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El jaque mate de Manuel Abarca, el juez de policía local de San Antonio que brilla en el ajedrez

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Es 1983 y Chile vive bajo el poder dictatorial de Augusto Pinochet. Al aeropuerto de nuestro país comienzan a llegar las delegaciones de varios países para participar en el Mundial Juvenil de Ajedrez que se disputa en Santiago. Una de las comitivas que llama la atención es la rusa.

Las relaciones diplomáticas con el país europeo están cortadas producto de la aversión entre ambos regímenes, totalmente contrario en todo ámbito.

A la cita llega una de las promesas chilenas del ajedrez. Con tan solo 17 años, Manuel Abarca es uno de los seis mejores exponentes de nuestro país.

"Iba todo bien, incluso puntero en el campeonato. Hasta que me tocó enfrentarme con un ruso. Imagínate lo que es eso. Todas las miradas se concentraron en mi partida. En pleno gobierno militar enfrentándose a los ruso, era casi como una guerra", recuerda Manuel Abarca, hoy de 50 años y juez de policía local de la municipalidad de San Antonio.

"Lamentablemente perdí. Fue terrible, porque perder en el ajedrez es más doloroso que cualquier deporte".

-Porque es un deporte distinto. Acá debes ocupar tu inteligencia, tu racionamiento y todas tus habilidades mentales para ganar. Acá no hay excusas que me duele la pierna o un brazo. Cuando pierdes es porque no fuiste lo suficientemente "inteligente" para ganar o no estudiantes a tu rival. Y eso si que duele, porque te ganan en la línea del pensamiento.

LOS CABALLOS DE LA REINA

Manuel Abarca Aguirre es sanantonino de tomo lomo. Vive junto a su familia en el sector de Barrancas y trabaja desde 1991 en la municipalidad de la comuna puerto.

Sin embargo, a los 12 años, cuando estudiaba en el Instituto del Puerto, tomó una de las decisiones más importantes de su vida y que a la postre le traería enormes satisfacciones deportivas: abandonó la comodidad del hogar de sus padres para establecerse en Santiago.

Desde muy pequeño y gracias a su padre, Jorge Abarca, Manuel comenzó a jugar con peones, caballos, alfiles, torres y un rey. Todos ellos debían defender a toda costa a su reina del rival.

"Había un grupo de jugadores insigne en la comuna como Héctor Vargas, del diario Espectador, René Álvarez, entre otros. Ellos formaron el club de ajedrez llamado 'Los caballos de la reina' que participó en varios torneos por equipo que se disputaban en Santiago. Estamos hablando de la época de los 70", rememora el abogado.

En 1974 , participó en su primer certamen de ajedrez a los nueve años. "Fue el campeonato Metropolitano disputado en Santiago. La gracia fue que era para jóvenes hasta 14 años y obtuve el segundo lugar".

En 1975, el exalcalde subrogante de Omar Vera, decidió participar en el campeonato "Mariano Castillo" que se desarrolló en la capital de nuestro país. Manuel Abarca, a sus 10 años, por aquel entonces, recibió un reconocimiento por ser el jugador más joven de aquel certamen del deporte ciencia.

El salto a la fama lo vivió al año siguiente. En 1976 y con 11 primaveras, Manuel Abarca se coronó campeón infantil a nivel nacional de ajedrez. Título que lo revalido tanto en 1977 y 1978. Hasta hora un registro que no ha sido superado por ningún otro chileno.

"Sin duda es una récord muy lindo y significa mucho para mí, porque estaba muy nervioso y jamás uno espera llegar a ser el mejor. Uno trabaja para ello, pero nunca sabe si lo lograrás o no", declara.

ESCUELA DE TALENTOS

A los 12 años, Manuel Abarca dejó San Antonio para emigrar al emblemático Internado Nacional Barros Aranas, donde concluyó tanto la enseñanza básica como media.

"Hoy yo veo a mis hijos (tres en total) y no sé si los dejaría ir tan chicos. Son muy sobreprotector como padre y que se vayan a un internado, no sé si estaría dispuesto. Pero era lo que yo quería por esos años y mis padres siempre me apoyaron", relata.

Abarca había conseguido, gracias a su talento en el deporte ciencia, una beca deportiva en una incipiente escuela capitalina, que pretendía acoger a las promesas nacionales.

"En 1977 se creó, bajo el alero del Comité Olímpico, la Escuela de Talentos Deportivos, que es el antecesor del Centro de Alto Rendimiento (CAR) que hoy existe, pero con una salvedad, que a mi juicio es clave. La escuela de talentos tomaba desde niños a los deportistas. Habían jóvenes desde los 12 a los 17 años, y yo era el menor, era el único que tenía 12 años. Yo ingresé el primer año que comenzó a operar".

Hoy el CAR, como manifiesta Abarca, "cobija a deportistas que son consagrados, que gracias a su propio esfuerzo, tanto deportivo como económico, han llegado a lo más alto. Pero cómo se potencian a los más jóvenes", se pregunta.

"Por eso la Escuela de Talentos Deportivos a mi juicio fue fundamental, porque tomaba a los niños talentosos y los potenciaba aún más", cree.

Ya instalado en Santiago, Abarca comenzó a realizar su vida. No como cualquiera. Él se encontraba alejados de sus padres, en una ciudad que no conocía y llevando un estricto horario todos los días.

En el Club Chile, ubicado en avenida Libertador Bernardo O'Higgins, este joven sanantonino pasaba gran parte de su tiempo. Allí entrenaba, sagradamente, de lunes a jueves, desde las 15 a las 20 horas, junto a sus compañeros.

"Esa era mi dinámica diaria desde séptimo básico a cuarto medio. Y los días viernes me venía a San Antonio para pasar el fin de semana con mis padres", agrega.

"Fue difícil en un comienzo, como lo sería para todo niño, pero después uno se acostumbra. Además estaba haciendo lo que me gustaba", recalca.

En 1982, Abarca con la delegación chilena viajó a Suiza para participar en las olimpiadas. "No recuerdo en qué puesto quedé, pero estuve dentro de los 20 mejores del mundo. Para mi fue muy importante".

Su segunda olimpiada que participó fue en Moscú, Rusia. Cita planetaria a la que llegó por sus propios medios. "Tuve que pagarme los pasajes. Siempre los auspiciadores faltan es cosas de ver el atletismo".

Además jugó dos mundiales juveniles. Uno de ellos se disputó en Francia en 1983 y en Finlandia en 1984.

Pero uno de las competencias que más recuerda es el panamericano para adultos que se realizó en Bolivia. En esta cita de 1987 obtuvo el tercer lugar y se convirtió en el jugador más buscado por los medios de comunicación del país altiplánico.

"Terminé de jugarlo y todos los periodistas se acercaban para entrevistarme. Lo más divertido era que me preguntaban por la salida al mar para Bolivia", cuenta entre risas.

La última olimpiada que jugó fue en 2000, en Estambul, Turquía, donde obtuvo el mejor rendimiento de la comitiva Chilena.

- Te levantas, tomas desayuno y tu entrenador te dice si juegas o no. Luego vas al sorteo y te enteras con quién juegas. Luego te vas a leer o a informarte sobre tu oponente. Preparas la partida leyendo muchos libros que te ayudan contrarrestar sus movimientos. Cuando uno se va de viaje llevas una maleta de ropa y la otra de libros, porque es un deporte que tienes que estudiar mucho. Después de todo eso, almuerzas y a eso de las tres de la tarde comienzas a jugar. Pero desde que te levantas hasta que entras a jugar estas nervioso y más aún cuando representas a Chile.

Tras una extensa carrera y gracias a coronarse campeón del Torneo Internacional de Corrientes, Argentina, en 1985, Manuel Abarca ascendió al nivel de Maestro. Distinción entregada por la Federación Internacional de Ajedrez y que solo la ostentan alrededor de 15 chilenos.

"Gracias al ajedrez soy lo que soy: entre a estudiar leyes gracias a una beca deportiva y me ha dado grandes satisfacciones", culmina.

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