El silencio que acompaña a Luis Rojas en el taller "Don Beto"
Fundó un grupo scout, fue presidente de un club a los 15 años y participó en la creación de la Comparsa Viuda 9. Pero hace dos años, el destino comenzó a jugarle una mala pasada.
Luis Alberto Rojas Guzmán está en su taller de desabolladura y pintura "Don Beto", que se ubica en calle Ginebra, cuando desde un rincón escucha que su hijo Francisco le grita "viejito". Lo busca con la mirada pero no lo encuentra. Sigue trabajando. Al rato presiente que su hijo mayor, también de nombre Luis Alberto, está por llegar. Apenas se vean se saludarán con sus respectivos dos besos en cada mejilla, un fuerte abrazo y se gritarán de un lado para otro "qué pasa perrito". Pero pasan las horas, el trabajo se hace tedioso y su hijo mayor no cruza la puerta del taller.
"Mis dos hijos comenzaron a trabajar conmigo desde pequeños. Al Luis Alberto le encantaba venir de chico, y era al que más le gustaba andar por todos lados acá en el taller. Se podría decir que era mi mano derecha", reconoce Luis.
Desde el cerro alegre
Luis Rojas Guzmán nació el 31 de agosto de 1950. Creció en Cerro Alegre y es parte de una de las familias más conocidas del sector. "Todos los Rojas allá son primos, tíos, hermanos", acota.
Estudió en la ex Escuela 1, justamente por la cercanía que tenía el establecimiento educacional con la casa de sus padres, Víctor Rojas y Margarita Guzmán. Eran 7 hermanos. "La otra vez fui al lugar donde estaba la Escuela 1 y me dio pena verla abandonada. Allí salí de sexto humanidades y tengo los mejores recuerdos, ya que ahí comencé mi carrera en el scoutismo, que es lo más importante que me ha pasado en mi vida en todo ámbito".
En el grupo scout de la Escuela 1 fue parte de la patrulla Castor desde quinto preparatoria hasta primero humanidades. Entre reuniones los sábados en la tarde y salidas a lugares como la Laguna El Peral fue encontrando su camino en el scoutismo.
Vida con pañoleta
Fue a los 32 años cuando Luis Rojas fundó el grupo scout "Gabaón". Ingresó a la Iglesia de Jesucristo de los Últimos Días, ya que se encontraba bastante cerca de su hogar en la Viuda 9, y tras realizar un curso de certificación en Viña del Mar junto al hermano José Mella San Martín, comenzó a motivar a los chicos del sector para que se unieran al nuevo grupo scout que se estaba formando.
Los primeros en decir presente fueron sus 9 hijos. De memoria los enumera a todos: Luis, Francisco, Jennifer, Catherine, Johana, Richard, Leonardo, Carolina y Yessenia. Su señora Gianella Koneffke era la encargada de que los sábado todos tuvieran su pañoleta lista para lucirla. "Estuvimos tres años con el grupo scout en la Iglesia, pero decidimos dejarla porque el grupo quería contar con niñas que también querían ser guías, entonces tuvimos que optar por seguir reuniéndonos en el pasaje Los Alces, en la misma Viuda 9. En el mejor momento llegamos a tener más de 150 jóvenes en el grupo Gabaón", recuerda Luis, quien era conocido como "El Jefe", apelativo que aún escucha por las calles cuando un ex scout lo saluda.
Sus logros
Entre sus logros, Luis recuerda cuando realizaron un campamento en Chiloé. "En ese tiempo fuimos los que más lejos llegamos a acampar de los 11 grupos que había en San Antonio. Fue una época muy linda, que es la que más recuerdo, porque ser scout es algo que va más allá de salir de campamento. El scoutismo te va formando como persona, para la vida diaria, en la forma de respetar al prójimo y colaborar para la comunidad. En mi familia fue muy importante, de hecho todas las parejas de mis hijos e hijas fueron scout del grupo, entonces no me dicen suegro, sino que me dicen jefe", dice lleno de risas.
Fue 12 años seguidos jefe del grupo "Gabaón", el que se disolvió en 2009. Los años y la tecnología han disminuido considerablemente el número de integrantes en los grupos de guías y scouts a nivel nacional. En San Antonio en la actualidad solamente existen dos. "Aún tengo la pañoleta del grupo en mi taller", reconoce con nostalgia.
Tradición carnavalera
Pero no solamente en los scouts Luis demostró aquel liderazgo que viene añadido a su ADN. Por ejemplo, a los 15 años fue presidente del club deportivo Independiente Arturo Prat de Cerro Alegre. Tenía a cargo nada menos que 320 socios al día, y bajo su tutela los equipos de Tercera, Segunda y Primera Infantil, además de la Primera Adulta y los Seniors.
Otro ejemplo: seis años atrás, ayudó a la fundación de la Comparsa Viuda 9, activa participante del Carnaval de San Antonio. "Mi familia pertenecía y eran dirigentes de la murga Arturo Prat de Cerro Alegre en la década de los sesenta, así que era algo que nos gustó de siempre. Junto a mis hijos, y amigos de ellos, un verano en Rapel comenzamos a darle vuelta a la idea de armar una comparsa. Así fue naciendo, y tras varios meses de trabajo, pudimos presentarnos por primera vez en el Carnaval del 2012, donde tuvimos la suerte de debutar con el tercer lugar en Comparsas y el segundo lugar en Carros Alegóricos", acota Luis, quien sigue siendo un colaborador activo de la Comparsa Viuda 9.
Taller en silencio
Antes de montar el taller "Don Beto" en calle Ginebra, Luis trabajó durante más de 15 años ligado al puerto sanantonino realizando el traslado de cargas en las bodegas.
Al hombro se echaba sacos con granos de entre 100 y 120 kilos de peso. Si bien reconoce que ganaba un buen sueldo, la proyección era complicada y los años comenzaban a pasar rápido.
"Aprendí del trabajo de la desabolladura y pintura con el maestro Luis Araya. Comencé como su ayudante en el taller que tenía en calle Balmaceda, y fui aprendiendo el oficio. Maestro me hice en Melipilla, donde también estuve trabajando unos años, hasta que llegué al taller que en la actualidad se encuentra en calle Ginebra esquina Hurtado de Mendoza. Se llama 'Don Beto' porque me dicen así desde hace muchos años".
Su gran dolor
Mientras iban creciendo, sus hijos Luis, Francisco y Richard comenzaron a acercarse naturalmente al taller para mirar al padre. "Richard fue el que menos estuvo acá, pero Luis y Francisco aprendieron todo y me ayudaban desde soldar hasta a desarmar cualquier pieza. Siempre fuimos de afectos, de saludarnos de besos, y eso llamaba la atención, porque la gente normalmente no es así. Me gusta estar en familia, y soy feliz al tener una bien numerosa, con 9 hijos".
Pero el destino le tenía una doble mala jugada a Luis. El 2 de mayo de 2014, su hijo Juan Francisco falleció producto de un accidente laboral mientras trabajaba en la Maestranza Galarce, ubicada en avenida La Playa. Estaba realizando labores de soldadura cuando la tapa de un tambor le explotó sobre su cuerpo. Murió de forma instantánea, ante la atónita mirada de sus compañeros de faena.
En tanto que la madrugada del pasado domingo 7 de febrero, producto de una amigdalitis que no fue atendida a tiempo (la familia acusa negligencia médica), Luis Alberto falleció en una cama del hospital Claudio Vicuña. Tenía 42 años y dos hijos.
"Aún siento que están acá en el taller, que me hablan, que me gritan 'perrito', porque así nos gustaba decirnos. Estoy esperando que en cualquier momento el Francisco me va a decir "viejito necesito esto", o que el Luis va a llegar a trabajar. Estoy en el taller solo ahora y eso ha sido lo peor, de hecho estoy trabajando media jornada, abriendo a las once de la mañana, cuando antes con los chiquillos abríamos a las nueve de la mañana, y atendíamos todos el día", afirma con la voz quebrada Luis Alberto Rojas Guzmán, quien a sus 65 años es sincero al confesar que "me faltan los cuatros besos de mis dos hijos cuando nos saludábamos y abrazábamos".