De reponedor de supermercado a prestigioso estilista profesional
Felipe Abarka lleva quince años cortando y peinando el cabello de las mujeres de la provincia que asisten a su salón de belleza ubicado en Llolleo.
Si usted escucha el nombre Felipe Abarka, quizás su mente lo relacionará con las palabras peluquería, manicure, belleza y, por sobre todo, glamour. Pero si a usted no le suena el nombre, acá le presentamos la historia de este popular personaje.
Felipe es sanantonino. Nació y creció con la brisa marina del puerto, pero esa misma brisa lo llevó a vivir a Santo Domingo hace 20 años, pues la belleza y tranquilidad del lugar lo cautivaron.
En San Antonio fue criado por su madre junto a sus ocho hermanos. "Soy el número ocho de nueve hermanos, casi el concho".
Muchos de sus hermanos emprendieron vuelo a Estados Unidos, pero hace quince años él prefirió establecerse en su ciudad natal con la peluquería que lleva su nombre. "Yo creo que de todos mis hermanos yo soy el más popular, porque la gente me ubica. Todos saben quién soy", señala feliz y orgulloso.
Su familia
Felipe vive solo, pero todos los días se levanta temprano y camina un par de cuadras para acompañar a su madre, Margarita Abarka, que tiene 70 años, a tomar desayuno. "En la noche también paso a visitarla y aprovecho de comer con ella en su casa".
La relación que tiene con su mamá es muy cercana. Por eso confiesa que "yo uso mi segundo apellido en honor a ella. Siempre se habla del apellido del papá, pero yo prefiero usar el de mi mamá".
La decisión de no utilizar su apellido paterno no nació de la noche a la mañana. Su madre estaba separada y tenía que esforzarse el doble para que a sus hijos no les faltara el pan de cada día. "Mi mamá estaba completamente sola, por eso yo creo que soy más apegado a ella. Tengo mucho apego a mi familia materna".
Por el otro lado, la relación con su padre siempre fue distante. "Yo dejé de ver a mi papá dos años antes de que él se muriera. Pero hace 15 años que no lo veía". A pesar de la distancia y las penurias que vivió, él no siente rencor hacia su progenitor. "No tengo sentimientos de rabia ni de cariño, prefiero no tener nada", sostiene indiferente.
Difícil infancia
Con una familia numerosa y una sola fuente de ingreso económico, la situación en su hogar no era para nada fácil. "Éramos muchos hermanos. Yo me acuerdo que cuando chico para el colegio usábamos la parte de adelante del cuaderno para un ramo y la parte de atrás para otro. Yo creo que a muchos nos pasó. Y yo desde siempre he tratado de mantener la esencia de la humildad".
Malo para el colegio
Como un buen niño, Felipe asistía todos los días al colegio Cristo del Maipo de Llolleo, y luego, en la enseñanza media, al Liceo Nacional, pero su rendimiento académico no era de los mejores.
De hecho, reconoce hidalgamente que tardó seis años en terminar la enseñanza media. "Repetí segundo y tercero medio porque no me gustaba el colegio", cuenta mientras ríe a carcajadas.
Según su propia confesión, era malo para matemática, lenguaje y, en realidad, para casi todo. "En lo único que me iba bien era en artes visuales. Siempre tuve talento con mis manos". Y agrega: " para matemática y física era matado".
-¿Y usted era el único malo para los estudios en su familia?
-Mi hermana, que es un año mayor que yo, también quedó repitiendo. Fuimos compañeros. Después ella pasó de curso y yo de nuevo quedé repitiendo.
Su propia Peluquería
Felipe trabajó siete largos años como reponedor de Soprole en los supermercados. Todos los días debía levantarse muy temprano. Y no estaba conforme. Por eso, luego de una pequeña reflexión decidió estudiar peluquería. "No sé si me gusta tanto la peluquería, pero soy muy exigente con la pega".
Al poco tiempo comprendió que este rubro era rentable y que le serviría para salir adelante. "Económicamente es una buena pega", confidencia.
Tras terminar su carrera, comenzó a perfeccionarse para realizar su trabajo de la mejor manera posible y aprovechar de renovar su propio look. "A mí me gusta cambiar mi pelo. No me gusta estar siempre igual".
La peluquería no es una de las profesiones preferidas por el género masculino, pero señala que "la confianza me la dieron los clientes. Ahí me di cuenta que tenía dedos para el piano".
Pero no se transformó en estilista de un día para otro. Su camino profesional tuvo altos y bajos.
Sus primeras clientas fueron su madre y sus hermanas. "Ahí empecé con los condoros. Uno siempre se los manda con la familia".
Su hermana sólo pedía un corte de puntas, pero la tijera arrasó con algo más que eso. "Uno tiene que aprender que las puntitas no son como uno cree, sino uno o tres centímetros. Menos mal que el pelo y las uñas crecen", sostiene con gracia.
Un día decidió renunciar a su empleo y comenzar con su propio emprendimiento. Sacó los ahorros que tenía y se arriesgó a cruzar el río. "Me compré lo básico sin saber si me iría bien o mal".
Al principio su salón de belleza sólo tenía un lavapelo, una silla y un espejo. "Era un local chiquitito", recuerda.
Tras 15 años de arduo trabajo, las cosas han cambiado. Hoy su salón de calle Del Canelo 450 tiene ocho peinadores. "Eso demuestra que uno está haciendo las cosas bien, porque uno se gana la confianza de la gente. Esos son mis logros".
En el local las mujeres pueden regalonearse con una manicure, cortes de cabello y depilación. "Lo que más disfruto es hacer moños, porque uno nunca sabe cómo van a quedar y ver la cara de la novia es increíble"
Humilde como siempre, Felipe trabaja codo a codo con sus compañeros y confiesa que "detesto que me traten de jefe".
Solo con su perrita
Felipe vive acompañado sólo por su perrita Sara. "La tengo hace poco. Es mi compañera".
Cuando abre la puerta de su casa Sara comienza a saltar de un lado para otro. "Al menos tengo un perro que me ladre cuando llego cansado a mi casa. Con eso me doy por pagado", admite.
-¿Y cómo está su corazón?
-No soy pololo, yo soy más bien… soy como soy...
Antes de terminar la respuesta, es interrumpido por sus trabajadores, que dicen: "es trabajólico y solitario".
Felipe vuelve a charlar sobre el tema sin perder la esperanza. "Estoy la mayor parte del día trabajando, pero si llega alguien, llega".