Sanantonino recuerda el naufragio que estuvo a punto de costarle la vida
El oficial de marina mercante Carlos Muñoz revive uno de los hechos más estresantes y peligrosos que ha protagonizado en su carrera como marino: el hundimiento de la embarcación en la cual trabajaba.
El oficial de marina mercante Carlos Muñoz Cabrera (60) cuenta que cuando despertó, a eso de la 7 de la mañana a bordo de la embarcación Agni, que transportaba salmón, jamás pensó que cinco horas más tarde estaría siendo rescatado con vida luego del hundimiento de esta nave en la cual trabajaba. "Había llovido horas antes, pero todo estaba tranquilo", recuerda.
En total fueron 9 tripulantes los que debieron ser rescatados, de milagro, en el Golfo Corcovado (en el límite entre las regiones de Los Lagos y Aysén), en donde se hundió la motonave de carga.
Ya ha pasado bastante tiempo desde aquel 13 julio de 2013, cuando este sanantonino de corazón, pero no de nacimiento, como él mismo se describe, salió aparentemente ileso de este accidente que perfectamente pudo concluir en una terrible tragedia.
SAN ANTONIO
Carlos Muñoz llegó a San Antonio hace 40 años proveniente de la ciudad de Tomé, Octava Región. Venía en busca de mejores perspectivas laborales.
"Me vine a trabajar a la pesquera de Francisco Javier Errázuriz. Por esos años, en la década del 80 y 90, se ganaba plata en las pesqueras. Llegué porque faltaba gente y me terminé enamorando de la comuna".
Pero no solo se enamoró de San Antonio, sino también de su mujer, con quien tiene cinco hijos. Además, acá se dio cuenta que el mar iba a cumplir un rol fundamental en su vida.
"Yo creo que me enamoré del mar. Me gusta. Es un trabajo especial, porque de alguna forma dependes de otros factores, como de la naturales", reflexiona.
Lo cierto es que tras el cierre de la pesquera de "Fra Fra" en la zona, se hizo oficial de marina mercante y se especializó en el departamento de máquinas.
Tras rendir todos los cursos que lo certifican como tal, Muñoz encontró trabajo en una empresa de Puerto Montt, la cual posee embarcaciones tanto para turistas como para el transporte de diferentes carga.
El accidente
Ese 13 de julio de 2013, el Agni transportaba salmón vivo en contenedores especiales hasta Puerto Montt.
"Mi trabajo dentro de un barco es preocuparme que todo esté bien: que funcione correctamente el motor principal, los generadores, la luz, el agua, los cambios de aceite y de filtro", entre otras cosas, describe.
Horas antes
El despertador había sonado, pero Carlos Muñoz ya se encontraba con los ojos abiertos aquel inolvidable 13 de julio. El día estaba nublado, hacía frío y el mar estaba tranquilo.
"Llevábamos salmones vivos en los contenedores. Ese tipo de embarcación posee una bomba que permite el paso del agua de mar hacia los recipientes de los peces. Incluso va una persona a cargo de ellos viendo que todo esté bien y que no se vayan a quedar sin oxígeno los salmones. O si no, se mueren", especifica.
Muñoz ya se encontraba frente a uno de los monitores del barco. Este sistema en particular le informaba de los desperfectos que pudiese estar sufriendo el Agni. "Todo era normal, menos el clima. El mar estaba pica'o, bravo. Había cambiado con respecto a la mañana".
Cuando el reloj estaba a minutos de marcar las 13 horas vino la debacle. "El barco se estaba escorando (inclinando). No sabíamos qué pasaba, el tablero no me indicaba ningún desperfecto", rememora emocionado.
Rápidamente Carlos Muñoz descendió hasta el lugar donde se encontraba la carga. Ahí se percató de la gravedad del asunto. "Se había roto una cañería de las que conecta la bomba que alimenta a los contenedores de agua. Y era imposible detener el ingreso del agua a la embarcación, porque era muy fuerte el chorro que lanzaba".
Tras esta noticia, el capitán a cargo del barco ordenó realizar las maniobras para abandonar la embarcación.
"Había compañeros que estaban muy asustados. Yo, en cambio, pensaba más positivo. Te mentiría si te dijera que pensé en mi familia. En un momento tan estresante como ese debes hacer bien tu trabajo para que toda la tripulación salga con vida. Yo siempre creí que saldríamos adelante", revela.
-¿Y cómo se salvaron?
-Se infló el bote salvavidas. Quedó en su posición normal y todos caímos dentro, ninguno en el agua. Desde ahí, a metros del barco, vimos cómo quedó de punta, pasó un segundo y se hundió. Nos quedamos con lo puesto, porque lo perdimos todo.
- ¿Se desesperaron, cayeron en pánico?
-La tripulación tenía un factor humano muy grande. Nadie insultó al otro. Cada uno recibía las órdenes y las realizaba tranquilamente. Siempre nos comportamos como un buen equipo.
-¿Cómo los rescataron?, ¿estaban a la deriva?
-Un barco navegaba cerca de nosotros y nos rescató.
Luego los nueve tripulantes del ya extinto Agni fueron trasladados hasta el hospital de Quellón, en la isla de Chiloé, en donde según los reportes de la época, "uno de los tripulantes de la nave siniestrada era un paciente diabético al que se le controló su glicemia, se le administró un medicamento hipoglicemiante, mientras que a los demás, que presentaban lesiones leves, se les suministró analgésicos y se tomaron las respectivas radiografías a quienes lo requerían", informó el portal Emol el día del accidente.
"Lo peor vino después…", advierte Carlos Muñoz.
"Gracias a Dios nadie sufrió ninguna lesión grave y todos salimos bien de esa", agradece. Y agrega: "al llegar a mi casa nadie me creyó lo que había pasado".
"Dormí y cuando desperté al día siguiente me levanté para ir al baño y me desplomé. No sé qué me pasó, no me podía las piernas. Los músculos no me respondían. Estaba estresado. Sicológicamente respondí bien. No tenía pesadillas ni nada por el estilo, pero físicamente me vino el efecto".
Fueron dos días en los que no se pudo mover de su cama. Como él cuenta, su cuerpo había colapsado producto de la situación altamente estresante que vivió a bordo del Agni.
"Son experiencia que te ayudan. Una vez escuchamos por la radio que se estaba hundiendo un barco. No dije nada porque yo sabía qué significaba eso. Algunos tripulantes decían: 'pero cómo', 'no saben hacer la pega', etcétera. Después que terminaron, les dije que uno nunca debe hablar si no ha pasado por algo igual", declara.
Pero no todo ha sido malo para este sanantonino. También ha estado a bordo, en muchas ocasiones, de los Skorpios I y II, embarcaciones que transportan turistas hasta la paradisíaca laguna San Rafael.
"Por mi trabajo me ha tocado estar en diferentes ciudades y siempre uno las va a comparar con San Antonio. Estamos muy atrasados, falta más dedicación en nuestra comuna", reclama.
Muñoz critica que "es increíble que el terminal de buses esté lleno de perros en su interior. Por qué las autoridades no hacen algo", se pregunta cada vez que deja su San Antonio, tras 20 días de descanso, para iniciar su turno que durará otros 40 días a bordo de un barco. "Pero siempre vuelvo. San Antonio algo tiene que te atrapa", concluye.