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Viejos portuarios tuvieron un emocionante regreso al puerto de San Antonio 30 años después

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Los ojos se Rogelio Becerra se llenan de emoción y asombro.

A medida que el bus se interna por los diversos sectores del puerto de San Antonio, este antiguo estibador se sumerge en una imaginaria máquina del tiempo que lo hace retroceder al menos 4 años.

De regreso a esa época cuando a punta de pala debían vaciar las bodegas de los grandes buques que llegaban desde distintos lugares del mundo hasta este terminal marítimo.

A un costado del mismo bus, Oscar González, observa con mucho interés los trabajos que se realizan en la explanada para la futura puesta en marcha de las nuevas grúas Gantry que llegaron recientemente a este puerto y que lo pondrán cada vez más a la vanguardia en temas de transferencia de carga en el continente.

Por momentos, González acomoda sus lentes de sol para ver mejor cómo ha cambiado el lugar donde trabajó gran parte de su vida y prácticamente toda su juventud.

Allí conoció a compañeros de trabajo que recuerda con cariño y tuvo las principales vivencias que lo han marcado en estos 84 años de vida.

Oscar y Rogelio son estibadores antiguos, de esos de fuerza, de pala, de saco al hombro, de largas jornadas fuera de casa, de los de antaño.

Oscar y Rogelio junto a otros 7 estibadores regresaron al puerto de San Antonio, después de al menos 30 años.

Todo se logró gracias a la gestión de dirigentes de la junta de vecinos de Villa Italia, quienes reunieron a 9 estibadores de los 14 que fueron parte del grupo original que dio vida a lo que hoy se conoce como Villa Italia en la parte alta de la ciudad.

Como una forma de recordar viejos tiempos y una época que no volverá, el grupo contó con el apoyo de Puerto Central para sumergirse en esta experiencia llena de nostalgia.

recorrido

Es por eso que los exportuarios estaban tan entusiasmados: un recorrido por el puerto de sus amores.

A mediodía se reunieron en la sede de Villa Italia y se dirigieron en un bus hasta el puerto. Allí al ingreso del terminal marítimo, los recibió el encargados de asuntos territoriales de Puerto Central, Marcelo Muñoz, quien rápidamente los "sumergió" en la nueva realidad que vive el puerto en el sector de la concesionaria que por estos días cumple 4 años de presencia en el puerto.

De inmediato les comentó de los trabajos en el nuevo muelle Costanera, explicó el proyecto, los costos económicos que implica, los grandes cambios que está experimentando el puerto, la ampliación hacia lo que alguna vez fue la playa Montemar, etc.

"Sí, aquí estaba la playa. Era bien buena. Ya no queda nada", comenta alguien por ahí.

La ampliación del muelle no da espacio para playas, ni menos para recuerdos. Son cosas de la modernidad.

Adentrándose por el puerto, los antiguos estibadores recordaron las bodegas que antes guardaban variadas cargas en sus entrañas.

"Está todo cambiado, Nada que ver como antes", era el análisis general.

"Ya no queda nada de las pesqueras...".

Muñoz continuaba comentando sobre las nuevas grúas Gantry, las que están en proceso de instalación con un equipo de profesionales especializados de origen irlandés y argentino.

Habla de la cantidad de personas empleadas, de los esfuerzos por transferir más y más carga, de la cantidad de contenedores que se movilizan por este lugar cada año... Y parece que a los antiguos estibadores les están hablando de cifras increíbles "porque en sus tiempos la cosa no era así", dicen.

Al bajar un instante del bus y tomarse la fotografía para el recuerdo, comentan sobre las faenas que realizaban, de cómo quedaban de negros al sacar el carbón a palas desde las bodegas de los buques, de cómo manejaban el cobre a mano limpia, sin guantes, cascos ni menos zapatos de seguridad. De cómo se echaban los sacos al hombro para ganarse el pan.

A estas alturas los rostros de emoción pasaron a ser de alegría. Los recuerdos de las tallas, de los apodos de los compañeros de trabajo, de las largas jornadas de jolgorio, de las "mañas" de cada uno, volvieron a aflorar y toda esa pega bruta de años atrás pasó a ser sólo una anécdota... Una feliz anécdota.

satisfacción

Oscar González Vargas tiene 84 años de edad y mostró su satisfacción por los recuerdos. "Estuvo todo muy lindo, pero nada, nada se compara a como trabajábamos antes. Todo es distinto, todo está nuevo. Antes uno ni se imaginaba tener grúas como las que hay ahora. Yo era estibador y trabajábamos a bordo movilizando cobre, carbón. A pura pala nomás", contó.

"Hace 35 años que no entraba al puerto, prácticamente desde que me fui. Al principio uno lo echa de menos, porque pasó su juventud ahí. Me casé, tuve mis hijos, pero pasa el tiempo y uno se va. Con tiempo van muriendo todos esos amigos que tuve en esos años. Le doy gracias Dios porque todavía estamos acá", contó.

Rogelio Becerra tiene los mismos 84 años de Oscar y es conocido porque además de su labor como estibador, cumplió una amplia campaña como deportista en San Antonio.

Defendió por más de 30 años el arco de varios clubes del fútbol amateur en la ciudad y de ahí que se hizo conocido como el "Pirulo".

"Fue una cosa muy linda volver al puerto. Imagínese a la edad que tiene uno, recordar esos tiempos fue como ir al pasado", relata.

-Las grúas nuevas. Esas grandes.

-Uh, mucho más chicas. Se podían apenas las tinas que pesaban mil kilos.

-Nosotros debíamos tomar esas tinas y tumbarlas. Todo a mano. Yo fui huinchero. Trabajamos en la cubierta de los buques. Estuve 20 años, pero también trabajé 15 años en las pesqueras.

-Bueno, la pega había que hacerla a pura fuerza nomás, pero me acuerdo de esos sacos de concentrados que llegaban. Los debíamos agarrar con unos ganchos y echarlos pa'rriba. Era bruta esa pega, pero con el tiempo había que acostumbrarse nomás. También trabajábamos en el carbón, rematábamos los buques, después se hizo el sistema de turnos. Nosotros no. No nos íbamos hasta que sacábamos todo. Y en esa época sólo usábamos un saco sobre la cabeza.

-No. Nada. Nada de cascos.

-Sí. Cuando teníamos un buen grupo todo era risas... Imagínese que yo era el más callao, jajaja.

Gratos recuerdos tiene Rogelio Cornejo. "Soy del año 1932 y entré cuando tenía 17 años. Ahora tengo 83, así es que saque la cuenta nomás. Si nosotros hubiéramos tenido las grúas y el muelle que hay ahora quizás cuántas cosas hubiéramos hecho. El problema es que en esos años uno trabajaba prácticamente como anima. Era muy bruta, no teníamos ropa adecuada. A veces hacíamos huelgas para que nos dieran cosas, peleábamos, discutíamos, nos parábamos", recuerda.

Es curioso ver a personas de más de 80 años emocionarse con un recorrido por el puerto. Hombres duros que se hicieron un futuro gracias a la fuerza de sus brazos, tienen un espacio en su corazón para el puerto donde pasaron sus años de juventud. J

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