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"Le escribía cartas muy extensas al Viejito Pascuero"

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"Los recuerdos de mis navidades son de mucha ansiedad, pero esa ansiedad rica, cuando sabes que vienen cosas positivas; comenzaban 2 meses antes. Preparaba regalos de manualidades para mis tíos y tías a quienes visitaba y entregaba uno a uno; también hacía dibujos, cajas o cosas bien ingeniosas con lo que encontrara. Reunía cosas que ya no usaba y con mercadería organizaba grupos de niños para hacer paquetes e ir entregándolos casa a casa en Llolleo. Esperaba ansiosa un árbol natural que un tío lo sacaba del bosque del Montemar para armarlo y hasta que no ponía la estrella arriba no me quedaba en paz; era la encargada de recolectar, ordenar y poner en un cordel en un ventanal lateral, todas las tarjetas que llegaban, que eran muchas por el trabajo de mi padre (empresario Pullman en los 80').

Le escribía cartas muy extensas al Viejito Pascuero, argumentando mis logros académicos y deportivos, con muchas opciones por si no podía hacer o conseguir tal cosa.

No le pedía grandes cosas si no más bien las infaltables bicicletas, patines. Me encantaban los botiquines de enfermera y recuerdo con mucho cariño un pasapelículas de Mickey. Más que los regalos me gustaba lo que se producía antes, durante la cena familiar con todos los primos y después, al otro día ver a todos los niños jugando al atardecer todos en skate, bicis, patines, corriendo.

La cena era caótica porque era con mucha gente, familia Espinoza y Vidal de San Antonio y a las 24.00 nos escondíamos con mi hermano y primos (as) en una pieza porque no podíamos ver al Viejito, pero lo escuchábamos que decía jo, jo, jo, y todos los niños juntos en una pieza era un caos de gritos y nervios, hasta que nos dejaban salir y cuando salíamos, el Viejito se había ido y había dejado los regalos, que se abrían ahí mismo.

Recuerdo una oportunidad cuando me convencí de que existía el Viejito: fue cuando mi mamá nos sacó un rato antes de la cena familiar a dar una vuelta en auto, junto con un primo y una tía y cerca de Tacna vi que el Viejo Pascuero iba bajando por una chimenea de una casa azul pero fue clave para que mi convicción durara hasta bastante grandecita. Tanto era, que ya mis compañeras en cuarto básico no creían en él y ¡yo lo defendía a morir!, pero ¿cómo no?, ¡si lo había visto!

Mis navidades eran en San Antonio, calle El Muelle, y a veces en una parcela que tenía mi abuela paterna en Melipilla. J

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