgica para mi caso", explica.
La entrega de los resultados la recuerda exactamente. Fue el 18 de diciembre de 2014. Una semana antes de Navidad.
"Fue la Navidad más triste de mi vida. Nadie quería celebrar en mi casa. Todos estábamos mal. El Año Nuevo también fue terrible y no quería hacer nada y me acosté", recuerda.
Tras los resultados comenzaron los exámenes para Silva. "Uno de ellos y el más importante es el Body TAC, que era para cerciorarse que el cáncer estaba encerrado sólo en una zona y así dar paso a lo siguiente, que era la mastectomía radical. El escáner que me hicieron fue informado por telemedicina (Itms), el cual, da un informe satisfactorio, y producto de eso se procede a extirparme el seno", manifiesta.
El 9 de enero de 2015 a Elizabeth Silva le arrancaron su mama izquierda en el hospital Claudio Vicuña. "Cuando me entero que tengo cáncer me sentí mal. Lloré como nunca lo había hecho. Sentía que todos mis proyectos, que todos mis sueños se derrumbaban. Yo había ahorrado para este año, en marzo, estudiar Enfermería. Y este cáncer me lo impidió. Me quitaron un seno, algo que no puede ser más femenino", agrega.
EL CAMBIO
La pesadilla para esta joven sanantonina aún no terminaba. Cuando asistió a su control luego de la operación le comentó a su médico que los dolores persistían.
En ese momento, Elizabeth le facilita el CD donde se encontraban almacenados sus análisis. El oncólogo del Van Buren al ver los exámenes se da cuenta que hay un error en la lectura de estos.
"El informe que hicieron por telemedicina estaba malo. Es decir que la empresa que contrató el hospital de San Antonio para realizar estos informes, se equivocó. Porque aseguraron que yo sólo tenía cáncer de mamas. Y resulta que este nuevo escáner al tórax que me hicieron, porque continuaban los dolores, arrojó como resultado metástasis ósea", relata.
El cáncer ahora se encontraba en sus huesos.
"Me dio rabia. Porque quizás a cuánta gente la han diagnosticado mal. Yo trabajé en el hospital de San Antonio y sé cómo todos hacen lo posible por salvar vidas. No tenga nada contra los doctores y personas que trabajan allí, porque ellos han hecho lo humanamente posible por ayudarme. Pero si yo me hubiese equivocado cuando trabajé allí, lo más probable es que me hubiesen echado. Me parece que la empresa que realiza la telemedicina no es la apropiada y de estos errores hay que aprender, porque hoy para mí el tiempo es oro", se descarga.
Hace un par de semanas le diagnosticaron cáncer a la piel y como si fuera poco tiene unos nódulos muy pequeños en su pulmón e hígado. Por su tamaño es imposible saber si son cancerígenos o no.
Pese a su incierto futuro, Elizabeth se ve tranquila y con unas ganas enormes de vivir. Dejó de trabajar por decisión médica. Está con licencia. Y cada mañana se levanta como si fuera a vivir el último día y, actualmente, es tratada con un medicamento que apacigua los dolores.
"En una oportunidad me acerqué a una amiga que trabaja en la Achs. Allí también conocía a un doctor amigo que se llama Francisco Martínez, con quien conversé y lloré hasta que no pude más. Él también trata la medicina alternativa y junto con su familia me hicieron reiki, acupuntura y tomé flores de Bach. Después que me ayudaron mi vida cambió. Me di cuenta que tenía que enfrentar el cáncer con ánimo, con fuerza y no dejarme ganar. No puedo dejar que mi cabeza se enferme. Porque si mi mente se enferma voy a morir y yo quiero vivir, porque le hice una promesa a mi hermano: le prometí que cuidaría de su hija y eso es lo que haré", concluye con una increíble sonrisa. J