El sanantonino que pasó del negocio de la grasa a la farmacia
El auxiliar de farmacia reconocido como el más antiguo de la zona cuenta cómo fue su experiencia laboral antes y después de especializarse en los medicamentos. Hoy cumple 84 años de edad.
Ricardo Pizarro hoy cumple 84 años de edad y es reconocido como el auxiliar de farmacia más antiguo y respetado de San Antonio. Este reconocimiento le fue entregado hace más de tres años, pero lo mantiene asegurando que "tiene cuerda para rato".
Sus compañeros de la farmacia Máster donde trabaja desde hace 11 años, lo describen como todo un caballero
Este sanantonino amante del cerro y ex dirigente del Club Unión Placilla, vivió desde que tenía 10 años de edad en el pujante sector donde emergía el negocio de las carnes y sus derivados.
Comenzó estudiando en el Instituto del Puerto de San Antonio hasta Tercero de Humanidades y finalmente egresó del Liceo Fiscal con un destacado rendimiento académico.
Sus mayores alegrías, además de su feliz matrimonio con cuatro hijos, 8 nietos y dos bisnietos, las vivió por cerca de 15 años como dirigente del Club Deportivo Unión Placilla donde disfrutó grandes triunfos y desafíos con históricos y destacados dirigentes del fútbol amateur como Félix Ruiz de Estrella de Chile y Luciano Huerta.
Sin embargo, una de sus penas más grandes es la muerte de su mujer hace tres años, un dolor que hasta hoy lo acompaña, puesto que no deja de quebrar su voz al hablar de ella y comentar que vivió 53 años de matrimonio con la mujer que siempre amará.
Hoy vive junto a uno de sus cuatro hijos en Barrancas y trabaja de lunes a sábado sin faltar, aunque desde hace 7 años lo hace en un sistema de media jornada, lo que le permite hacer un turno desde las 10.00 hasta las 14.30 horas. "Así seguiré trabajando hasta que mis piernas me lo permitan, pero tengo cuerda para rato", confiesa con seguridad haciendo alarde del excelente estado de salud que mantiene.
Aunque a comienzos de enero sus exámenes médicos detectaron que sufre un problema de insuficiencia cardiaca, sólo estuvo quince días con licencia y se reintegró de inmediato a sus labores, ya que dice sentirse en perfectas condiciones.
Fábrica de grasa
Siempre fue muy ordenado y muy didáctico con los números, por lo que inicialmente se dedicó a dictar unas clases particulares de matemáticas que posteriormente le abrieron las puertas para ingresar a la fábrica de grasa que funcionaba en Placilla.
De acuerdo a lo que cuenta Pizarro, en esos tiempos era una empresa muy importante que trabajaba los derivados de la carne de todos los mataderos de la zona y era un negocio muy bueno, porque "todo se hacía con grasa animal: las frituras, el pan, todo. Nosotros la procesábamos en unas calderas y se vendía por latas. Eso además del cuero, que lo curtíamos en la fábrica y se vendía en Santiago", resume con entusiasmo al recordar sus inicios laborales donde se destacó como encargado.
Allí, según se acuerda, la mayor complejidad que tenía era al momento de pagar las remuneraciones de los empleados que tenía a cargo, ya que a ninguno lo llamaban por su nombre. Los identificaba por los apodos de "el Mono", "el Chita", "el Pirigüín"… "Eso me daba mucha risa, porque no me quedaba otra que llamarlos por el apodo y ellos me iban diciendo su nombre", comenta jocosamente.
En este rubro trabajó durante 17 años, hasta que en 1971 comenzó a decaer ese mercado y finalmente, la fabrica cerró.
A estas alturas ya se había casado, había formado su familia y ya cumplía 40 años de edad, por lo que debía encontrar un trabajo a la brevedad. "Tuve que encontrar otro rumbo", dice.
Farmacia
En 1972, ingresó a trabajar a la farmacia Krebs que se ubicaba en la Avenida Centenario en la esquina de Alberto Barros. No sabía nada de medicamentos, pero su empeño por aprender y su responsabilidad laboral se impuso por sobre cualquier dificultad.
"Ahí hice de todo, partiendo por encargarme de la bodega, aprendiéndome los nombres de los medicamentos, haciendo pedidos, trabajo de oficina. De todo y era muy distinto a lo que es ahora, era mucho más complejo, porque había un sistema de kardex que era mucho más engorroso", comenta.
En este proceso y en medio de la complejidad política que vivía el país en esa época cuenta que estando en esa farmacia, dos días antes del golpe militar su jefe les entregó un anticipo de remuneraciones y les ordenó irse a sus casas, ya que "se venían días difíciles".
"Él debe haber sabido que venía el golpe, porque fue justo como dos o tres días antes y después volvimos a trabajar dos días después del 11", señala añadiendo que cuando regresaron a trabajar circulaba muy poca gente, porque "todos andaban como asustados y no salían mucho de sus casas, así es que las ventas también eran muy bajas. Además, teníamos que cerrar como a las seis de la tarde porque había toque de queda".
Tras haber adquirido una vasta experiencia en el rubro, Ricardo Pizarro volvió a vivir un duro momento laboral, pues la farmacia en la que se formó quebró y cerró sus puertas en 1983.
Programa de empleo
Su permanente inquietud y búsqueda de trabajo no cesó, por lo que ingresó a uno de los sistema de empleo del gobierno denominado "Programa de Ocupación para Jefes de Hogar" (POJH). Tras un año de labores con una remuneración muy baja, Pizarro ingresó nuevamente a una farmacia. Era una nueva Krebs, pero esta vez debió trasladarse a vivir a Rancagua, donde sólo "aguantó" seis años.
Fue en ese entonces cuando ingresó a trabajar en la antigua farmacia Costamar, una empresa independiente que tenía varios locales a lo largo de la costa.
Tenía 58 años de edad y permaneció en este negocio cerca de 15 años hasta comenzar en la farmacia Máster, el tradicional establecimiento ubicado en la esquina del hospital Claudio Vicuña, donde ya cumplió 11 años como auxiliar de farmacia.
Según Ricardo Pizarro, siempre ha valorado el trabajo de las farmacias independientes, ya que se destaca el ambiente familiar y el trato ameno con las personas.
"Yo estoy feliz trabajando acá, porque me respetan. Siento que me cuidan y valoran mi trabajo", detalla refiriéndose a la farmacia Máster y revela que tuvo la posibilidad de ingresar a una prestigiosa cadena del rubro, pero que el sistema competitivo e impersonal no le gustó.
Productos más vendidos
Pizarro ha visto cómo ha evolucionado el negocio de los medicamentos en el transcurso de estos 44 años y revela que en los tiempos donde el "Mejoral" y la "Dipirona" eran los productos estrella, lo que más prefería la gente eran las flores pectorales, el tilo, el permanganato de potasio y el alcohol para las friegas.
"Ahora la gente no pide mucho estas cosas, aunque todavía se venden, pero prefieren los jarabes y las infusiones calientes como el Tapsin", señala.
-¿Qué es lo que más vende la farmacia hoy en día?
-Los antibióticos. Siempre con receta, pero es lo que más compra la gente en comparación con lo que compraban hace 40 años.
-¿Le han tocado personas tímidas que quieren comprar Viagra o condones por ejemplo?
-Sí. Siempre hay personas a las que les cuesta pedir ese tipo de cosas y esperan a que no haya nadie más en el local para pedirlos.
-¿Y cómo los atiende para que le digan claramente lo que quieren?
-Como a cualquier persona, como si vinieran a comprar cualquier cosa. A todos los tratamos con amabilidad como si compraran cualquier medicamento, porque si uno actúa diferente, pueden cohibirse más.
"Me ha tocado atender a miles de personas, pero a todos hay que tratarlos con la misma cordialidad", afirma.