La dama de rojo que le ganó a la depresión gracias a las manualidades
Isabel Urrejola abrió su local "El Rincón de Isa" hace tres años. Ahí pinta e imparte talleres a mujeres de diversas edades que quieren aprender más de estos trabajos manuales.
En 1994 una amiga de Isabel Urrejola Contreras la invitó a formar parte de la Damas de Rojo, voluntariado que presta asistencia a enfermos de bajos recursos. Luego de conversarlo con la almohada, se atrevió y dijo sí. "A mí me encanta lo social. Me hace feliz", confiesa.
Isabel se presentó ante el directorio de la institución y fue aceptada. "Ahí te tienen tres meses a prueba por si te das cuenta que no te gusta o no te acostumbras, porque no puedes ir al hospital un día y al otro no".
La labor que desempeñan las Damas de Rojo es ser un nexo entre los pacientes hospitalizados y sus familias. Además, se preocupan que a los enfermos no les falten los útiles de aseo, el pijama, las pantuflas, los pañales, el té y el azúcar, incluso ayudan a costear algunos medicamentos a los pacientes de escasos recursos.
"Cada una tiene su turno. Yo voy y recorro el hospital por toda las salas de los hospitalizados, cama por cama, preguntando si les falta algo", cuenta.
Estuvo seis meses como voluntaria y entró al directorio como secretaria por dos años. Después, asumió como presidenta durante ocho años más. "El año pasado entregué mi cargo, porque no podía estar más años de presidenta. Además mi negocio me quita mucho tiempo".
Isabel visita a los enfermos, pero las personas que más le tocan el corazón son los abuelitos que están hospitalizados. Ella ve en esas personas a su padre, un hombre de campo y muy trabajador.
-¿Qué es lo que más la ha impresionado durante su voluntariado?
-La primera Navidad me impresionó mucho. Todas las navidades las voluntarias entregamos un regalo a cada paciente, tenga o no recursos. Una compañera se viste de viejita pascuera y mientras pasamos por las salas hay un coro cantando villancicos. Ahí casi me muero, porque le entregamos un regalo a alguien que nunca había recibido uno. Los hombres mayores lloraban de emoción. Fue una cosa que me llegó al alma.
Las voluntarias además de entregar un presente, abrazan y acompañan a los enfermos, pero algunos se aprovechan de sus buenas intenciones. "Hay gente que tiene recursos e igual pide cosas. Con los años de experiencia me he dado cuanta que la gente que no tiene no pide o dice que después nos devolverá lo que le dimos".
El momento más hermoso que goza mientras ayuda al prójimo es cuando le agradecen. "Que te digan: 'gracias mijita que Dios le bendiga', me llena el corazón", exclama con emoción.
La mayoría de las historias que le cuentan los abuelitos a Isabel tienen que ver con soledad y abandono. "Yo tengo a mi abuelito en el hogar, es por eso que más sensible me pongo", aclara.
Sus padres
Sus papás eran de San Carlos, Octava Región. Se casaron allá y con sólo 17 años se vinieron a vivir a Llolleo buscando un mejor pasar. "Se conocieron porque eran del mismo sector, pero no de la misma clase social. La familia de mi mamá se oponía", cuenta.
A los años de matrimonio comenzaron a agrandar la familia con tres hermosos hijos. La última en nacer fue Isabel.
Con el tiempo sus padres se separaron y como tenían que seguir trabajando para darles un mejor porvenir, decidieron poner a sus hijos en un internado.
La vida de Isabel transcurría con normalidad hasta que un llamado la dejó desconcertada y con un dolor inmenso en su pecho. "A los 11 años estaba internada en el Sagrada Familia. Me llamaron por teléfono para avisarme que mi madre había fallecido. Yo no sabía lo que pasaba. No sabía que estaba enferma", rememora con tristeza.
Desde ese día su padre se hizo cargo de ella y de sus hermanos.
"Con mis hermanos hemos llevado una vida carente de cariño. Mi mamá falleció cuando éramos pequeños y mi papá era trabajólico, hasta los domingo trabajaba para que nunca nos faltara nada. Fue un buen papá. Para mí él fue toda mi vida, lo cuidé mucho".
A los 58 años su padre falleció tras una seguidilla de accidentes vasculares. "Como era trabajador el desgaste físico le pasó la cuenta", dice con una pena inmensa.
El rincón de Isa
Hace cuatro años Isabel arrendaba una propiedad que tenía una peluquera en el sector de Llolleo. Sus hijos se habían ido a estudiar a otras ciudades y eso la tenía bastante triste, casi al borde de la depresión.
A la peluquería llegó una clienta que hacía manualidades y la invitó a participar de sus clases, pero Isabel no estaba muy segura de querer participar. Creía que no tenía dedos para el piano.
Pero se animó. Y con mucha dedicación creó su primer cofre. "A la instructora del taller le encantó tanto lo que yo había hecho que lo repitió como seis veces para venderlo", cuenta entre risas.
"Desde el primer momento que empecé a hacer cosas me gustó. Yo nunca había hecho manualidades. Compré los materiales y a todos les fascinó lo que hacía", recuerda.
Hizo talleres y seminarios para aprender diferentes técnicas. Algunas de ellas son el oxidado, envejecido e imitación de la piedra lapislázuli.
Tenía mucho miedo de poner un local y fracasar en el intento, pero para su suerte eso no sucedió cuando abrió "El Rincón de Isa" en el 2013.
"Desde el primer día que abrí, vendí. Esta calle (El Sauce) no es muy transitada, pero a la gente que le gustan estas cosas las buscan hasta que las encuentran. Vienen de El Quisco, El Tabo y hasta de Melipilla a comprar".
Pintar y hermosear los diferentes artículos de madera es realmente una terapia de relajación que acaba con los pensamientos negativos. "Los médicos le recomiendan a la gente depresiva tomar alguna terapia de manualidades", explica.
Pero esta entretención no es sólo para la gente adulta, ya que ella misma confiesa que " vienen niños, jóvenes y personas mayores".
-¿Qué es lo que más le gusta pintar?
-No puedo decir qué me gusta, porque me gusta todo. Ahora le estoy dando más énfasis a todas las figuras en ziña, material que es mejor que el yeso. Por ejemplo los budas y los enanos están hechos de ese elemento.
Isabel señala que "lo más importante de realizar trabajos manuales es ponerle mucho cariño. A mí me ayudaron a dejar atrás la depresión y a no echar tanto de menos a mis hijos".
En El Rincón de Isa realizan talleres de manualidades. Para inscribirse debe llamar al número 994496399 o acercarse al local ubicado en la calle El Sauce 476.