En el nombre de Dios: ¿Por qué bautizarse a los 68 años? Acá la historia de María Eugenia
María Eugenia Piteau del Canto se enteró recién este año, a sus 68 primaveras, que no estaba bautizada. "Yo pensé que sí. Porque mi hermano sí lo está. Pero me llevé tremenda sorpresa cuando supe que no estaba bautizada".
Aparte de este sacramento, esta vecina de La Hornilla en Santo Domingo, no ha recibido ningún otro sacramento, pese a declararse una persona religiosa.
"Hasta por ahí no más. No soy mucho de ir a misa los domingo. Es entre flojera y que me dedico a mi casa, pero siempre he creído en Dios y en la religión. Pese a que los curas no se portan muy bien. Pero eso es otra cosa que nada tiene que ver con mi creencia", declara.
María Eugenia nunca se casó. "No encontré nunca un hombre que me entregara todo lo que quería. Siempre le tuve miedo al matrimonio y a los hijos. Tuve hartos pololos, pero nunca di el paso siguiente. A lo mejor fue porque mis padres eran separados".
A los 8 años, María Eugenia vio cómo su madre: Evelina del Canto, echó con viento fresco a su padre, René Piteau, de la casa que tenían en Santiago.
"Mi papá siempre fue mujeriego. Mi abuelo también... Fue hereditario. Mi mamá se aburrió de él y un día que pelearon mi papá se fue de la casa, como lo hacía siempre, y mi mamá le tiró todas sus cosas por la ventana", cuenta.
Así Eugenia, como le dicen sus cercanos, se crió toda su vida con su madre, quien se desempeñaba como profesora. Sin embargo, el alejamiento de su padre les trajo, a ella, a su madre y a su hermano, una enorme inestabilidad económica.
"Con mi papá vivíamos muy bien. Él era mecánico y le iba excelente, pero mi mamá no le aguantó más sus infidelidades y lo echó de la casa. Luego de eso pasamos muchas penurias económicas", confiesa.
Seis años después, el padre de María Eugenia falleció. "Fue un dolor muy grande y desde ese entonces me fui preparando para que cuando mi madre muriera no fuera tan difícil de soportar. Cuando murió mi papá, yo tenía 14 años y fue terrible".
NOVIEMBRE INOLVIDABLE
María Eugenia nació un 18 de noviembre de 1946. Recuerda que todos los años celebraba su cumpleaños junto a su familia y amigos. Era una tradición .
A sus celebraciones llegaban amigos, sus colegas del Registro Civil y algún pinche con el cual estaba saliendo. "Lo pasábamos muy bien. Como era soltera, entre comillas, siempre me gustó salir con amigos, ir a fiestas. Pero eso después cambió", cuenta con un dejo de tristeza y añoranza.
Un día como hoy, pero de 1996 falleció la única persona que María Eugenia realmente amaba. Fue su amiga, compañera, confidente y madre. Evelina se desplomó frente a ella y nunca más reaccionó.
"Estaba en mi casa. Yo estaba en mi pieza cuando de repente escuché que mi mamá me llamaba. Me acerco a su habitación y la veo con la mirada fija. Me mira y se desplomó. Fue un infarto fulminante el que sufrió", recuerda.
La muerte, como en la mayoría de las ocasiones, llegó de improviso. Sin aviso. Dejando una pena y amargura enorme en las personas que aún siguen con vida. Al día siguiente, Evelina estaba de cumpleaños. La celebración dio paso al funeral, la alegría a la pena y el recuerdo a una depresión profunda que incluso, la obligó a dejar Santiago.
"Noviembre es un mes especial. Podríamos decir que inolvidable, de sentimientos encontrados. Nací y se murió mi mamá en este mes. Desde ese entonces nunca más celebré mi cumpleaños. Es que ese día que falleció, que es un día antes de mi cumpleaños, pasé todo el día haciendo los trámites en el cementerio, buscando una iglesia para velarla y hacer la misa, viendo los temas de los seguros. En fin. Un día de puros trámites", describe.
-Al principio me hice la fuerte. Me tocó hacer todos esos trámites con una frialdad terrible. Es que alguien los tiene que hacer. Pero después que pasó todo estallé en un llanto terrible. Mi mamá lo era todo para mí. Siempre estuve con ella hasta los últimos días y su muerte me dejó mal.
-Uno puede decir o pensar cosas antes que sucedan, pero vivirlas es otra cosa. Sufrí mucho por la muerte de mi mamá y caí en una depresión muy grande y me vine para Santo Domingo. Acá tenía amigas y siempre vine para acá y me gustaba mucho la tranquilidad que hay.
En el 2000 armó sus maletas y se mudó a la comuna parque. En La Hornilla formó su nuevo hogar. Sola, ya sin su querida madre, pero con un hermano en Santiago que de vez en cuando la visita.
María Eugenia jubiló a temprana edad.
Una hernia le paralizó la mitad de su cuerpo. El lado izquierdo fue el afectado y tras una serie de trabajos kinesiológicos pudo recuperar en algo la movilidad. A la muerte de su madre se sumó esta enfermedad que se agravó con el paso de los años.
"Llegué a Santo Domingo y fui a la municipalidad para buscar información acerca de alguna organización para discapacitados. No me ayudaron mucho, pero llegué a la 'Agrupación de discapacitados la familia'. Desde el 2003 que integro este grupo y fui presidenta por varios años", relata.
DIOS
La vida la ha golpeado duro a esta mujer. Reconoce que siempre ha vivido cercana a Dios, pero a su manera. Sin tanto fanatismo y mucho menos de golpearse el pecho todos los domingo en la iglesia.
La muerte de su madre, la parálisis de su cuerpo y, quizás la solitaria vida que lleva, la acercó aún más a Dios. Es por eso que no dudó en integrarse a un grupo de religiosas de la capilla Laura Vicuña, ubicada en su villa.
"Ahí me enteré que no estaba bautizada. Fue una enorme sorpresa, pero creo que nunca es tarde para recibir los sacramentos", añade.
Cuando se lo comentó a algunos familiares, estos les dijeron que para qué lo hacía. Ella respondió que su fe no se transaba y que quería recibir no sólo el bautizo, sino también la primera comunión y la confirmación.
"Estuve preparándome durante todo el año en reuniones. Una de las cosas que me pidieron era asistir a misa todos los domingo. Lo he cumplido", asegura.
María Eugenia recibió el bautizo el pasado 12 de noviembre y la primera comunión el reciente domingo. Mientras que la confirmación la realizará el 27 de noviembre.
"Pocas personas tienen la oportunidad de recibir los sacramentos de esta forma, me refiero a cuando uno es más grande. Es una experiencia muy linda, enriquecedora y mucho más potente, porque vivimos mucho más consciente todo este proceso", declara.
Al bautizo llegó junto a su madrina Aurora Farías. Estaban las dos. No había más familiares invitados por parte de Piteau. No llevó cámara fotográfica ni nada por el estilo.
"El registro fotográfico que tengo es porque una amiga me tomó las fotos. Fue algo muy lindo y muy enriquecedor. Luego hice la primera comunión donde también estaba sola. Y ya me estoy preparando para la confirmación que es el 27 de noviembre", dice emocionada.
Hasta la capilla Laura Vicuña, otra vez llegará sola. Allí se encontrará con su madrina, Sara Farías, recibirá su tercer sacramento y luego se irá a su hogar en compañía de Dios.
"Noviembre sigue siendo un mes especial para mí", culmina. J
"Es una
experiencia muy
linda,
enriquecedora y
mucho más
potente".
"Sufrí mucho por
la muerte de mi
mamá y caí en
una depresión
muy grande"
"No encontré
nunca un
hombre que me
entregara todo lo
que quería.
Siempre
le tuve miedo al
matrimonio y a
los hijos. Tuve
hartos pololos,
pero nunca di el
paso siguiente".