Recuento veraniego
Otro verano que se va sin pena ni gloria. Está claro que hace bastante tiempo ya los veranos pasan sin gloria, pero tampoco con pena. Así es, porque cuando uno se acostumbra a una situación eso ya no produce pena, esa es la consecuencia positiva de la resignación. Los cartageninos de siempre dejaron de complicarse hace mucho rato ante la desmejorada condición de la comuna; y los otros, aquellos que nos hemos venido a vivir acá en los últimos 30 años tampoco nos produce pena, porque siempre hemos visto a Cartagena de esta forma y conociéndola así hemos optado por quedarnos.
Así pues, nos hemos acostumbrado a convivir cada año con todos esos personajes que deambulan por la plaza, la terraza y la playa misma en estado de ebriedad, pidiendo dinero y molestando a quien se le cruce. En realidad, lo hemos asumido como una especie de folclorismo local.
Estamos acostumbrados a ver como cada verano comerciantes afuerinos con o sin permiso, prácticamente, se tomen nuestro principal atractivo turístico como es La Terraza, vendiendo de un cuanto hay y la autoridad sólo atine a dar justificaciones. Pero además con un tipo de comercio como son los vendedores de sánguches de potito, choclos cocidos, etc., que serían impensados en otros balnearios.
Ya nos parece de lo más natural ver cómo los "turistas" se instalan a comerse el completo, la papa frita o el pollo que trajeron de Santiago en los asientos de la Playa Grande o en la Playa Chica como si el paseo fuera zona de picnic, dejando una estela de papeles tirados por todos lados. Ahora también se han venido a la misma plaza, quizás porque ahí tienen cerca el supermercado.
Vemos de lo más natural como todos estos flaites se mueven por la comuna como Pedro por su casa, hasta con amplificador a cuestas, llevando el equipo a todo volumen, dándole lo mismo si esto puede molestar o no a los demás. Total estamos en Cartagena.
EDUARDO FLORES