De pescador a salvavidas: una vida llena de emociones en las playas del Litoral Central
Raúl Quiroz Trincao (51) lleva la pasión y el amor por el mar en su ADN. Hace quince años se convirtió en salvavidas de la playa Marbella, en Santo Domingo, y junto a su sobrino pasan las horas observando el comportamiento de los bañistas desde que partió la temporada de verano, el 15 de diciembre pasado.
Raúl nació en 1964 y fue criado junto a sus nueve hermanos en el sector de La Boca, en Tejas Verdes. Ahí, al lado del mar y del río Maipo, pasó su infancia en medio de redes, anzuelos y peces, ya que proviene de una familia de pescadores.
Desde los cinco años acompañaba a su padre en sus labores diarias. "Mi papá me llevaba a mariscar y yo siempre iba agarradito a su chaleco. Pasábamos el cerro por los eucaliptos y pinos y llegábamos a esta misma playa Marbella".
Pese a su corta edad, Raúl también debía trabajar para ayudar en los gastos de su hogar y señala que "cuando iban a pescar yo enrollaba los cordeles".
Desde muy niño aprendió a nadar de una forma muy poco convencional. Entre risas menciona que "aprendí a nadar cuando me empecé a ahogar".
Además relata que "tenía una cuñada que necesitaba leña y yo se la iba a buscar". Para ahorrar tiempo, tenía su propia manera de hacer las cosas y cuenta que "cruzaba el río en bote y cuando iba saltando de banco en banco para dejar el atado de leña se me fue el cuerpo y caí al río con la leña en los brazos". La desesperación comenzó a apoderarse de él y recuerda que "toqué el fondo, pero luego comencé a manotear y salí solo a flote".
Su vida ligada al mar le ha permitido darse cuenta de la evolución de han tenido los bañistas en las últimas décadas. "Cuando era pequeño a la playa Marbella llegaba cualquier gente, incluso de Rancagua, que venía en micros hasta la misma arena. Ahora ya no ocurre eso".
salvavidas
Este vecino de Llolleo alto se inscribió en el curso de salvavidas en 1987, después que el alcalde de mar de Tejas Verdes le informara que se necesitaban rescatistas para trabajar en las playas.
En su primer día como salvavidas Raúl estaba bastante confiado y comenta que "siempre he sido bueno para el agua. No me queda grande este poncho".
Trabajó dos años en El Quisco, pero no le gustó por la falta de locomoción. "Era muy difícil trasladarse para allá y en el verano los tacos eran inmensos".
Con sus 28 años de experiencia, también compara las conductas de los bañistas y dice que "antiguamente la gente era más desordenada. Venía más a tomar que a pasarlo bien y se ahogaban muchas personas".
Por ello, en aquellos primeros años de oficio debía pasar mucho más tiempo en el agua salvando a los bañistas que por acciones irresponsables y temerarias ponían en riesgo sus vidas.
Raúl señala que en las playas de El Quisco "la gente es muy porfiada. Hay bañistas que se drogan y que toman copete. Esos son los peores porque les toco el pito y se botan a choros. Entonces uno no puede hacer nada".
La responsabilidad que recae en los hombros de un salvavidas es muy grande, ya que, como resalta Raúl, "hay que tener mucho ojo porque en un segundo se puede ahogar una persona. Siempre se debe estar atento y si un bañista está muy adentro hay que tocarle el pito de inmediato". Pero a veces más de algún desobediente no le hace caso. "Algunos bañistas se creen buenos para el agua, pero en realidad no lo son. Yo me considero bueno para el agua, pero en el mar cualquiera se puede ahogar", advierte.
A juicio de este salvavidas, la gente hoy llega a la playa con mayor responsabilidad. "Ahora la gente toma más precaución y se cuida".
Familia
Su padre, Osvaldo Quiroz Muñoz, falleció hace cuatro años y él también fue salvavidas durante 8 temporadas en playa Marbella, además de tener toda una vida como pescador. De él Raúl aprendió a amar el mar y el río, pues su progenitor le enseñó muchas cosas sobre la vida y el trabajo.
Su madre murió dos años antes que su marido y para Raúl fue una mujer muy trabajadora. No sólo cuidaba a sus 10 hijos, sino también debía hacer grandes esfuerzos, como lavar toda la ropa de su numerosa familia a mano. Tanto sacrificio tarde o temprano le pasó la cuenta. "Ella nunca iba al médico y después cumplió una edad y le dieron todas las enfermedades", lamenta.
Pero lejos de la tristeza por la pérdida de sus padres, tiene tres grandes alegrías: sus hijas.
Raúl ganó la custodia de sus niñas luego de la dolorosa separación con su mujer. "Crié solo a mis hijas", comenta. Y con la sonrisa de oreja a oreja se llena de orgullo cada vez que cuenta que "tengo una hija que es profesional. Además la menor y la mayor ya me dieron nietos".
sus historias
Con su silbato, Raúl Quiroz advierte a los veraneantes que disfrutan de las costas de Santo Domingo sobre el oleaje y los hoyos que existen en la playa. La idea es evitar accidentes o emergencias en el mar.
La primera vez que salvó a una persona se llenó de emoción. "Uno va nadando, con la vista siempre en la persona para que no se vaya a perder". Explica que "no es llegar y agarrar a un bañista que está desesperado. Uno se debe zambullir y por detrás agarrarles el brazo izquierdo".
Como contaba, hace unos años fue el encargado de velar por la seguridad de los bañista de El Quisco. De este balneario tiene numerosos recuerdos y cuenta que "andaba metido todo el día en el agua. Pasaba tiritando porque la gente se iba a nadar hacia las boyas y después no era capaz de regresar".
¿niño ahogado?
En El Quisco debía pasar todo el día atento, caminando de un lado para otro en la orilla del mar, porque más de algún bañistas siempre estaba en peligro. "Una vez una señora llegó corriendo a mi lado y me gritaba desesperada. Me dijo que su hijo se había ahogado". Incrédulo, Raúl le señaló que " estaba mirando ahí mismo y que no había visto a nadie ahogarse".
La señora le insistía que cumpliera su rol y él estaba seguro que no había visto al niño en ese sector. De igual manera se tiró al agua. "Me metí, me zambullí y el cabro chico no estaba por ningún lado".
Después de media hora, el pequeño apareció caminando por la orilla de la playa. "El niño venía de la playa Albatros quemándose los pies con la arena y se había perdido porque había mucha gente aquel día", recuerda entre risas. Y agrega: "los niños se desorientan cuando salen del agua y se pierden tratando de buscar a su familia en la arena".
encontró a un muerto
Junto su labor de salvavidas, también se desempeña como buzo. Aprendió a bucear en el río Maipo. Y una vez, sacando machas en El Tabo, descubrió algo que jamás olvidará. "Estaba buceando cuando se repente encontré a una persona que estaba entre los huiros, debajo del mar".
Aún conserva en su mente aquella impactante y tenebrosa imagen. "Ver al muerto fue una impresión muy fuerte. El cuerpo estaba lleno de jaibas y huiros". Quedó con los pelos de punta al ver a la persona con parte de su cara desfigurada y su cuerpo en descomposición. Pero igualmente se armó de valor. "Lo agarré de las mechas porque si lo tomaba de otro lado podían quedar mis huellas", rememora.
Como pudo, lo trasladó hasta la orilla. "Le avisé a unos algueros, me vestí y me fui nomás", relata el salvavidas. Lo hizo así porque muchos años atrás su padre había pasado por la misma situación y le aconsejo avisar, pero jamás dar su nombre. El salvavidas explica sus razones: "vienen los Carabineros y hacen muchas preguntas. Empiezan las investigaciones y todo se hace muy complicado".
Raúl trata de hacer memoria y recuerda que días después se enteró que el fallecido era un joven se había ahogado hace 10 días. "Se había tirado de la terraza de Cartagena o lo había empujado una ola. No recuerdo muy bien porque han pasado muchos años", afirma.
Los siguientes tres meses el salvavidas no dejaba de ver al difunto en todos lados. "Quedé traumatizado", confiesa.
Pero el tiempo pasó y hoy está feliz con su trabajo como rescatista en la playa Marbella. "Seré salvavidas hasta cuando Dios me preste vida y salud", dice con evidente orgullo. J
"Antiguamente
la gente era más
desordenada.
Venía más a
tomar que a
pasarlo bien y se
ahogaban
muchas
personas".