Un clásico: pescados y mariscos se hicieron pocos para curar la caña
Con lentes negros, con el estómago malo y otros aún arriba de la pelota. Así lucían ayer cientos de sanantoninos y turistas que desde temprano repletaron las pescaderías de la caleta Pacheco Altamirano de San Antonio para comprar productos marinos y reponer la caña.
Es un clásico tan arraigado como dar los abrazos a la medianoche, por eso no importa la distancia ni el precio. Lo realmente importantes es celebrar. Pablo Urra llegó a San Antonio desde la comuna de Renca, en Santiago, pensando en ver los fuegos artificiales, tomar y comer.
"Es parte del plan de todos los años. Ponerle bueno en la noche y al otro día ponerle un caldito de mariscos. Además que todavía queda harto fin de semana", dijo el turista, quien había dormido apenas un par de horas luego del cambio de año.
Emilio Pino, también santiaguino, arribó al mercado aún con la "baltiloca" en la mano. Contó que había llegado con unos amigos hace unos días y que no había dormido nada.
"Anduve toda la noche para arriba y para abajo. Vengo siempre porque es más lindo ver los fuegos artificiales en el mar. En Santiago es terrible de penca", comentó.
Pero no todos eran turistas. José Silva, "don Pepe" de Alto Mirador, se levantó temprano para hacer ceviche. "Hoy calentamos lo que quedó de anoche, pero hay que hacer algo con pescadito y con mariscos para los que andan caídos al frasco", relató el hombre.
"Anoche fui un caballero. Le puse puro vinito y no cualquier vino. Uno a esta edad tiene que cuidarse más. No quiero salir en el diario como el primer muerto del año", agregó entre risas el sanantonino de 73 años.
trabajando
Por su puesto, no todo es festejo en el 1 de enero. Para muchos también es un buen día para ponerle el hombro a la pega.
Jaqueline Avendaño, del local Jorgito del mercado, se levantó a las siete y media de la mañana. "Me acosté temprano y me cuidé, porque uno sabe que al otro día tiene que trabajar y tiene que tener buena cara", confesó la comerciante, quien este año notó un ligero cambio en el hábito de los compradores.
"Vino harta gente antes. Compraron con más anticipación y tenían todo listo", aseguró la locataria.
Otro que también trabajó con la alegría de siempre fue Hernán Ponce, de El Cacique.
"Hoy es un día para estar en familia, pero igual es bueno para vender. Así que acá estamos. En cuanto se acabe esto -dice mostrando almejas y choritos- me voy a mi casa", contó.
Lo que más celebran los locatarios es sin duda el fin de semana largo, pues tendrán la oportunidad perfecta para mejorar sus ventas.
Si quiere saber de los precios, bueno acá están.
La reineta, que parece estar destronando a la clásica "pescada", varía entre los mil y mil quinientos pesos dependiendo del tamaño y del local.
Los choritos y almejas también oscilan en el mismo rango y prometen quedarse a buen precio por un buen rato. J