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Reducción del impuesto a la herencia

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En Chile, cada vez que fallece el dueño de una empresa -sea ésta pequeña, mediana o grande- su familia debe pagar un impuesto para heredar la compañía, lo mismo que sucede con cualquier tipo de patrimonio. Esto quiere decir, que el gravamen se calcula caso a caso, con una tasa progresiva de 1% a 25% sobre el monto líquido legado, al que se le restan las deducciones que permite la ley, por ejemplo, deudas hereditarias.

A modo de ejemplo, si muere un empresario dejando como patrimonio una empresa cuyo valor es de $2.000 millones, cada uno de sus dos hijos deberá pagar aproximadamente $50 millones de impuesto a la herencia, mientras que su cónyuge cerca de $170 millones.

El panorama es diferente en países más adelantados. Por ejemplo, en España la herencia de la empresa -en la medida que se celebre un pacto que garantice que los herederos mantendrán la propiedad y la gestión de la empresa por un tiempo determinado- está exenta de impuesto o paga un porcentaje muy bajo [Cataluña]. De la misma manera, en Francia, si se celebra el pacto Dutreuil -que garantiza la administración y propiedad de la empresa por parte de los herederos- por un plazo determinado, se rebaja el 75% del valor de la empresa del cálculo de los impuestos de herencia.

En Chile, en cambio, la nueva legislación tributaria restringe aún más las planificaciones de herencia, por lo que se hace más difícil proyectar la sucesión de una empresa en materia de impuesto a la herencia.

GUSTAVO CUEVAS

SOCIO FUNDADOR DE

CUEVAS ABOGADOS

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Un Óscar para el cine chileno

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Lo que se vivió el domingo en el Teatro Kodak fue un hito en la historia del cine chileno. Una producción nacional levantando un Oscar, en una categoría donde Pixar -el gigante de la animación digital- competía por el cetro, es algo que nos demuestra que nuestro cine ha ingresado a una etapa mayor, y que cuando hay amor, pasión, talento y perseverancia, todo es posible. Más aún cuando sus realizadores narran una historia dolorosa, que conocen muy de cerca, y que transforman en un mensaje universal.

En 2013, la película de Pablo Larraín, "No", aunque superada por "Amour", presentó el nombre de Chile en los Oscar por primera vez. Hace una década "En la cama", de un joven Matías Bize, logró un Goya, la mayor distinción del cine iberoamericano. Y así podríamos seguir nombrando muchas películas de las nuevas generaciones, como Volantín Cortao (largo de egreso de Cine UDD) y muchos otros que han reunidos decenas de premios en los festivales más importantes del mundo.

Y eso es lo justamente lo que ha hecho el cine chileno en las últimas décadas. Un trabajo ya no tan silencioso que se ha desarrollado con el apoyo -muchas veces insuficiente- de los fondos audiovisuales y en las nacientes escuelas de cine, pero que su mayor mérito es el haber encontrado formas de contar historias locales entendidas en una dimensión universal.

El corto animado de Gabriel Osorio resulta emblemático de este fenómeno. Merecidamente el primer Oscar chileno fue para una historia cercana a los realizadores, surgida de sus corazones, hecha con gran pasión artística y una riqueza estética que hacen de una parte oscura de nuestro pasado reciente, el exilio, una obra de valor humano universal. El cine chileno se encuentra con su memoria, su realidad, y eso es algo que se valora dentro y fuera del país.

MARCELO FERRARI

DIRECTOR DE CINE

U. DEL DESARROLLO

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