"Si hubiese podido abortar, lo hago sin pensarlo dos veces"
Magdiel González Vera (26) confiesa que cuando se enteró de que iba a ser madre por segunda vez se decepcionó. En sus planes no estaba contemplado tener otro hijo, puesto que se encontraba estudiando y entre sus proyectos no se vislumbraba, por ningún motivo, la idea de aumentar su familia.
"Ya tenía un hijo y en ese entonces quería dedicarme solo a mis estudios. Cuando me enteré de que estaba embarazada había comenzado a estudiar recién. Además mi mamá me había criado a mi primer hijo y esta noticia no cayó muy bien en la casa", plantea.
Pese a que en un principio la noticia no la recibió de la mejor forma, conforme pasaban los días su instinto de madre floreció y su pensamiento cambió por completo. Ahora estaba feliz con esta bendición que le había enviado Dios. Ella y su familia son evangélicos.
"Uno puede o no querer tener un hijo, pero cuando te dicen que vas a ser madre tu pensamiento cambia por completo y te enfocas por completo en esa personita que está creciendo en tu vientre", manifiesta.
TRES AÑOS
Magdiel hace tres años que mantiene una relación con Javier Ramírez (27). Él, quizás, era el más interesado en la paternidad, sobre todo porque era primera vez que sería padre.
"Estaba muy ilusionado igual que la Magdiel. La acompañé en todo este proceso. Pero bueno por algo pasan los cosas, creo yo", dice Ramírez.
En julio de 2014 Magdiel y Javier se enteraron que iban a ser padres. Durante el periodo de su embarazo todo se desarrolló normal.
"Me sentí súper bien. No tenía mareos, dolores o nada parecido a lo que sentí cuando fui madre de mi primer hijo. Ahí sí que la pasé mal, pero en esta oportunidad todo se desarrolló con normalidad, creía yo", recuerda.
"Pasé momentos muy complicados al iniciar mi embarazo. Como te dije yo no quería ser madre otra vez. Además en mi familia no se tomaron muy bien la noticia. Tuve muchos problemas familiares por lo mismo, pero luego de un tiempo todo se arregló y comencé a estabilizarme en la parte emocional", confidencia.
Sin embargo, a los dos meses de gestación vino la peor noticia que pudo haber recibido esta joven pareja sanantonina.
"En uno de los controles me dijeron que algo extraño pasaba con el feto. En el consultorio me dijeron que no lo veían. Así que me derivaron al hospital Claudio Vicuña para que tomaran mi caso. De hecho, esto pasó en la mañana y en la tarde me estaba atendiendo el doctor", explica.
Luego de algunos minutos de uno que otro examen, el doctor le confirmó, a través de la ecografía, que que su bebé, ese que estaba en su vientre, había muerto.
"Me dijeron que no sentían los latidos de su corazón. Así que me hicieron exámenes que confirmaron eso. Fue terrible para mí, porque yo lo sentía conmigo. Siempre pensé que era un error y que estaba vivo", sostiene a un año de haber vivido este lamentable episodio.
"Nunca había llorado tanto en mi vida. Fue un momento súper duro que me tocó vivir. También lo fue para mi pareja, porque él, al igual que yo, estaba muy ilusionado con la posibilidad de ser padre", agrega para de inmediato explicar que "yo presenté licencia en mi trabajo para cuidarme bien del embarazo, pero nunca pensé que nos podía pasar esto".
CUESTIONAMIENTOS
Luego de esta trágica noticia que golpeó a estos sanantoninos y a sus respectivos familiares, a Magdiel le explicaron los pasos a seguir. Debía esperar ocho semanas para recién optar a una operación que extrajera el feto sin vida que descansaba en su organismo. Esto siempre y cuando su cuerpo no lo expulsara antes.
"Me explicaron que en ocho semanas mi cuerpo tendría que expulsar el feto y, si eso no pasaba, entonces me iban a operar, porque después de ese tiempo podía darme alguna infección o enfermedad", rememora.
-Lo primero que me explicaron es que no hay una respuesta concreta. Podía ser por múltiples razones. Una de ellas era por algo genético, por alguna enfermedad, por algún momento estresante que haya vivido durante el embarazo o por mi sangre. Pero me dijeron que a los dos meses, el feto no se desarrolló más.
-Absolutamente. Yo misma creía que me había pasado porque yo en un principio no quería tenerlo. También me descargué con mi familia, quizás porque no me sentí apoyada.
Lo cierto es que tras la noticia de que su hijo se encontraba muerto en su vientre, esta sanantonina cayó en un largo cuadro depresivo. Explica que lloraba durante largas horas. Además tuvo que volver al trabajo, porque medicamente ella ya no estaba embarazada.
"Estuve muy mal. Mi pareja también. En todo ese tiempo sufrimos harto, mucho, mucho. Imagínate que te digan que tu guagua está muerta. A uno se le desmorona el mundo, porque uno se mentaliza en que viene un hijo en camino y quiere darle lo mejor. Mi pareja estaba buscando un mejor trabajo. Yo ya quería tenerlo en mis brazos... Pero lo peor es que tienes que cargar con él (con el feto) por dos meses más. Eso es terrible. Es doloroso cargar en tu vientre a alguien muerto", expresa.
Magdiel confiesa que "si hubiese podido abortar, lo hago sin pensarlo dos veces, porque sufres mucho. Uno tiene que pasar por esto para saber lo que se siente. Yo soy de familia evangélica. Era de los que pensaba que Dios da y quita la vida. Pero después de esto mi visión cambió".
"Creo ahora que el aborto es necesario en algunas ocasiones. Yo lo pasé muy mal y si antes pensaba que el aborto no se debería llevar a cabo, ahora creo que sí", manifiesta.
EXPULSIÓN
Día tras día Magdiel cargó con el feto de su hijo en su vientre. Reconoce que en todo este periodo, es decir, 8 semanas, siempre tuvo miedo. "No podía hacer nada, porque tenía miedo de expulsar a mi hijo en la calle o en algún lugar público".
"Un día me encontraba en el hospital de San Antonio cuando lo expulsé. Ya se iban a cumplir los dos meses cuando me pasó. Estaba parada cuando de repente siento un dolor muy grande. Me miro y tenía los pantalones llenos de sangre. Menos mal que estaba mi pololo conmigo. Fue muy complicado e impactante", reconoce.
Luego de este episodio fue atendida por un médico, que le explicó que deberían hacer un legrado uterino el 15 de diciembre de 2014. "Es un raspaje para sacarte todas las partes que no lograste expulsar. O sea igual me tuvieron que operar. Yo me podía haber hecho esta operación en una clínica privada, pero no tenía cómo. Y como yo no tenía los recursos, tuve que comerme sola toda esta pena y este sufrimiento", culmina. J



