Juana Ortega, la esforzada madre que le ganó a la adversidad y la pobreza para convertirse en escritora
Juana Ortega es una mujer de carácter fuerte. No tiene problemas en decir frente a frente qué le gusta y qué no. Es crítica de quienes hablan mal, de la autoridad y de quienes, a su juicio, no hacen bien su pega. Probablemente tampoco le guste este perfil, porque, imagino, a ella como escritora le hubiese gustado que fuese de otra manera, con otras palabras, con otros énfasis. Como sea... aquí va.
Aunque lleva una vida escribiendo, no fue hasta el 2007, cuando ya entraba en la sexta década de vida, que se aventuró a escribir de manera profesional.
Por insistencia de un amigo ingresó a un concurso de cuentos sobre la Matanza de la Escuela Santa María de Iquique que organizaba la universidad Arcis, pero no ganó. Lo hizo una profesora con un cuento casi idéntico. Juana pensó que le habían copiado su creación, que de alguna manera le habían hecho una pillería, pero no reclamó, sino que por el contrario, le dio el impulso para seguir escribiendo.
En 2014 se adjudicó uno de los fondos concursables del Centro Cultural de San Antonio y pudo dar a luz su primer libro: "Las aventura de Col y sus amigos", un texto infantil que está basado en sus propias vivencias.
La "historia del bichito", como describe ella, aspira a ser la primera de muchas. Actualmente trabaja con un poeta popular para dejar por escrito sus composiciones musicales y espera, con un poco de suerte, que muchos otros cantores se sumen a la iniciativa.
escritora tardía
Madre de dos hijos, el camino de Juana para llegar a convertirse en escritora demoró un largo tiempo.
El talento siempre estuvo, pero más joven la prioridad era llevar el pan a la boca de sus pequeños.
"Me tuve que poner a luchar por la vida. No a trabajar, a luchar", dice la mujer haciendo una distinción entre ambos términos. "Hice de todo. Qué no he hecho", se pregunta Juana al ser consultada sobre cuántos trabajos tuvo que emprender luego de separarse en la década de los setenta, tras cinco años de matrimonio.
"Yo siempre he sido de San Antonio, pero me casé y me fui a Valparaíso. Me tuve que devolver después a criar a mis hijos y a salir adelante por ellos", recuerda. "Pasamos momentos económicamente muy difíciles. Para las mujeres separadas y con hijos era difícil, y bueno, ahora también", asegura.
siempre estudiando
A pesar de que el tiempo y el dinero escaseaban, aprovechó todas las oportunidades que tuvo para aprender más. "Iba a lo que fuera sin pagar, porque con dos cabros chicos no se podía de otra manera", cuenta.
"Cuando todavía ni aparecían los computadores, ya había hecho un curso de computación en un instituto que había acá en San Antonio. Esto fue en los ochenta, no se habían masificado como ahora que están en todas partes", rememora.
"Después estuve trabajando en la Pullman Bus, y como tenía la facilidad de viajar a Santiago sin pagar el pasaje, aproveché de ir a un curso de inglés", agrega.
"Estudié de vieja, se podría decir. Hice el sexto de humanidades (cuarto medio antes de la reforma de los años sesenta), después me casé, volví y desarrollé distintos trabajos, y cuando podía estudiar lo hacía. Me gusta eso. No quedar en la ignorancia. Tal vez es feo que lo diga, pero quiero ser mejor que el promedio de la gente".
Entre risas recuerda que su gusto por aprender es tan grande que cuando era solo una niña de entre 16 y 17 años, ingresó a un internado en la comuna de Recoleta, en Santiago, para profundizar su facilidad con las matemáticas.
Contradictoriamente, en un principio no se dio cuenta de su talento por la literatura y siempre tuvo más interés por los números.
"Una vez un amigo me preguntó qué chucha hice yo estudiando matemáticas", confiesa alegremente.
CRITICA
Hacia el año 2007, cuando Juana decidió emprender en el mundo de las letras, ya estaba inmersa en el área social. Había hecho varias apariciones en medios locales criticando el funcionamiento del hospital Claudio Vicuña y de la calidad del agua; y sus duras cartas criticando a la autoridad y a los sanantoninos habían sido impresas decenas de veces en diario El Líder. Era conocida por la prensa, pero su historia era aún desconocida. Eso, hasta ahora.
"No me gusta que me digan criticona. Pero me gusta decir de frente las cosas cuando estoy muy segura de que es cierto lo que estoy hablando. Son siempre en buena onda eso sí, pero no me pisen los callitos porque ahí me desato", reconoce.
"No solo me gusta criticar a las autoridades, porque también es cierto que a veces la propia gente tiene responsabilidad en los problemas que nos afectan. Pasa eso, por ejemplo, con el tema de la basura de San Antonio. La gente es muy sucia. No aprenden nunca que hay que mantener la limpieza. Si esta ciudad es de todos".
En la actualidad sigue siendo una dura "opinóloga". Es invitada frecuente de radio Chilena y a Canal 2. Además, sus cartas siguen apareciendo hasta hoy en nuestro matutino.
Reconoce su carácter fuerte, sin embargo, para muchas personas se muestra como una mujer más que afable.
la música
Por si eso fuera poco, Juana también destaca en el coro Puerto San Antonio con el que llenó el Centro Cultural hace unas semanas. "Tuvieron que llevar más sillas. Fue súper emocionante. Ningún artista de San Antonio había logrado algo así", afirma con emoción.
"Lo que pasa es que me gusta mucho la música. Escucho de todo, siempre y cuando no sea muy estruendosa. Yo debí ser música, pero no fui".
Por esa misma razón es que también se declara como una amante del folclor. Hace cinco años integra el club de Cueca Mario Zamora, donde demuestra los pasos aprendidos en el baile. "Yo tengo mi propia forma, mi propia cueca", sentencia.
Y por último, Juana, autodefinida como poeta popular campesina, trabaja ahora para recolectar la tradición del campo que hasta hoy solo se guarda en la memoria de la gente de campo.
"Estoy escribiéndole a uno (un campesino) y ojalá se pueda a alguien mas. Porque es algo que se debe guardar", finaliza.
Si todo sale bien, el nombre de Juana Ortega seguirá conquistando el mundo de los libros. Es solo cosa de voluntad y esfuerzo, dos cosas que nunca le han faltado. J