Viajó ocho días en bus desde Venezuela y en San Antonio encontró la tierra prometida
Son las doce de la noche del 31 de diciembre del 2007 y Miguel Ángel Novellino Noguera está sentado en el asiento de un bus de recorrido internacional que hace un par de horas partió desde Valencia, una de las ciudades importantes de Venezuela.
Por delante le quedan ocho días de viaje. 192 horas sentado en el mismo asiento hasta llegar a su destino final.
El marido de su sobrina, quien es chileno, lo había convencido durante una visita a la familia de su señora sobre la posibilidad de emigrar de una Venezuela que era gobernada por Hugo Chávez.
La migración por ese tiempo aún no era un tema muy común pero Miguel Ángel no lo pensó dos veces. Trabajaba realizando el balanceo en una empresa de transporte y no dudó en renunciar para viajar a un país que apenas conocía por referencias de su pariente político que se había casado con la hija de su hermana Judith, quien ya vivía en Chile.
Los pasajes en avión aquel mes de diciembre de 2007 estaban agotados y la única alternativa era viajar por tierra. Miguel Ángel desempolvó un millón y medio de bolívares y compró esperanzado aquella visa para un sueño.
Ni siquiera le importó tener que pasar el año nuevo solo, pegado hombro a hombro con un pasajero que nunca había visto en su vida.
Tras salir de Venezuela el bus recorrió las carreteras de Colombia, Ecuador, Perú, y a las 20 horas del 8 de enero de 2008 apagó por última vez su motor en la loza del terminal de buses de Santiago.
Allí lo recibieron su hermana, su sobrina y el marido chileno que lo había convencido de realizar aquella travesía de ocho días que había comenzado cuando Miguel Ángel salió de su hogar familiar en la ciudad de Tinaquillo, perteneciente al estado de Cojedes.
ni ron ni cerveza
El marido de su sobrina tenía locales con máquinas tragamonedas, y tras 15 días trabajando en la capital (tuvo que desmantelar por completo uno de estos locales), se fueron juntos hacia El Quisco.
El verano estaba empezando, y las tragamonedas eran furor. Allí comenzó a administrar uno de estos recintos y lo primero que le llamó la atención fue la diferencia entre una playa chilena y una venezolana.
"Quería tomarme una cerveza o un ron, como lo hacemos allá en Venezuela cuando vamos a la playa. Pero mi hermana me dijo que eso no pasaba acá, que era prohibido", comenta entre risas Miguel Ángel Novellino, mientras recuerda lleno de emoción y nostalgia todo aquel proceso que desembocó con su llegada a Chile.
Sus ojos se llenan de lágrimas cuando en su memoria aparecer su familia, a sus amigos, su barrio. Por unos minutos no puede hablar, ya que en la garganta un nudo lo deja en silencio.
Varias noches del 31 de diciembre estuvo solo. Esperaba las doce en algún mirador de El Quisco, le subía el volumen a un cd del cantante venezolano Reinaldo Armas ("el mejor músico llanero", según comenta) y realizaba un salud solitario.
Luego de aquel primer verano del 2008, decidió vivir de forma permanente en la comuna de El Quisco. Alojaba en una casa de dos pisos donde en la primera planta se encontraban las máquinas tragamonedas. El Litoral Central lo cautivó de inmediato. Nunca pensó en vivir en Santiago, pese a que el marido de su sobrina se lo propuso en más de una ocasión.
Tras unos años trabajando en El Quisco, cambió su residencia a San Antonio. Entre medio conoció a quien es su actual señora Diana, una colombiana que también llegó llena de sueños a Chile, y con quien en la actualidad tiene dos hijos Miguel Ángel, de 4 años de edad, y Maríangel, de 2 años.
Juntos y de la mano llegaron a vivir al sector de Alto Mirador. Y con ella comenzaron a proyectarse en la ciudad puerto. Miguel Ángel se independizaría del trabajo que realizaba junto al marido de su sobrina y pensó en un negocio. Así fue como nació el almacén "J y M", que desde hace más de dos años está instalado en el sector de El Sauce en Llolleo. Allí los vecinos entre bromas le cantan canciones del "Puma" Rodríguez.
arepa sanantonina
Arraigado e instalado cómodamente en San Antonio, durante los últimos meses a Miguel Ángel le comenzó a rondar en la cabeza la idea de poner un local de comida rápida donde pudiera dar a conocer todos aquellos sabores venezolanos que tanto extraña su paladar.
"Quiero dar a conocer la cultura venezolana mediante la comida. Que la comunidad sanantonina adquiera estos sabores porque estoy seguro que les va a encantar", comenta.
Buscó un local para arrendar, y encontró el espacio que andaba buscando en el sector de Barrancas, específicamente en calle Maestranza número 1596. Allí comenzó a funcionar desde el día de ayer el local "Sabor Caribeño", donde los sanantoninos poco a poco podrán ir conociendo las arepas, los patacones, los perros calientes, entre otras preparaciones con sabor ciento por ciento venezolana.
"La arepa es una masa hecha de maíz que es muy popular en Venezuela, también tenemos el patacón, que es a base de plátano fritos, y luego se rellana armando una especie de sandwich. El pollo asado también tendrá un tipo de preparación con salsas traídas directamente desde Venezuela", explica Miguel Ángel, quien agrega que gracias a la influencia de su señora Diana, la cocina colombiana también estará presente con su bandeja paisa como plato de cabecera.
"Sabor Caribeño" atenderá en su local de Maestranza de lunes a lunes, abriendo sus puertas y prendiendo sus cocinas desde las 9 de la mañana. "Y atenderemos hasta que atendamos al último cliente. El horario del cierre dependerá de la jornada", afirma su propietario.
De la cocina chilena Miguel Ángel Novellino reconoce que su perdición es la cazuela. Le encanta y la come cada vez que puede.
Eso sí, nada se compara al plato favorito que tenía cuando vivía en Tinaquillo: el "Pabellón Criollo", exquisita preparación y el plato más típico de Venezuela que es compuesto por arroz blanco cocido, carne desmechada, caraotas negras (porotos negros), y tajadas de plátano maduro frito.
Hace dos años pudo viajar de vacaciones a Venezuela, instancia en la que bautizó a sus dos hijos acompañado de toda su familia en Tinaquillo. Aprovechando el viaje, se trajo a San Antonio el ron Pampero que disfrutaba en la playa con sus amigos, y que acá para su asombro no se puede hacer; también los populares "diablitos", paté hecho de a base de pernil y lomo de cerdo muy popular en las costas caribeñas; menos iba a dejar de lado el "chiwi", queso con el que se funden las arepas para darle ese sabor único; pero sobre todo, no podía dejar de traer a Chile los cds de Reinaldo Armas, el mismo músico llanero que lo acompañó aquellas noches solitarias de 31 de diciembre esperando las doce en la comuna de El Quisco. J
