Entre hilos y agujas modista sacó adelante a sus seis hijos
Berta Tapia estudió moda cuando sólo tenía 14 años, sin saber que este trabajo sería fundamental para sustentar a su familia. Conozca aquí su historia de esfuerzo y superación.
Berta Tapia (67) ha pasado más de la mitad de su vida entre hilos, agujas y la máquina de coser. Con este oficio logró sacar a sus hijos adelante y ser la dueña de su propio tiempo.
Cuando era una niña vivió en la calle Joaquín Larraín Gandarillas, al frente de la escuela España, a la cual asistía junto a sus nueve hermanos. "Vivía a menos de una cuadra y siempre llegaba atrasada", cuenta tirando la talla.
Berta se arrancaba del colegio para ir a buscar a su casa los materiales que debía llevar para las clases. "Era un poco desordenada y del montón. No me gustaba mucho el colegio", admite.
En la única asignatura que destacaba era en Matemáticas, incluso indica que "hasta ahora soy buena para las sumas. Las personas no me engañan muy fácil".
Sus notas iban de mal en peor, así que sus padres debieron tomar una firme decisión, respecto a su destino.
Su padre consideraba que ella no era lo bastante inteligente para asistir al colegio. Definitivamente, no le tenía mucha fe. Él pensaba que Berta sólo podía ser empleada doméstica. "Me dijo que tomara una bolsa y me fuera a trabajar", recuerda.
-¿Qué decidieron hacer sus padres?
-Como no quería estudiar, a los 14 años me mandaron a un colegio vocacional. Ahí me enseñaron moda. Me gustó mucho y seguí estudiando.
-¿Usted sabía algo de este mundo antes de ingresar al colegio vocacional?
-Sí, a los 10 años una vecina me enseñó a tejer en mi casa. También aprendí a bordar en el colegio. Me sacaba puros siete porque lo hacía muy bien.
Entrar a este colegio fue una decisión que cambió su vida, pues ahí descubrió su amor por fabricar ropa. "Al principio hacía cosas para mí y mis hermanas chicas. A todas les encantaba la ropa".
Su familia
Luego de terminar sus estudios, se fue a vivir a Santiago. Ahí se enamoró y se casó con un militar. Con el tiempo llegaron seis hermosos hijos, que son el orgullo de esta mujer.
"En Santiago les cosía a las señoras de los comandantes y los coroneles. Les hacía los trajes. Nunca me faltó trabajo", relata.
Su relación amorosa pasó por altos y bajos, pero Berta cansada de los malos tratos, se separó y jamás volvió con su marido.
En ese momento el mayor de sus hijos tenía 11 años y la menor solo ocho meses. Así que se devolvió a San Antonio con apenas $100 en el bolsillo.
"Cuando recién me instalé acá (Galería Sevilla) hacía vestidos de novia, de fiestas. Ahora hago lo que yo quiero, porque ya soy mayor", cuenta alegre.
En un principio, ella se quedaba hasta altas horas de la noche cosiendo, lo que le ha pasado la cuenta. "Antes me quedaba hasta las tres de la mañana y al otro día, a las seis, seguía. Eso me hizo mal a la vista", confiesa
Pero todo el sacrificio que hacía y las largas horas sentada frente a su máquina de coser, tenían como objetivo sustentar a su familia. "Trabajaba mucho porque tenía que criar a mis hijos. Los crié sola".
Los hermanos de la modista siempre le brindaron ayuda. Ellos sabían lo difícil que era criar a seis niños, pero la persona que asumió la gran responsabilidad, definitivamente, fue Luci.
La mamá chica
Luci es la hija mayor de Berta. Ella tuvo que cuidar a sus hermanos, mientras su madre estaba trabajando.
"Yo tenía que hacer horas extras para poder ganar más plata. No quería que a mis hijos les faltara nada", señala Berta con emoción.
-¿Llegaba muy tarde?
-Sí, a veces mis hijos me esperaban o cuando llegaba estaban durmiendo. Yo llegaba cansada y ellos me decían: 'mami te quiero', y a mí se me olvidaba todo el cansancio.
"Luci fue como la mamá chica. Yo traía la plata nomás, era como el papá. Incluso, hasta ahora mis demás hijos le consultan por remedios o cosas así. Yo a veces me siento mal, pero sé que yo delegué esa responsabilidad, y creo que ya no la recuperé", asume con melancolía.
La imagen paterna, quizás, faltó en casa, pero Berta siempre le dedicó tiempo y cariño a cada uno de sus hijos. Ella es madre y padre para ellos.
"Una vez mi hija menor me preguntó mientras íbamos al colegio que 'por qué no nos comprábamos un papá' y yo solo me reía. Ella tenía meses cuando me separé, no lo recordaba".
Berta sacó desde lo más profundo de su corazón toda la fuerza para seguir adelante, pues gracias a su esfuerzo pudo darle educación a todos sus hijos.
"La más chica estudió de orientadora. Trabaja en un colegio en Santiago. Ella ya tiene 36, es la guagua", dice riendo.
Las hijas de la modista son bastante regalonas, se sientan con ella, comparten y disfrutan a su lado, pues reconocen el sacrificio de su madre.
Berta nunca volvió a tener una pareja formal, pero eso no significa que no tuviera pretendientes. "De la puerta para afuera, porque me daba miedo que le pasara algo a mis hijas", aclara.
Su Local
Berta trabaja de lunes a sábado, pero ahora hace cosas más sencillas como buzos, poleras y faldas de colegio.
En su estante se encuentran los carretes de hilos, agujas y el género que utiliza para confeccionar la ropa.
Berta ya perdió la cuenta de toda las vestimentas que ha hecho con sus propias manos. Además relata orgullosa que "yo le hice el vestido de novia a mis hijas. Cuando eran chicos a todos les hacía ropa y les bordaba. Andaban bien arreglados".
La costurera cose un buzo mientras a la tienda entra uno de sus clientes frecuentes, quizás uno de los más antiguos. El hombre le pide que le achique una camisa que él mismo había zurcido. Berta ni siquiera pregunta el nombre y le entrega el recibo. "Este cliente es uno de los más antiguos. Lo atiendo desde que abrí mi tienda", agrega mientras el visitante se retira del establecimiento.
"Por acá siempre viene gente a dejarme algún trabajo. Todos los días pasa alguien", agrega optimista.
Seguramente, Berta es una de las pocas costureras que van quedando en San Antonio. Un oficio hermoso, que aún vive en las manos de esta modista.