Irma es policía y abogada, pero también pega fuerte
Irma García, apodada "Torbellino" por un reportero mexicano, nunca tiene miedo. No lo tenía cuando cuidaba la vida de hombres y mujeres que no conocía. No lo tiene cuando trabaja como policía. Y no lo tiene, tampoco, cuando boxea. Es, anuncia, una mujer aguerrida.
¿Sus compañeros policías le temen, Torbellino? "No, me respetan, me tienen cariño", responde. ¿Y sus colegas boxeadoras?, insistimos. "No, pasa que en el ámbito policial me conocen como la boxeadora y para los boxeadores soy la policía. Pero es muy padre, me respetan, me dan energía", dice Irma, una mujer que reboza paz.
Explica que estudió derecho para ayudar a la gente. Y que luego entró a la policía por dos razones: seguir ayudando a la gente (obvio) e investigar crímenes complejos. Ambas son, afirma, profesiones perfectamente compatibles.
Con delicadeza, le insinuamos a Irma que la policía mexicana tiene fama de corrupta. Le aclaramos, eso sí, que nosotros no pensamos eso (¡es lo que se dice, Irma!, nos defendemos). Y ella, la boxeadora, ensaya un respiro levemente agitado. A los segundos, retomada la tranquilidad, explica que no. Que es una institución limpia. Y que la culpa es de unos cuantos seres inescrupulosos. "A lo mejor sí hay corruptos porque se logran infiltrar, pero también hay funcionarios honestos, como tu servidora, que tratamos de aportar al país", dice.
Defiende, también, a México. Y jura que no es un país violento. Al menos no tanto como lo califica la televisión. Es, explica, una estigmatización. Una mancha que a ella, una servidora pública en extremo honesta, patriota y muy intelectual, le duele en el alma. J