Cartagena: lo que le falta y lo que le sobra a la playa más famosa de Chile
Cartagena, la joyita nuestra del Litoral Central. La bella, la única, la más chilena. Todas estas frases calzan con la playa más popular de Chile y una de las más visitadas cada verano. El balneario, que hasta mediados del siglo 20 era el preferido por la aristocracia de aquella época, hoy es un lugar donde llegan muchos de los turistas provenientes de Santiago a pasar un día de verano frente al mar. Se mezclan familias de diversos orígenes que buscan una playa que reúna las tres B: buena, bonita y barata.
Pero, ¿cómo ha cambiado el balneario?, ¿qué hay de bueno o malo en las transformaciones que ha tenido? Ayer, en medio del acto de inauguración de la temporada de verano 2016 en la Playa Chica de Cartagena, conversamos con algunas personas que nos ayudaron a responder estas interrogantes.
de bollenar
Lleva puesto un traje con "pantalón de tela", vestón y "sombrero de caballero". Y aunque le faltan algunos de sus dientes, este hombre sonríe con sinceridad, acaso con esa franqueza que nos falta a los que vivimos en la ciudad, en las comunas que se creyeron el cuento de ser grandes urbes. Juan Zúñiga tiene 80 años de edad y es habitante del sector de Bollenar, en Melipilla. Ayer llegó hasta Cartagena junto a sus compañeros del club de adultos mayores San José. "Hace un año que no venía, está bonita la playa", expresó este campesino que creció trabajando en una lechería melipillana. Y pese a que no quiso llevar traje de baño, se quedó por largo rato mirando el mar como si deseara hundirse en ese océano explotado por los peces gordos, los mismos ganadores de siempre.
Le preguntamos a don Juan si se cambiaría a vivir a Cartagena. "No me gusta, ni Santiago tampoco, imagínese cómo voy a tener mi casa en ese cerro lleno de casas (apunta a la parte alta del balneario), no viviría ni amarrado ahí", recalcó. Se acordó de sus gallinas, de sus vacas, de sus caballos. Cuánto sabe, don Juan.
Junto a Juan Zúñiga también estaba María Aliaga, otra integrante del club de adulto mayor San José de Bollenar. A sus 72 años, esta mujer recordó los tiempos de su juventud cuando venía a Cartagena. "Hace 40 años, Cartagena era muy distinto. En Playa Grande había un barco que era una reliquia, nosotros nos tomábamos muchas fotos frente a ese barco encallado; y así teníamos fotos de cada año que veníamos a este balneario", rememoró.
Algunos de los viajes que hizo María a Cartagena fueron porque le regalaban la estadía por una jornada en el balneario. "En la época de elecciones, los mismos candidatos nos traían de paseo, usted sabe cómo es la cosa de los políticos; después uno votaba de acuerdo a su manera de pensar", contó.
De aquellos años, María Aliaga dijo que nadie iba a un restaurante a comer. "Cada uno traía su cocaví, entonces comíamos en la misma playa. Poníamos un paño en la arena y listo. No había tantos habitantes en Cartagena. Hoy está todo más moderno, incluso hay una máquina que limpia la playa; me gusta venir acá y comer un pescado frito; en Cartagena uno tiene que comer lo que no come en la casa. A mí me gustan los locos aunque ahora están escasos", agregó esta melipillana. A su lado, don Juan Zúñiga se atrevió a recomendarle picorocos: "esos son güenos, una vez los comí en Santiago, ve que son unas cuestiones grandes así (gesticula con las dos manos para dimensionar unos 20 centímetros)", recetó él.
En esa época, María llegaba en tren hasta la estación de Llolleo, y desde ahí tomaba una "góndola" rumbo a Cartagena. Era feliz; todavía lo es.
CONCESIONARIOS
Lucrecia Gamboa no quería decirnos que tiene 75 años de edad, pero, a regañadientes, soltó la pepa. Ella ha sido vendedora en las playas de Cartagena desde cuando era una inocente niña, por lo que conoce la historia del balneario tanto como sus propias manos. "Antes, en la Playa Chica se armaban las carpas en la parte norte, estaban también los camarines de madera y abajo ponían duchas", recordó.
Apenas los turistas llegaban a la estación de trenes de Cartagena, eran llevados en carretones hasta la Playa Chica, donde Lucrecia los esperaba con las sillas listas para arrendar.
Hoy, esta cartagenina vende pelotas, baldes y paletas en el verano, y el resto del año se dedica a ofrecer sus ensaladas. Así se pasan sus días de esfuerzo.
"La playa está bonita, y es tranquila", enfatizó Lucrecia aunque dejó entrever que le complica que llegue gente que no respeta nada cuando viene al balneario. Nada claro dijo al respecto.
Para ganarse la vida con su trabajo en la playa, a Lucrecia no le falta energía. "Voy a estar acá hasta que Dios me dé vida y salud; si me quitan esto, yo me muero".
Pese a que es una cartagenina de tomo y lomo, la señora Lucrecia confesó que nunca se bañó en la playa de su comuna. "Una vez las chiquillas me tiraron con ropa al agua", admitió.
Muy cerca de esta vendedora estaba Andrea Cuevas, una joven de 31 años que es garzona del restaurante El Rancagüino, de 20 años de historia frente a Playa Chica. "Me gusta mi pega, pero es muy sacrificado, siempre caen propinas", resumió.
DOÑA VERÓNICA
Verónica García (56) parece imponer respeto por donde pasa. Ella es una cartagenina de toda la vida. Madre de la concejala Lidia Silva, es una orgullosa habitante del balneario, donde trabaja como concesionaria. Su voz suena fuerte, de agreste pero amable expresión, ella sabe cómo defender lo suyo.
"Creo que Cartagena se está arreglando cada año más, antes era más bonito porque venía gente de otro tipo, hoy hay muchos patos malos que llegan de Santiago, pero si no fuera por eso estaríamos mucho mejor. El alcalde y todos están haciendo muchos cambios; está cambiando Cartagena a la forma que era antiguamente, está volviendo al origen, pero lo malo es la delincuencia que llega", dijo Verónica.
La señora García recordó que hace 30 o 40 años era común que el verano en Cartagena ofreciera diversos eventos. "Hacían fiestas para elegir reinas de todas las playas, Miss Costa Azul, Mis Playa de Cartagena. Los turistas instalaban carpas y traían cosas para comer, todo era muy entretenido, pero como las carpas se prestaron para muchas cosas, las prohibieron. La juventud que llega ahora es muy poco respetuosa, antes era distinto. Pero la playa está cada vez mejor", expresó.
El alcalde de Cartagena, Rodrigo García, tiene 40 años de edad. "Nací en Santiago porque mi viejo trabajaba en la capital, pero nos vinimos a vivir a Cartagena. Yo me crié acá", afirmó el edil.
"Tengo recuerdos de que la gente mantenía mejor la limpieza de la playa", aseguró el jefe comunal sobre lo que pasaba hace unos 35 años cuando él era un niño.
En sus tiempos de adolescente, García tiraba la toalla en la arena de las playas cartageninas y lucía las bermudas a la moda imperante en la época. "En la noche estaba la discoteque Signos, y era mucho más tranquilo y uno se podía ir a las dos o tres de madrugada a su casa; escuchábamos el rock de los 90. Tengo muy gratos recuerdos de Cartagena como una comuna un poco más tranquila. Los tiempos han cambiado, hay una sensación de inseguridad y hay personas que nos visitan y que tienen poco respeto por nuestra comuna".
Por eso, añadió, "estamos impulsando una campaña comunicacional para desplegar publicidad y decir que si no ayudan a limpiar, no ensucien nuestra playa. Creo que falta crear esa conciencia en quienes nos visitan". Agregó que las nuevas generaciones "sienten poco respeto por los espacios públicos, por el patrimonio, por la historia, y con ellos tenemos que hacer el click para que cuiden su lugar de veraneo. Falta esa conciencia que había antes, y que no la tienen ahora, y eso no solamente pasa en Cartagena".
Con una máquina que limpia la arena de las playas de Cartagena que costó 160 millones de pesos y con cartageninos comprometidos, seguramente, el balneario lucirá mejor que en temporadas anteriores. Que los sueños de cambio se hagan realidad depende de cada uno de nosotros. A veces, lo valioso está tan cerca que dejamos de apreciarlo. J
"Tengo
recuerdos de que
la gente
mantenía mejor
la limpieza",
"Antes, en la
Playa Chica se
armaban las
carpas en la parte
norte, estaban
también los
camarines de
madera y abajo
ponían duchas",