Abuelitos de Cartagena se salvan de estafa telefónica
"Todavía no puedo creer que haya gente tan mala", dice Ester, de 78 años; mientras Antonio, su marido, la observa detenidamente.
Ambos vivieron el susto de sus vidas, cuando desconocidos los llamaron por teléfono a su casa, ubicada en Cartagena, para decirles que uno de sus nietos había provocado un grave accidente en Santiago.
Ester reconoce que sus hijos le habían advertido sobre estas estafas, pero ella jamás se imaginó que le tocaría vivir una situación tan desagradable. "Cuando me dijeron que mi nieto Jorgito había chocado, casi me morí y la verdad es que nunca me acordé de las advertencias que me habían hecho mis hijos", confiesa la abuelita.
Estas advertencias nacen de una situación de similares características que la pareja había vivido hace un tiempo, cuando falsos trabajadores de una empresa de cable intentaron robarles. "Esa vez nos salvamos de milagro", reconoce Antonio.
En esta ocasión, estuvieron a punto de perder sus ahorros, pero gracias a la oportuna intervención de unas vecinas, los delincuentes no pudieron concretar la estafa. "Me dijeron que Jorgito debía pagar 200 mil pesos para no irse detenido. Yo les dije que tenía el dinero y que me dieran la cuenta del banco para ir a depositar de inmediato. Como salí tan apurada, no me di cuenta que andaba sin carné de identidad así que cuando llegué al banco no pude sacar los ahorros", explica Ester.
Cuando regresó a su casa, unas vecinas la vieron tan nerviosa que se acercaron para ver qué le pasaba. "Cuando les conté a mis vecinas lo que me había pasado, ellas me dijeron que era una estafa. Mi marido se contactó con mi nieto y ahí se dio cuenta que todo estaba bien y que jamás había sufrido un accidente. A mí me costó harto creer que todo era mentira porque ellos sabían muchas cosas de Jorgito".
Los delincuentes continuaron llamando al matrimonio durante todo el día, pero ellos decidieron no contestar el teléfono. "Mis vecinas me dijeron que esas llamadas las hacen desde la cárcel, pero se supone que los presos no tienen teléfonos por eso aún me cuesta creer que sea una estafa", reconoce Ester. J