El relato en primera persona de un viaje al Humedal del río Maipo
Ayer se celebró el Día Internacional de los Humedales con una visita guiada que incluyó el estero El Sauce, la desembocadura y la Playa Marbella de Santo Domingo.
El humedal del río Maipo, ubicado entre las comunas de San Antonio y Santo Domingo, alberga el 27 por ciento de las aves de Chile, pero a pesar de su importancia vive amenazado por el hombre.
Al menos 130 especies habitan este lugar, que a pesar de los esfuerzos las respectivas municipalidades y el Museo de Historia Natural e Histórico de San Antonio (Musa), sigue siendo también espacio para depredadores y maldadosos.
En un recorrido guiado por el director del Musa, José Luis Brito, Diario El Líder y una treintena de personas, pudo acercarse como nunca a este santuario de la vida silvestre en el marco del Día Internacional de los Humedales, que se conmemora cada 2 de febrero.
Las actividades programadas por el gobierno comunal comenzaron temprano en la sala del Concejo Municipal, en el edificio consistorial. Allí, un grupo similar de personas escuchó de voz del experto local acerca de la celebración que se efectúa desde 1977 en distintas partes del planeta.
Cerca de las once de la mañana, un bus lleno de gente salió desde los estacionamientos del municipio rumbo a la ribera norte del Maipo. Nos adentramos por Tejas Verdes y cruzamos uno de los puentes del Estero El Sauce.
José Luis Brito comenzó de inmediato a demostrar sus conocimientos y explicó que el cauce desembocaba en el sector tradicionalmente conocido como Los Ojos de Mar, pero que cuando se construyó el puerto, en 1917, se encausó hacia el sur del río.
Contó que la desembocadura del Maipo también ha experimentado varios cambios, fundamentalmente, en el proceso de construcción del terminal portuario hace casi cien años.
El grupo ávido por saber más comenzó a hacer preguntas. ¿Qué tipo de árbol es este? ¿De dónde viene? y cosas por el estilo. Sabía usted que el pitósporo viene de Nueva Zelanda, que la zarzamora proviene de Francia y que el parque DYR, que en realidad se llama Deportivo y Recreativo, se formó también en la época de la construcción del puerto con la intención de impedir el avance de las dunas. Bueno, esos son parte de los datos que hasta ayer ignoraba completamente.
El lugar es amplio y tiene una vista privilegiada, pero lamentablemente, está lleno de escombros y basura. Tirar desechos en cualquier parte parece ser la enfermedad crónica de los sanantoninos.
"Esto lo hace la gente de acá. No vienen de Melipilla o de Rancagua, es la gente de nuestra propia ciudad la que hace esto", dijo Brito al ver un cerro de desechos donde había hasta un inodoro.
Recuperando el daño
Bueno, y dónde está el humedal. Calma. Primero estuvimos en el banco de arena. Un espacio contiguo a la desembocadura donde en la década de los noventa funcionó una pista de carreras y que quedó seriamente dañada tras el fin de su funcionamiento.
"Junto con la Municipalidad de San Antonio logramos que la arena que sacaron para construir el supermercado Líder se depositara acá y de esa forma tapamos los escombros que habían quedado", agregó Brito.
En ese rincón, que está al sur del parque DYR, esperan que se construya una laguna artificial en forma de compensación en caso de que la expansión del puerto acabe con la laguna de Llolleo u Ojos de Mar.
Por cierto, reconozco que aún pesaba sobre mi memoria el cuento que me inventaron cuando chico y hasta ayer no sabía que esas pozas de agua nacieron por la desviación del cauce del estero El Sauce y que si tienen fondo. No viven monstruos en sus profundidades como algún desubicado me dijo cuando era un niño inocente.
De vuelta visitamos la caleta de pescadores de la ribera del Maipo, quienes se aprontan para celebrar la fiesta del Chinchorro el próximo 13 de febrero.
La aves
Del otro lado del río, en Santo Domingo, pudimos ver el humedal con mayor detalle y muchas aves las cuales aún nidifican en el sector.
Gaviotas, pilpilenes, tórtolas, patos, perritos y rayadores son parte de la veintena de especies que pudimos ver en el recorrido.
"En una expedición como esta no se alcanza a apreciar todo lo que vive acá", indicó Brito.
Cuando llegaba el cansancio nos internamos por las vegas, que son los sectores húmedos, pero aún con tierra firme. Miles de aves descansaban, se alimentaban y nadaban a pocos metros. Un espectáculo sobrenatural que a nadie dejó indiferente.
Aunque las aves brindan un espectáculo sobrecogedor, al final del camino queda la sensación de que poco y nada se toma conciencia al medio ambiente. Parte de la señalética y los senderos habían sido destruidos por los maldadosos, aun cuando estas estaban casi perdidas en la arena. Ni hablar de la basura. La lección que nos enseñaron al final es: el cuidado del ecosistema depende de nosotros mismos.

