Vivencias de un gamer al interior de la Toletolers 2016
Hablar de videojuegos muchas veces resulta un tema muy preciado para mí. No por el hecho de que sea uno de mis pasatiempos favoritos, sino porque desde pequeño he mostrado una gran fascinación por su mundo y la gran convivencia que se muestra en su entorno.
Es común ver que nuestra propia vida y amistad gira en torno a nuestros gustos y a la manera en cómo hacemos notar éstos hacia los demás. A muchos la pasión por el fútbol los envuelve; para otros, los juegos de cartas o la cultura del anime. En mi caso siempre me he sentido atraído por los videojuegos.
Aún tengo en mi memoria mi primer contacto con ellos. Fue la Navidad de 1994. Me encontraba en la casa de mi abuela esperando la hora para abrir los regalos. Habían varios paquetes de diversos tipos, chicos, medianos, grandes, redondos, cuadrados, y de otras formas de las cuales mi mente no se acuerda.
Sin embargo, había uno que resaltaba por su gran tamaño. Era un paquete que se encontraba al pie del árbol navideño en forma de rectángulo. Era el regalo más grande de todos. Estaba empaquetado con un papel de colores rojo y amarillo.
¿De quién será ese regalo?, fue lo primero que me dije.
Mientras los demás abrían sus propios obsequios, yo me quedé mirando fijamente el inmenso paquete, hasta que mi tío se dio cuenta y me dijo: "¿por qué no abres tu regalo?"
Su pregunta me dejó atónito. "¡¿Ese enorme paquete era mío?!" No podía creerlo. Era difícil saber si era broma o en serio, pero sencillamente mi curiosidad tuvo más potencia en mí y abrí rápidamente ese enorme paquete que me aguardaba.
Recuerdo que sin pensarlo rompí el papel y ahí estaba... Era una consola de Super Nintendo que venía con dos mandos y el juego Super Mario World. Mi reacción fue de sorpresa y a la vez de confusión. Era mi primera consola de videojuegos, un concepto que quedaría en mi mente hasta el día de hoy.
Mentiría si dijera que cuando jugué por primera vez me volví un experto, ya que ni siquiera sabía qué tenía que hacer. No fue hasta que nuevamente mi tío se percató de mi situación y comenzó a enseñarme cómo funcionaban los controles. Sencillamente mi camino hacia el mundo de los videojuegos, como diría el padre de Malcom in The Middle: "no tendría vuelta atrás".
Después de ese suceso, sencillamente mi hobby se volvió una pasión con cada avanzar de los años. Una situación que al parecer también compartía mucha gente, con la que empecé a forjar amistad hasta el día de hoy. Así fue hasta que conocí la Toletolers Gamer.
Debo admitir que si bien conocía el evento de nombre, nunca me animé a asistir. Ya sea por miedo o inseguridad, muchos de mis compañeros me insistían en que tenía que ir, ya que hacían varios torneos de videojuegos y competencias frikis. Yo en un principio me mostraba indeciso sobre asistir o no; sin embargo, mi curiosidad pudo más que mis sentidos y opté por ir.
Todavía recuerdo la primera vez que fui a la Toletolers, fue exactamente el 19 de enero del 2014. Era un ambiente que escapaba a lo que imaginaba, ya que una cosa era hablar de videojuegos de niño y otra muy distinta era hacerlo de adulto, puesto que la barrera social cae fuertemente cuando uno crece.
La distinción niño-adulto simplemente no existía en aquel evento. Aquí eran todos libres de hablar de sus gustos sin la necesidad de ser juzgado peyorativamente. Todos se reunían a conversar sobre su fanatismo y también venían a competir. Sencillamente era el paraíso de todo fan de la "ñoñería".
desafío
Quise probar suerte y decidí inscribirme en una de esas competencias. Era el primer torneo en el cual participaba.
Tenía entusiasmo, pero avancé poco, pues mi nivel no estaba a la par con los "veteranos" de aquel juego.
Ese no sería mi primer intento de participar en una actividad así.
Este año decidí nuevamente estar presente en la Toletolers. No podía faltar, tenía que ir sí o sí.
Había estado esperando con ansias esta ocasión desde mediados del año pasado, puesto que el evento se desarrolla solamente en verano y en invierno.
Los días pasaron rápido y otra vez contemplé esa puerta que me transportaría a ese mundo en donde la edad no importaba.
Esta vez estaba concentrado en disfrutar de ese mundo del que ahora me sentía parte.
Otra vez veía esos puestos donde se podían apreciar las figuras coleccionables. Sus dueños las mostraban orgullosos, como si quisieran compartir su felicidad con la gente.
Nuevamente me encontraba en ese lugar donde el adulto se sentía un infante al recordar las viejas glorias y alegrías pasadas. Era fácil, bastaba un sencillo cómic de superhéroes, una serie de animación japonesa o videojuego.
pasión
En ese sitio todos eran bienvenidos, no había restricciones para nadie.
Todo era pasión y amor por los mismos hobbies que yo. Quizás algunos los consideren sencillos y sin importancia, pero para mí son distintos.
Yo estaba feliz, esto era lo mío. Estaba en la "Tole".
Esta fue la octava vez que asistía a la actividad, por lo que muchas de las personas que llevaban años yendo al evento, no se extrañaban ya en verme, sino todo lo contrario. "¿Cómo has estado?" "¡Cuánto tiempo sin verte!", eran algunas de las frases que me decían, lo que me generaba emoción y a la vez confianza.
Otra vez decidí inscribirme en un campeonato de videojuegos. Sin embargo, a diferencia de la primera vez que competí, ahora parecía que los otros me miraban como un veterano en el juego, o al menos eso interpretaba yo.
Comentarios como: "del que tienes que cuidarte es de él", mientras me señalaban; o "ese cabro es súper bueno en este juego, así que ten cuidado", eran algo que me impresionaban.
Quizás eso se debía a que nunca me consideré como alguien "súper bueno" para un juego. Es más, sabía que pocas veces había competido en un evento similar.
No obstante, esa situación me dejaba algo sorprendido. Sin más que decir a eso, opté por seguir siendo el mismo de siempre y volví otra vez a la competencia con el objetivo de pasarlo bien.
Poco a poco comencé a participar en ese torneo de Smash, pensando en que quizás sólo lograría ganar una pelea y nada más.
Pero con el transcurrir de los enfrentamientos, las circunstancias eran muy diferentes y mis expectativas fueron creciente; a tal grado que, sin darme cuenta, me encontraba en una final.
nervios
Un ambiente de tensión me comenzó a invadir. Nunca había llegado a una final de un torneo. En serio, esto debía ser una broma. Yo disputando una final con otra persona. Sencillamente era algo que a mi juicio no lo podía creer.
Me sentía nervioso y a la vez emocionado, era la primera vez que me encontraba en la definición de un campeonato.
Quizás alguien por ahí dirá que se le da mucho color a esa situación, pero para mí era un hecho inusual que me pasaba por primera vez.
Sencillamente decidí continuar con lo que pasaba y dejar todo en manos del destino, aunque en el fondo sólo me contentaba con participar.
Pero la suerte y el destino tenían deparado otro final.
Comenzaba el encuentro y mis nervios sencillamente ya no daban más. La pelea se hacía intensa. Comenzó difícil. Mi rival de turno se notaba que era todo un veterano en el juego. Cada movimiento que hacía era perfecto.
Los míos eran algo torpes y lentos.
Llevábamos cerca de 15 minutos jugando, o tal vez más, pero nos encontrábamos empatados. Todo se decidía en un combate de muerte súbita.
Tensión era la palabra que puede describir ese momento. Concentración era la clave y el que pestañeaba, perdía.
Finalmente pasó lo que nunca pensé que pasaría.
Un movimiento en falso del individuo que aproveché y ¡bum!
¡Me había convertido en el campeón de un torneo de la Toletolers por primera vez en mi vida!
Algo que sin duda sólo imagina o soñaba, pero que nunca pensé que ocurriera.
Ya sencillamente no sabía qué pensar. De la grata experiencia de compartir con los amantes de los videojuegos ahora me coronaba como un campeón de una categoría.
Este momento lo recordaré toda mi vida. J