Dejó de ser contador para hacerse cargo del quiosco de sus padres
Sergio Manríquez dejó su profesión hace más de 40 años para dedicarse al oficio que le heredaron sus padres. Desde una de las esquinas estratégicas de la ciudad puerto cuenta los beneficios y pormenores de su negocio .
Como hijo de Elvira Moya, una de las fundadoras del Sindicato de Suplementeros de San Antonio, Sergio Antonio Manríquez Moya (68) heredó este oficio que no ha dejado desde hace más de 40 años.
Es un rostro familiar para cualquier persona que visite San Antonio, ya que es común verlo todos los días en el quiosco "La Palmera" ubicado en la esquina de Centenario con Arturo Prat.
Desde ese punto estratégico ha visto pasar distintas generaciones de personas entre ejecutivos y profesionales, además de percibir cómo San Antonio ha sufrido diferentes transformaciones por los terremotos y un aluvión.
Sergio es de profesión contador. Hasta 1975 trabajaba en Indap en Santiago, pero en tiempos de dictadura fue exonerado, por lo que tuvo que volver a vivir a la casa de sus padres en San Antonio.
Sin embargo, no volvió solo. Pocos meses antes había conocido a una bella estudiante de Medicina que dejó sus estudios y a su familia por irse con él.
"Mis papás eran muy estrictos y aunque no estaba en nuestros planes, nos hicieron casarnos, porque no podíamos vivir juntos sin contraer matrimonio", comenta.
Fue en esa época cuando su madre le pasó uno de los dos quioscos que trabajaba junto a su padre en San Antonio. Entonces estaban ubicados en la plaza de la ciudad, al costado de una palmera. De allí su nombre.
"Siempre fue un muy buen negocio y nos dio para comprarnos nuestra casa, mantener a nuestra familia, pagar los estudios de los hijos y vivir bien. Con harto sacrificio, pero bien", comenta.
El goya
Sergio puede enumerar muchas anécdotas vividas en los tiempos dorados de la bohemia sanantonina, cuando su local estaba a un costado del centro de eventos el "Goya".
"Mi local era de vidrio y podía ver todo lo que sucedía. El 'Goya' era un local muy concurrido. Siempre me acuerdo que se armaban peleas muy fuertes. Más de una vez uno de los involucrados terminaba con la cabeza metida adentro del quiosco. Era igual que en las películas Western, porque yo de repente veía pasar personas que salían volando desde el local que tenía puertas abatibles", comenta, y se acuerda que también tuvo la oportunidad de conocer a muchos artistas que se presentaban en el recinto. "En ese tiempo el fuerte de la vida nocturna estaba en el centro de San Antonio y lo mejor pasaba por el Goya", añade.
Escoliosis
Serio Manríquez desde muy niño debió convivir con una escoliosis que sus padres no quisieron operar a tiempo. Ello lo ha hecho cuidarse más de lo común, pero nunca ha sido un impedimento para llevar una vida absolutamente normal.
"Eran otros tiempos. Cuando el médico dijo que tenían que operarme, mis padres dijeron que no, porque tenían miedo que me muriera en la cirugía. Después ya estaba muy grande y ya no se podía hacer nada", recuerda.
Uno de los problemas que le ha traído esta situación es que la escoliosis ha derivado en una insuficiencia pulmonar. Su caja torácica se ha visto cada vez más reducida. Por esta razón desde hace algunos años está en un tratamiento del Programa Nacional de Asistencia Ventilatoria No Invasiva Domiciliaria en Adultos (Avnia). En este programa es controlado periódicamente y debe dormir conectado a una máquina que lo ayuda a ventilar sus pulmones mientras duerme.
"Tengo que cuidarme mucho de no resfriarme. Eso es lo más delicado, porque en general mi vida la hago completamente normal", comenta con un sentido del humor y una energía envidiable.
Catástrofes
Desde su quiosco ha visto múltiples transformaciones de la ciudad.
En su negocio le tocó vivir el terremoto de 1985 y el terrible aluvión que inundó el centro de San Antonio durante un temporal en 1987. Manríquez estaba dentro de su local y debió quedarse encerrado hasta que bajó el agua y el barro.
"Era un temporal muy fuerte y de repente, me di cuenta que empezó a entrar agua por el piso. Cuando miré hacia Pedro Montt todo era un río de barro que había arrastrado árboles y hasta unos cilindros de gas de una distribuidora que había por ahí", menciona.
Recuerda que ese aluvión causó muchos problemas en la ciudad, pero él lo enfrentó con entereza. Por eso cuenta que pese a todas las catástrofes que ha vivido San Antonio, siempre se ha puesto de pie y se siente orgulloso de haber sido el sustento de su familia durante tantos años.
Dirigente
Uno de sus mayores orgullos como suplementero es haber sido presidente del gremio. Fue hace doce años cuando logró que, con unos ahorros, el sindicato comprara un terreno y construir tres locales y su actual sede.
"Ese año no hubo regalos ni fiestas de fin de año y en nuestras cuotas fijamos una cantidad de 50 pesos diarios para ahorro. Pudimos juntar 11 millones de pesos que nos alcanzó para comprar el terreno y contratar una empresa que construyera lo que tenemos hasta hoy", afirma.
Según Manríquez los socios piensan seriamente en vender esa propiedad que, estima, podría ser transada en cerca de 300 millones de pesos.
"El sindicato recauda bastante, pero cada vez somos menos. Antes éramos 100 socios y ahora somos 50 y la mayoría tiene hijos profesionales que no seguirán con esto. La idea es venderlo y repartirse la plata para disfrutarlo, porque no es heredable", especula.
Ya no es lo mismo
Analizando el antes y el después de su rubro, Sergio Manríquez dice que "las ventas del diario ya no son lo mismo. Antes poníamos pilas de diarios afuera del quiosco y a media mañana ya se habían vendido todos. Ahora con suerte vendemos cinco o seis 'Terceras', por ejemplo".
"El comercio en los años ochenta abría mucho más temprano. Cuando mi mamá tenía el quiosco, a las siete de la mañana empezaba a vender, porque a esa hora pasaban los estibadores portuarios y hacían filas para llevarse el diario. En ese entonces era muy bueno", recuerda, reconociendo que su quiosco sigue siendo un buen negocio y que le ha dado para pagar la universidad de sus dos hijos.
"Ahora todo es más tarde y abro el negocio a las nueve y media, porque el comercio abre a las diez y no saco nada con abrir antes", dice.
Este esforzado sanantonino dice reconocer que la tradición de suplementero que heredó de su madre no se traspasará a sus hijos, ya que uno es ingeniero y su hija menor, que ya es bióloga, seguirá estudiando Medicina.
"El negocio sigue siendo bueno y yo lo trabajaré hasta que me den las fuerzas para hacerlo, pero lo más probable es que finalmente lo deje en manos de Alejandra", dice refiriéndose a su ex pareja y actual socia.