Javier Hernández, el multihombre que se gana la vida como suplementero, comerciante, jardinero y limpiapiscinas
Javier Hernández Valdenegro (51) aún no terminaba el colegio cuando empezó a ayudarle a su hermana en la venta de diarios por todo Santo Domingo. "Ella tenía un quiosco al costado del supermercado El Golf (hoy Unimarc) y yo junto a otros hermanos le ayudábamos a entregar los diarios en toda la comuna".
Reconoce que fueron años muy bonitos porque la gente esperaba con ansias la llegada del periódico a sus casas para así enterarse de todo lo que estaba pasando en el país. "A veces llegábamos a vender dos mil ejemplares de El Mercurio en un solo día. Hoy con suerte vendo 200 los fines de semana. Eran tiempos bien bonitos y también muy agotadores porque todo el recorrido lo hacíamos a pie".
Dice que desde muy pequeño andaba buscando en qué trabajar, principalmente porque en su casa eran ocho hermanos, y el dinero que ganaba su padre no alcanzaba para mantenerlos a todos. "A veces iba al colegio y todos mis compañeros llevaban plata, menos yo porque mi papá no tenía, así que por eso comencé a trabajar. Después de repartir los diarios en las mañanas, en las tardes me iba al club de tenis a recoger pelotas".
-Claro que era agotador, pero gracias a este trabajo también puedo decir que conozco Santo Domingo de río a río, algo muy importante si consideramos que yo soy nacido y criado en este lugar.
su primera bici
Gracias a la ayuda de un carabinero, Javier logró adquirir su primera bicicleta y así dejar atrás horas de caminatas. "Este carabinero trabajaba en Santo Domingo y siempre me veía caminado. Un día se me acercó y me dijo que tenía una bici y que me la podía vender en cuotas. Eso alivianó mucho más mi trabajo, lo debo reconocer. Después me compré una moto y ahora ando en una camioneta.
-Sí, mucho. Ahora está mucho más bonito y poblado que antes. Eso me gusta mucho porque antes era muy apagado, aunque hay que reconocer que esta es una de las comunas más lindas del litoral.
Han pasado 42 años desde que Javier se inició en este oficio que, para él, es uno de los más bonitos del mundo, pero que lamentablemente tendría sus días contados. De hecho, él es uno de los últimos suplementeros que van quedando en la comuna.
"Ya nadie puede vivir de este oficio. Por eso los jóvenes ya no quieren dedicarse a la venta de diarios. Mi hijo mayor, por ejemplo, es profesor de música y el más chico, no piensa en ser suplementero, y la verdad es que tampoco me gustaría que se dedicaran a esto porque es muy sacrificado. Uno como papá quiere que sus hijos tengan una vida mucho mejor de la que uno tuvo. Por eso les di educación", dice orgulloso.
"Con las suscripciones y la llegada de internet, la venta de diario ha disminuido considerablemente. Por eso creo que los suplementeros tenemos los días contados", reconoce.
no deja el oficio
"Pero a pesar de eso yo no pienso dejar este trabajo. A veces mis hijos me dicen que no siga, pero he tenido tanta suerte con mis clientes, que no me gustaría dejarlos solos porque cuando he tenido problemas, ellos siempre me han ayudado", agrega.
Además gracias a este oficio, confidencia este vecino de la población Las Hortensias, logró sacar a su familia adelante. "Mis hijos fueron educados gracias a este trabajo, por eso me daría pena dejarlo".
jornada
Javier comienza su jornada a las 6 de la mañana, cuando retira los diarios desde las agencias. Una hora después, este vecino de Santo Domingo empieza con la entrega a unas doscientas casas.
-El Mercurio es el que más se vende al igual que diario El Líder, sobre todo cuando hay noticias más locales como lo fue la tragedia de Cuasimodo en Semana Santa (murió el cuasimodista José Araos tras desbarrancarse la carreta que él mismo guiaba). Ese día el diario se agotó en toda la comuna.
-He tenido que buscar la forma de sobrevivir. Por eso durante los veranos me instaló con un puesto de venta de frutas y verduras camino a Santa María del Mar, el cual atiende mi señora. Si me hubiera quedado sólo con la venta de diarios, jamás podría haber educado a mis hijos".
como hormiga
Javier dice que él y su mujer son como hormiguitas, porque mientras la mayoría disfruta de sus vacaciones en el verano, ellos trabajan para el invierno. "En esta época el quiosco sólo lo abro los fines de semana, porque el resto de los días no anda nadie, en cambio en el verano, casi ni descanso. Afortunadamente mis dos hijos también me ayudan porque yo no podría estar en todos lados".
Este santodomingano se destaca por ser un hombre muy trabajador. Además de su trabajo como suplementero y comerciante, en las tardes se dedica a la mantención de jardines y piscinas.
"La verdad es que siempre ando buscando qué hacer y fue así como me puse a trabajar en jardinería. En las mañanas vendo el diario y en las tardes me dedicó a los jardines y a las piscinas", comenta.
"Tengo energía para rato, así que mientras pueda seguiré trabajando. Además mi señora, quien también me apoya harto, se dedica a preparar empanadas de pino", agrega.
-Los lunes descanso y ese día aprovecho para hacer mis cosas o algunos trámites. Los fines de semana también salgo, pero sólo en invierno porque en el verano hay harto trabajo.
Lamentablemente no todo ha sido felicidad para este santodomingano. Hace unos años, la falta de recursos lo llevó a trabajar al puerto. Dice que fue una experiencia muy bonita porque "yo no era bueno para ir al colegio, pero a pesar de eso siempre me ha gustado aprender cosas nuevas, por eso acepté trabajar en eso".
En medio de las faenas portuarias, el trabajador sufrió un grave accidente en su pierna derecha, lo que le impidió volver al terminal. "Fue una época bien dura para mí y para mi familia porque yo llegué al puerto en busca de un mejor trabajo y al final terminé accidentándome".
"Al final pasé dos meses internado en el IST. Debido a la gravedad de la lesión tuve que dejar el puerto y seguir repartiendo diarios", recuerda tristemente.
Pero "El Laucha", como también lo conocen en la comuna, es un hombre fuerte y aguerrido. Logró dar vuelta la página y volver a ponerse de pie.
"No fue una recuperación fácil porque al final tuvieron que colocarme unos fierros en la pierna, pero gracias al apoyo de mi familia, de mis clientes y de mis patrones pude recuperarme". J