La historia de amor y dolor del entrenador más exitoso del fútbol amateur sanantonino
William Carrasco, el DT más exitoso en la historia del fútbol amateur sanantonino (tres copas regionales de la Anfa, un Nacional de clubes y una larga lista de títulos locales con Balmaceda), está sentado en un cómodo sillón de cuero en el living de su casa, cercana a la plaza Estrella de Llolleo. Por primera vez, en más de dos horas de entrevista, el "Willy" se quiebra con un recuerdo que parece partirle el alma: "Ella siempre me decía que me amaría hasta morir; y yo también le respondía que la amaba hasta la muerte".
Willy Carrasco y Maricel Orellana Meza se conocieron en su natal cerro Alegre de San Antonio. Ella era un año mayor que él y vivían a unas tres cuadras de distancia. Él, nacido en una familia de escasísimos recursos, dice que en plena niñez quedaba deslumbrado cuando Maricel, una rubia de linda figura y finos rasgos faciales, pasaba frente a sus ojos. "A mí me gustaba desde chico, pero en esa época creía que nunca me iba a pescar".
Ya de adultos, cada uno hizo una vida por separado. Ella se casó y de esa relación nació Naomi (hoy de 15 años) y el DT, por su lado, tuvo dos hijos, Caroline (17) y Vicente (10). Pero el destino y la osadía de Carrasco se encargaron de unirlos. "Un día la vi en la calle y la encontré más hermosa que nunca. Con un amigo me conseguí su teléfono y la invité a salir".
Esa misma noche del año 2006 fueron a tomarse un trago al Azul Marino, un restaurant cercano a Pelancura, en el camino costero. Algo extraño y mágico pasó aquella madrugada. A pesar de no conocerse más allá de las miradas, Carrasco sintió que esa rubia debilidad que estaba a su lado era la mujer de su vida. A ella le sucedió lo mismo. Un beso apasionado en el mismo restaurant fue el principio de una historia de amor que sólo la muerte pudo interrumpir.
El corazón de Carrasco, que en esa época recién estaba ingresando al rubro de la venta de pescados y mariscos, latía con más fuerza de lo habitual. Había quedado eclipsado con Maricel, una mujer de carácter fuerte, pero graciosa, cercana y de mucha piel. "No aguanté las ganas. Al día siguiente de la cita en el restaurant, la llamé otra vez por teléfono y le dije que era la mujer de mi vida y que quería estar para siempre con ella". Carrasco agarró un bolso, echó la poca ropa que tenía y, en un auto que le había prestado un amigo, se fue a vivir a la casa de Maricel. Así de explosivo. A 24 horas del primer beso ya estaban durmiendo bajo el mismo techo.
CAMINO A LA MUERTE
En julio pasado, ahora convertido en un exitoso empresario del transporte y del comercio de pescados y mariscos, William, Maricel y su hija Naomi, además de unos amigos de la joven, fueron a pasar unas inolvidables vacaciones de invierno a Pucón, en la Novena Región. En ese viaje hubo varias situaciones que hicieron que el DT siguiera deslumbrándose con la personalidad instintiva de su amada.
Una de ellas ocurrió en la cabaña donde se estaban hospedando. Tras un día de lluvia, la empleada encargada del aseo ingresó con sus zapatos viejos y mojados a la habitación de la pareja. Maricel la vio, se sacó las botas que andaba trayendo y se las regaló a la mujer. "Siempre fue así, muy bondadosa. Hace poco un curadito estaba durmiendo frente a nuestra casa. Ella salió a pasarle un saco de dormir y un café para el frío. Al día siguiente lo despertó con desayuno".
Carrasco se ve delgado -ha bajado casi 10 kilos en los últimos 20 días- y repite varias veces en esta conversación que Maricel era un ángel que tenía la capacidad, con sus actos, de llevarlo a conocer el cielo y, luego, de bajarlo al mundo terrenal. Eso sucedió el mes pasado cuando, en ese mismo viaje, ambos fueron a los Ojos del Caburga, un lugar de cascadas de una impresionante belleza natural. Ambos se apartaron de los turistas y en un arranque de locura dieron rienda suelta a la pasión y al amor que se profesaban. "Ese momento no lo voy a olvidar jamás. Ha sido una de las cosas más lindas de mi vida".
La mañana del jueves 30 de julio, pocos días después de las vacaciones en Pucón, Maricel empezó a sentirse mal. Pensaron que se trataba de un simple resfrío con fiebre. Pero con el paso de las horas los dolores musculares y los problemas respiratorios se fueron intensificando. El sábado 1 de agosto Carrasco la llevó al consultorio de Barrancas. Le diagnosticaron neumonitis, le dieron amoxicilina y diclofenaco y la mandaron con reposo a la casa. Al día siguiente fueron a la clínica San Julián. "Ahí nos dijeron que tenía amigdatilis y le pusieron una penicilina con benzatina", recuerda Carrasco. El lunes, esta vez en DarSalud, hubo un nuevo diagnóstico: "un resfriado mal cuidado y le cambiaron los remedios", agrega.
Lejos de mejorar con los medicamentos, su salud siguió empeorando. A las 20 horas del martes 4 de agosto, William la llevó de urgencia otra vez a la clínica San Julián. Siete horas después fue trasladada en crítico estado al hospital Claudio Vicuña. Entró directo a la UCI y la conectaron a un ventilador, sin perder su conciencia.
Desesperado, el entrenador de fútbol amateur les dijo a los médicos que quería llevársela a una clínica en Santiago. El doctor a cargo de la UCI le respondió que si hacía eso, su mujer moriría antes de llegar a Melipilla. De los remedios y los tratamientos que le aplicaron ninguno surtió efectos. No había forma de estabilizarla. Maricel tenía una neumonitis que había atacado sin piedad sus pulmones. Ya no había vuelta atrás. Falleció cerca de las 20 horas del sábado en el mismo hospital de San Antonio. "Por lejos, es el dolor más grande que he sentido en mi vida. La amaba con todo mi corazón y la amé hasta la muerte, tal como siempre le decía. Se siente mucha impotencia de no poder hacer nada con los medios que uno tiene. Al final me convencí de que el Señor se la quiso llevar porque en realidad era un ángel ".
LA PROMESA
William Carrasco reconoce que hasta antes de enamorarse de Maricel llevaba una vida licenciosa y de muchos excesos. Ella lo hizo cambiar. El mismo día que lo recibió en su casa se las cantó clarito: le dijo que tenía que ser un hombre de bien y darle un buen ejemplo a su pequeña hija Naomi, que en ese entonces recién se empinaba por los cinco años.
En 2008, después de ganar una semifinal regional con Balmaceda ante Halcones Rojos de Viña del Mar, el DT llegó a la casa de madrugada y pasado de copas. "No me hizo ningún escándalo, pero al otro día, cuando desperté, me dijo ".
Por primera vez Carrasco sintió algo muy parecido al terror. Era un miedo gigantesco a perderla. Le pidió una oportunidad, con la promesa de cambiar. Ella se la dio y él estuvo nueve meses sin probar una gota de alcohol. Todo por permanecer al lado de la mujer que amaba.
Después de ese episodio, el empresario recortó aún más sus salidas nocturnas. "Ella siempre me decía que si quería tomar, que lo hiciera en la casa y con ella". Y así lo empezaron a hacer. Regularmente compartían unos tragos y picadillos en el living de su hogar. En varias de esas ocasiones Maricel le repetía una frase que recién ahora cobra mucho sentido. "Siempre me decía que ella se iba a ir antes que yo y, cada vez que lo hacía, me hacía prometerle que yo me iba a hacer cargo de Naomi, a quien ella amaba más que a todo en la vida. Yo, de todo corazón, siempre le juré que así lo haría".
sus últimas horas
Mientras la acompañaba en la UCI del hospital, Carrasco comenzó a rememorar los últimos nueve años juntos como si se tratara de una película. Se acordó de aquel primer beso en el Azul Marino; del casamiento simbólico que ambos hicieron el año pasado en una playa de La Serena; del camión que le pintó para el Día de Los Enamorados de este año con la frase "Te amo Maricel"; de los mariachis que él le contrataba para cada uno de sus cumpleaños; de aquella vez cuando ambos fueron a celebrar el cumpleaños número 29 de él a la playa de El Quisco, haciendo brindis solo con unas cervezas; y de cuando a principios de este año ella le dijo que aceptara dirigir a la primera adulta de Cóndor, porque era el único club que se había preocupado de él tras su bullada salida del Balmaceda.
También recordó, por cierto, esa locura de amor en los Ojos de Caburga, y la atracción que ella sentía por las cosas simples de la vida. "A ella no le agradaban las joyas. Siempre me decía que era más feliz con una flor cortada de la carretera que con un anillo de oro", confidencia con un rostro de dolor y pena infinitos. Esos nueve años pasaron por su mente en pocas horas. Y es que aparte de un inmenso amor, él también siente admiración y agradecimiento hacia ella. Carrasco siempre ha creído que Maricel fue el pilar más importante en su éxito económico y que sin ella jamás habría podido conseguir el patrimonio que tiene actualmente.
Dentro de esa UCI, Maricel, a pesar de su deplorable condición de salud, se dio el tiempo para insistirle en aquella promesa que le quitaba el sueño. Le pidió una vez más que si ella llegaba a morir, él se hiciera cargo de la crianza de Naomi. Él, sin dudarlo, se lo volvió a jurar.
A las 20.15 horas del sábado 8 de agosto, segundos después de que un doctor le comunicara el fallecimiento, Carrasco ingresó a la UCI para despedirse para siempre de su gran y único amor. Frente a su cuerpo inerte y con el alma partida en mil pedazos, le juró dos cosas: que la amaría por siempre y que haría todo lo humanamente posible para cuidar y hacer feliz a su hija Naomi. En el mismo lugar habló con Juan Núñez, el padre biológico de la menor, y le pidió que no se la quitara; que la dejara con él para poder cumplir su promesa.
"Hasta antes de que me pasara esto yo no creía en nada. Ahora hablo del Señor, porque creo que él se la quiso llevar al cielo. Y también creo que hay otra vida allá arriba y que tarde o temprano me voy a volver a juntar con la Maricel. Apenas la vea en esa otra vida, la abrazaré y le diré dos cosas: que la sigo amando y que cumplí la promesa de criar y cuidar a nuestra hija". J
"Por lejos, es el
dolor más grande
que he sentido
en mi vida. La
amaba con todo
mi corazón y la
amé hasta la
muerte, tal como
siempre le
decía".
"Siempre me
decía que ella se
iba a ir antes que
yo y, cada vez
que lo hacía, me
hacía prometerle
que yo me iba a
hacer cargo de
Naomi".