Tío Memo, la tristeza de un padre que se destaca en la educación y en el folclor
Mayte hoy tendría 25 años. Era su hija mayor, además era su alumna en el Liceo Nacional y su compinche en todas las actividades folclóricas en las que participaba Juan Reyes Arévalo, más conocido como el Tío Memo.
"A mi hija le dolió el estómago y de un día para otro se me fue", cuenta con lágrimas en los ojos este profesor del Liceo Nacional que desde hace 15 años sufre por la muerte de su hija mayor. Tan solo recordar ese doloroso momento, hace que reviva la angustia de la partida que cambió radicalmente su vida y la de su familia.
"En ese tiempo nos pidieron ir a ayudar a un conjunto folclórico del Instituto del Puerto y fui con ella. Allá se comió una empanada y dijo que le dolía el estómago. Al otro día la llevamos al hospital y se suponía que era una gastritis. Al día siguiente la volvimos a llevar al médico y nos mandaron a Valparaíso. Allá nos dijeron que la cosa era complicada y la operaron. La niña tenía una hernia diafragmática que le había perforado el estómago y había hecho una septicemia. A los nueve años mi hija se fue así: de un día para otro", Juan Reyes resume así el episodio que hasta hace pocos años no podía verbalizar por el dolor que le significaba.
Esa es la pena más grande con la que carga este profesor reconocido por estar presente en cada acto folclórico que se realiza en San Antonio.
espacio vacío
El duro proceso que vivió en este duelo fue más difícil al reintegrarse a su jornada laboral y ver el espacio vacío que en la sala de clases del cuarto básico había dejado su amada hija.
Era un proceso tan complicado para él como para sus alumnos, que también extrañaban a su compañera y le mostraban sus fotos y recuerdos al profesor. "Esos momentos de angustia y de dolor fueron muy difíciles. Era una cuestión de todos los días. A veces yo llegaba a la sala antes que los niños y ellos se acercaban cuando me veían triste y trataban de darme palabras de ánimo", comenta.
El puesto de Mayte en la sala de clases permaneció desocupado siempre y el padre-profesor continuó con la jefatura de ese curso hasta que salió de cuarto medio.
"Ahora hay muchos profesionales, profesores, enfermeras, de esa generación que están muy bien", agrega.
Tras quince años de lo sucedido, el tío Memo dice llevar el mismo dolor que sintió el día que su hija partió, aunque ahora puede hablar y recordar lo sucedido con más tranquilidad. "Me imagino cómo estaría ahora, si tal vez yo ya sería abuelo… un montón de cosas. Con el tiempo uno no se conforma, pero aprende a vivir con el dolor de esa situación", reconoce.
Dice que el valor y el apoyo de su mujer, Silvia Durán Reyes, con quien se casó hace 25 años, ha sido fundamental para sobrevivir en este proceso de vida. "Con ella hemos pasado de todo y la comprensión de ella hacia mí ha sido muy importante, porque además tengo muchas actividades y casi no paro. Así es que no paso mucho tiempo en la casa y es ahí cuando me reclama la Male (así llama a su mujer), porque me la paso en una y otra cosa", detalla agregando que de sus hermanos él es el que menos acude a las reuniones familiares debido a la gran cantidad de compromisos públicos en los que participa.
-Justamente. Yo podría decir que sí. Y eso es lo que me reclaman en mi casa. No los niños, porque a los niños también les gusta ir conmigo a todas las actividades, pero mi señora me pide más tiempo en la casa.
Liceo Nacional
Con la camiseta del Liceo Nacional de Llolleo puesta a concho, confiesa que tiene que ser consecuente "yo creo que mi colegio es el mejor, entonces encuentro que sería nada que ver que mis hijos no estuvieran en él". Y es que sus hijos, Juan Pablo de 18 años y María Fernanda de 14 son liceanos al igual que lo fue él.
El tío Memo comenzó a hacer clases cuando tenía increíblemente 10 años de edad. "Me gustaba enseñarle a leer y escribir a los niñitos de mi cuadra", revela describiendo que en ese entonces tomaba un trozo de carbón y una plancha de internit como pizarra para recrear las clases que daba a los otros pequeños en el patio de su casa en Placilla, cuando estudiaba en la escuela del sector.
Desde entonces, mantenía la inquietud por la educación. Una vez que ingresó al Liceo Nacional de Llolleo en primero medio comenzó a ofrecerse como voluntario para hacer clases y cubrir aquellos cursos que por alguna circunstancia quedaban sin profesor.
"De primero a cuarto medio me fui metiendo de a poquito en las clases de otros cursos. Los profesores me pedían que los cubriera a ratos y yo aprovechaba de enseñar", así comenzó a tomar confianza y a ganarse el apoyo de los directivos y profesores del Liceo Nacional.
MEMO
Fue en esos años cuando recibió el apodo de Tío Memo. Su madre le decía Mimo o Mimito y en Placilla era conocido así, hasta que un vecino que también llegó a estudiar al mismo establecimiento lo llamó Memo y se hizo conocido con ese nombre. De esta forma, mientras cursaba tercero medio y también daba clases, una profesora quiso marcar la diferencia entre este alumno que daba clases y los niños que aprendían. "Él no es el Memo. Él es el tío Memo y así tienen que decirle", cuenta que dijo la maestra y que paulatinamente se fue ganando el respeto de los demás niños que lo valoraban como profesor.
Con 33 años como profesor de Educación General Básica y siempre trabajando en el Liceo Nacional, el tío Memo dice haber perdido la cuenta de la cantidad de alumnos que ha tenido.
Fue elegido uno de los cincuenta mejores profesores de Chile en Excelencia Docente y a pesar de agradecer este reconocimiento, dice que lo que más lo motiva es el abrazo de los niños y el afecto de ellos cuando aprenden.
"He tenido muy buenas ofertas de trabajo en otras partes, pero no cambio mi liceo. Yo quiero mucho a este colegio", indica con absoluta convicción.
-Siempre saludo a mis alumnos con un beso. Soy bastante exigente, pero también creo que les entrego cariño y eso lo valoran. Siempre he creído que hay que entregarles educación, pero con alegría, con felicidad. Yo tendré miles de problemas, miles de dificultades, pero cuando llego al colegio se me olvida todo eso y trato de hacer una clase dinámica, agradable para que los niños aprendan y si no aprenden hoy día lo hacen mañana, porque ese es mi compromiso con la educación.
folclor
Una experiencia casi traumática vivida en su enseñanza básica marcó su afición por el folclor.
Una vez que se preparó insistentemente para una importante presentación de baile y el día del evento no pudo bailar, porque su pareja no asistió. Cuenta que nunca se rindió y le tomó cariño al folclor.
"Cuando vio (la profesora) que no podía bailar me pasó un bombo y acompañé la presentación de todas maneras, así me fui metiendo en el folclor también", dice.
Ahora participa activamente en el Conjunto Folclórico Puerto San Antonio que cumplió 41 años de vigencia en la zona, es profesor del Conjunto Foclórico Las Orquídeas de la Viuda 10 en Llolleo y también dirige el Conjunto Folclórico del Liceo Nacional de Llolleo.
En estos días suda la gota gorda trabajando en la tradicional ramada "La Chingana de Oña Zoila viuda de On Sigi", que lleva 32 años como ramada oficial de San Antonio.
Allí lo podemos ver como integrante del grupo folclórico y bailarín, pero también atendiendo las mesas y trabajando para su agrupación. Además de la serie de actividades como esquinazos y presentaciones folclóricas en distintas partes de la provincia. J