La receta de "Doña Graciela" para estar como lechuga a los 99 años
En 99 años de vida, Graciela Villarroel ha acumulado tantas vivencias que ya ni siquiera las recuerda. No es que su avanzada edad se lo impida; por el contrario, con casi un siglo de vida tienen tanta vitalidad y lucidez como un chiquillo de veinte. El asunto es que cuando se tiene tantas décadas a cuestas es difícil hacer un recorrido breve de una vida llena de aventura.
Nacida el 12 de noviembre de 1915, en el seno de una familia acomodada de Talca, Graciela desarrolló desde muy joven una personalidad valiente y avanzada para sus años.
"Trabajé toda mi vida. Salvador Allende me conseguía pega", dice al empezar la conversación en su casa de San Sebastián, en la comuna de Cartagena.
Como el recuerdo del Golpe de Estado está fresco por la última conmemoración del 11 de Septiembre, le pregunto de inmediato por sus vivencias en la dictadura. "Desde jovencita- cuenta- estuve en el Partido Comunista. Con Allende éramos muy buenos amigos. Él era una gran persona", dice.
tres matrimonios
Como el ex Presidente tenía fama de galán, la consulta lógica es si acaso alguna vez "El Chicho" se hizo el lindo con ella. "No", responde enfática. Pero lo que no hizo Allende, sí lo logró otro hombre. Bueno, no sólo uno. Graciela se casó tres veces y estuvo a punto de concretar una cuarta boda. Entre broma y broma, dice que para su cumpleaños número cien espera "un macho".
Antes de cumplir 20 años ya se había casado por primera vez y se había convertido en madre de su única hija. "Después de eso quedé estéril y nunca más quedé embarazada", recuerda con tristeza.
El matrimonio se extinguió cerca de un año después de pisar el altar. Sin tapujos reconoce que se separó por "motivos sexuales" y se ríe. Él no la satisfacía en la cama.
Volvió a contraer nupcias tiempo después. Su segundo marido era un acaudalado descendiente árabe. Se instalaron en una mansión de Providencia, en Santiago, y comenzó a frecuentar la alta sociedad capitalina. Todo iba bien hasta que un día una acalorada discusión los llevó hasta la separación.
"Fue una tontera. Estábamos discutiendo y él me tiró la servilleta a la cara. Eso me molestó tanto que ahí mismo se acabó todo", confiesa.
-No tenían nada que decirle. Ni tampoco era tan difícil, lo que pasa es que era muy caro. Para mí no era algo malo, era algo elegante.
Siempre confiada en el amor, celebró su tercer matrimonio en la década de los setenta. Lamentablemente, su esposo falleció en 1985 luego de un trágico accidente en una mina en la Región del Maule.
valiente
Con ideas siempre claras en la cabeza, Graciela desafió las convenciones y se integró al Partido Comunista. En la colectividad tuvo la oportunidad de codearse con sus máximos exponentes: Volodia Teitelboim, Gladys Marín, el premio Nobel de Literatura Pablo Neruda, y el ya mencionado Salvador Allende, quien instaló a Graciela en la Caja de Empleados Particulares.
"Llegué a ser jefa de departamento. Después del golpe me degradaron, pero me salvé. Eran tiempos difíciles", relata.
Su residencia de Providencia sirvió de refugio para decenas de personas buscadas por el régimen. Orlando Millas, ministro de Economía de Allende, e integrantes de Quilapayún, entre ellos.
emprendedora
Paralelo a su activismo político, Graciela emprendió con una sombrerería en pleno paseo Ahumada, en Santiago, allí atendió a todas las ricachonas de la época. La entonces señora del general Augusto Pinochet, Lucía Hiriart, era una de sus clientas favoritas.
El negocio murió a mediados de los setenta porque la moda cambió. Las señoras dejaron de usar sombrero y la clientela disminuyó considerablemente.
-No sé. Dios me tuvo lástima y no me ha llevado. Yo diría que la receta es hacer las cosas bien en esta vida. Cuidarse. J

