Matrimonio cuenta cómo le cambió la vida tras sobrevivir al tsunami en Llolleo
A seis años de la tragedia del 27F, ayer se llevó a cabo un acto religioso en que los familiares de las víctimas recordaron a los cinco fallecidos que dejó el maremoto en San Antonio.
Han pasado 6 años desde el tsunami ocurrido el 27 de febrero que arrasó con más de 200 cabañas del camping de Llolleo y que provocó la muerte de cinco personas.
Una fecha que varios sanantoninos rememoraron al mediodía de ayer con una ceremonia religiosa realizada en el memorial ubicado en la Plaza de San Expedito de Tejas Verdes, hasta donde llegaron familiares, amigos y vecinos de los fallecidos, además de autoridades locales.
Al inicio de la ceremonia, los recuerdos de la fatídica noche que les quitó la vida a David Yáñez Muñoz, Avelina de las Mercedes Quiroz Acevedo, Adán Castro Farías, Victoria Alejandra Vásquez Urrutia y Ana Lucy Astorga Llanos volvieron a aflorar.
Un ambiente en que el silencio reinaba en torno al dolor y a las pérdidas humanas que dejó el 27F. En el lugar, los rostros pensativos de las personas presentes reflejaban reflexión en torno a la fecha que aún permanece imborrable en los sanantoninos.
Son muchos los testimonios que las personas compartieron sobre el tsunami que afectó las costas del puerto. Historias que Diario El Líder recopiló, con algunos de los protagonistas, parte de aquella horrible madrugada que dejó a todo un país inmerso en la pena.
Testimonios
Para Germán Cavada, la horrible experiencia vivida ese 27F es un recuerdo que mantiene todavía vigente en su memoria.
Este hombre comienza su relato rememorando su encuentro con una de las víctimas del fatídico tsunami ocurrido en el camping de Llolleo. La imagen de Avelina Quiroz no la olvidará jamás.
"Ese día recuerdo que nos topamos con la Avelina cuando nos dirigíamos a la cabaña. Ahí conversamos con ella y nos contaba que su marido estaba muy enfermo en el hospital y que esperaba poder verlo pronto", cuenta Cavada.
¿Y esa fue la última vez que se vieron con ella?
-Sí. Fueron sus últimas palabras, la verdad. Después nos enteraríamos de que la pobre no pudo escapar de la ola. Con ella fuimos muy buenos amigos. En el camping nos conocíamos todos y éramos muy cercanos.
-¿Y luego de eso qué más recuerda?
- Después nos fuimos a la casa y recuerdo que yo sentí que el piso se estaba hundiendo cuando comenzó el terremoto. Imagine usted que la cabaña se encontraba en la playa donde hay arena, por lo que el movimiento hacía que el suelo subiera y bajara como un balancín. Nosotros no podíamos ni movernos dentro de la vivienda.
- ¿Prácticamente se sentían atrapados?
-Por supuesto. Yo me acuerdo que después de que salimos de la casa con mi señora y cuñados, vimos cómo la ola comenzaba entrar en los Ojos de Mar. Yo observé cómo mi auto era arrastrado por el agua. Prácticamente todo se perdió.
-¿No quedó absolutamente nada?
-Nada. La cabaña después volvió a reflotar, pero estaba en pésimas condiciones, ni se podía vivir ahí. Fue terrible lo que pasó ese día. Varios vecinos pensaron que estábamos muertos cuando vieron que mi auto se lo llevaba el agua. Pero después cuando nos vieron vivos, nos abrazaron y agradecieron al cielo que no nos pasó algo grave.
-¿Hasta el día de hoy usted aún mantiene vivo ese momento?
-Exacto. Es que si algo me ha enseñado esto es que uno debe estar agradecido con lo que tiene en la vida. Dése cuenta que nosotros pensábamos que no sobreviviríamos, que este iba a ser nuestro final, sin embargo, aquí estamos rememorando esa fecha.
-¿Es como una nueva oportunidad de vida?
-Puede ser. Yo creo que la muerte es muy poderosa. Uno nunca sabe cuándo actuará la guadaña en nosotros. Por eso pienso que es bueno recordar a toda esa gente que nos dejó, ya que esas cosas no deben olvidarse nunca.
La visión de Germán Cavada también es compartida por Ximena Villarroel, su esposa y la presidenta de la Sociedad de Veraneantes del Camping de Llolleo.
"Recuerdo que antes del terremoto me encontré con ella (Avelina). Nos saludamos con un abrazo y nos pusimos a conversar. Eran como las 23.00 horas cuando sucedió eso. A fin de cuentas le comenté que estaba linda la noche y ella me respondió que también el mar estaba tranquilo, a tal grado que no estaba mal darse un paseíto", afirmó.
-¿Y después de eso qué sucedió?
-Con mi marido y mis dos hermanos nos fuimos a la cabaña. Me acuerdo que mi esposo comentó que la noche estaba tranquila y le dije en forma de broma que quizás iba a temblar, y me respondieron que estaba diciendo disparates y que estuviera tranquila porque no iba a pasar eso.
-¿Fue como un presagio de lo que venía?
-No sabría decirlo en realidad, ya que estas cosas pasan sin que uno lo advierta.
-¿Y qué ocurrió después?
-Nos fuimos a acostar y recuerdo que lo primero que siento es el ruido de un golpe. Me despierto sobresaltada y empiezo a sentir que el piso se movía. Inmediatamente comencé a decir en la casa que estaba temblando y que debíamos salir, pero mi esposo trataba de calmarme diciendo que iba a parar.
-Pero el movimiento seguía...
-Claro. Si después cuando ya comenzó el remezón, les dije a todos que debíamos salir de la cabaña, pero mis hermanos y mi esposo seguían diciendo que estuviera tranquila, que iba a pasar. Fue después cuando unos surfistas gritaron que venía una ola grande que nos fuimos de la cabaña. Esa noche fue muy espantosa para todos nosotros.
-¿Y qué sentimientos le trae ahora el rememorar esto cuando se cumplen seis años desde ese fatídico día?
-Creo que, con los años, he aprendido que uno debe estar preparado para cualquier cosa que ocurra en la vida. Además de recordar el dolor que significó el perder a esa gente, la enseñanza que me deja esto es que uno debe aprender a seguir adelante en la vida, pero nunca olvidarse de los seres queridos con los que compartimos y que ya no están.