Benito Cavieres recuerda cómo se gestó la población La Hornilla de Santo Domingo
El 7 de septiembre de 1985 Benito Cavieres se despertó feliz y satisfecho. No era una mañana más en su vida ni en la de 125 familias sanantoninas. Tras 16 años ininterrumpidos de lucha, por fin cortarían la cinta protocolar que daría el vamos a la inauguración de las población Villa La Hornilla en la comuna de Santo Domingo.
Cerca de 400 personas durmieron aquella noche en su casa propia. Bernardo Cavieres era el presidente de la cooperativa de viviendas Villa La Hornilla Limitada. "Aquella mañana muchos lloramos, porque era una emoción muy grande. Fueron varios años y procesos los que tuvimos que pasar para tener las llaves de nuestras propias casas", afirma Cavieres, quien a sus 78 años, recuerda como si fuera ayer aquel día en que cambió la vida de aquellas 125 familias que se instalaron entre las calles Los Cerezos, Las Hortensias y Los Maitenes.
Pero para llegar a la mencionada ceremonia de inauguración del 7 de septiembre de 1985 los beneficiarios tuvieron que empezar a luchar desde abajo. Incluso contra la mala voluntad de la comunidad de Santo Domingo que veía con malos ojos el arribo de estos nuevos vecinos. "Nos miraban en menos, de arriba hacia abajo, porque creían que nosotros veníamos a hacer desorden y eso nunca ocurrió. Con los años los mismos que nos criticaban se venían a dar vueltas a nuestra población para ver cómo era", recuerda Benito Cavieres.
desde rancagua
El 24 de abril de 1937 nació en Graneros (sexta región) Benito Cavieres. Junto a su familia llegaron en 1945 a Santo Domingo, para vivir en un fundo. Su educación la realizó en la escuela Industrial de Melipilla, donde se especializó en Carpintería, Construcción y Mueblería.
En 1957, ingresó a la escuela de ingenieros militares de Tejas Verdes, desde donde salió como cabo reservista siendo calificado con nota siete.
A los 22 años aprovechó una oferta laboral de la mina El Teniente, y se fue a vivir al campamento minero de Sewell, con 16 mil habitantes. "Era la ciudad de las escaleras. Bajar era algo rápido, de hecho había una técnica para hacerlo más fuerte. Pero subirlo era lo más cansador", reconoce entre risas don Benito.
Su aventura en Sewell se extendió hasta 1965. De vuelta en el Litoral Central, comenzaría a trabajar en el astillero Montemar, en el puerto sanantonino. Fue en ese lugar donde Benito comenzó a pensar en sueños mayores: tener una casa propia. Y mejor aún, tratar de conseguir un terreno donde se pudiera construir los hogares de otros compañeros de trabajo en el astillero.
el club de los 15
Fueron 15 los trabajadores que motivados por Benito Cavieres decidieron en 1969 comenzar un proyecto cuyo gran objetivo era el de tener una casa propia.
La primera reunión para trazar las primeras líneas fue en la casa del gerente de la empresa Montemar, en Santo Domingo. Tras varias citas en dicho lugar, las convocatorias cambiaron a una sala del colegio Helen Lee Lassen.
A finales de 1969, eran más de 80 las personas que asistían a las reuniones. El grupo original de 15 trabajadores se había agrandado de forma considerable.
"Pero nunca hicimos distinciones ni pusimos problemas para las personas que se iban sumando en el camino. Hubo en esa época una importante migración del campo a la ciudad, y esas familias necesitaban una casa para vivir", agrega Cavieres.
Ya decididos en conseguir el objetivo, se organizaron para pagar 68 cuotas de 16 pesos, que serían depositadas mes a mes a la Corporación de la Vivienda (Corvi), organismo que actualmente vendría siendo el Serviu.
Además, en paralelo tuvieron que formar una cooperativa con la que obtuvieron personalidad jurídica. La bautizaron cooperativa de viviendas Villa La Hornilla Limitada.
Tras un intento fallido por comprar un terreno perteneciente a Fernando Echeverría, ya que el monto era demasiado alto, se encontraron con el terreno donde actualmente se ubica la población La Hornilla.
"Nos reunimos en la Santiago, en la casa de la diputada Juanita Dip, junto a la albacea, el abogado y el cuñado de la dueña del terreno. Lo más anecdótico es que cuando fuimos a Santiago junto a otro integrante de la cooperativa no teníamos ni para la micro, y tuvimos que conseguirnos con don Patricio Ortega quien tenía un negocio de repuestos en Llolleo", recuerda un risueño Benito Cavieres.
46 hectáreas
Tras aquella anécdota, y luego de una larga reunión, saldría humo blanco, y finalmente por 117 mil 500 pesos, la cooperativa obtendría un terreno de 46 hectáreas en la comuna de Santo Domingo.
Exactamente 198 personas celebraron aquel gigante paso logrado en 1971, el que sin embargo aún tendría traba en el camino. El alcalde de la época en la comuna parque Enrique Manzur congeló el Plan Regulador y recién en 1979 pudieron volver a la carga.
Fue la constructora Tabolango la que comenzó las obras en 1983, luego que la cooperativa regularizará y llevara a cabo el proyecto de urbanización, de alcantarillado y de agua potable.
Las obras duraron exactamente 11 meses, y sus trabajadores fueron en su mayoría de la zona. Tras el corte de la cinta en 1985, la fiesta fue en grande. Estaban invitadas las autoridades de la época, pero los invitados de honor eran los nuevos propietarios de las casas construidas.
"Cuando estábamos reunidos con la señora dueña del terreno, le dije que aunque no nos vendiera el lugar, íbamos a tomarnos el terreno igual. Fue pequeña forma de presionar, la que después resultó, ya que el terreno lo compramos a un precio bastante conveniente", afirma Cavieres.
tres décadas
Treinta años han pasado desde que se entregaron las 125 casas de la población La Hornilla ubicas entre las calles Los Cerezos, Las Hortensias y Los Maitenes. Hoy Benito Cavieres vive junto a su esposa Antonia Mónica Menares, en una de las calles de la población que él mismo proyectó para construir.
Tranquilo, mientras disfruta de su hermoso patio lleno de rosas y árboles frutales, además de la compañía de su familia, recuerda con orgullo y emoción aquellos años en que cada mañana se levantaba con la esperanza de algún día lograr la casa propia para las familias que así lo necesitaban. Sueño que aquella mañana del 7 de septiembre de 1985 pudo hacerse realidad, en el día más importante para 125 familias sanantoninas. J
"Nos miraban en
menos, de arriba
hacia abajo,
porque creían
que veníamos a
hacer desorden".