"Preferiría vivir debajo de un puente, pero vivir con agua. He pensado en matarme producto de la desesperación. No tengo cómo bañarme. Mis hijos, mis preciosos hijos, no pueden bañarse como cualquier otro joven de su edad. Me duele no tener agua para lavarle la cara a mi guagüita", dice Isis Villanueva entre lágrimas.
Esta vecina de El Quisco sufre una fuerte depresión a causa de las complicaciones que, a sus cortos 36 años, la tienen pensando en un desenlace mortal.
Hace quince años le encontraron dos tumores en el cerebro. Está bien con ellos, pero sabe que tarde o temprano le quitarán la vida.
Además, sufre de una discapacidad física que no le permite desplazarse con normalidad. Tiene que andar con una muleta en la mano y el balde de agua en la otra.
A pesar de todos sus problemas de salud, lo que más le complica es la falta de agua potable en su casa de la comunidad "El Leoncillo", en la mencionada comuna del Litoral Central.
"Yo era de San Antonio. Tenía un departamento en el sector de Bellavista Holanda, pero por mi discapacidad el Serviu me dejó venderlo y cambiarme al Quisco, a un ambiente más tranquilo. Eso fue hace diez años", cuenta.
"El problema es que acá no hay agua. Al principio no fue tan complicado, porque la municipalidad nos ayuda entregándonos en un camión. De las cañerías casi no sale agua y nadie quiere ayudarme", alega.
"No quiero que nadie me dé las cosas, yo puedo pagar mi consumo, pero no tengo para pagar $4 millones y medio para tener un empalme solo para mí. No tengo ni para terminar mi casa todavía, menos voy a tener para hacer algo así de caro", añade.
una hora lavando
"Me demoro más de una hora en lavar la loza, con la ropa tengo que ir a otras partes. Son cosas domésticas que uno quiere hacer y que se hacen en todas las casas, pero que yo no puedo hacer. Me complica mucho más por mis hijos, porque ellos no tienes que pasar por esto. Tengo tres. Dos son estudiantes y el más pequeño tiene solo dos años", detalla la mujer.
Isis reconoce que tal vez no estaría tan agobiada si estuviera al ciento por ciento, pero tristemente no es así. "Soy 70 por ciento discapacitada por los dos tumores que tengo en la cabeza", relata un poco más recuperada.
"No me gusta hablar de eso por respeto a mis hijos. Para ellos es difícil pensar que existe la posibilidad de que yo me muera por eso", reconoce y se toma una pausa larga para respirar y contener el llanto.
"No me puedo quedar así, de brazos cruzados. Las cosas que hago las hago por mis tres hijos y por mi esposo. Somos cinco en esta casa. Hace dos años me dio el último ataque (así le llama a los profundos estados depresivos en los que cae a raíz de sus demás complicaciones médicas) y no puedo volver a flaquear", admite la sacrificada madre de El Quisco, que lo único que pide es que las autoridades le den una mano para que el agua potable pueda llegar a su casa. J