La cruda realidad de los enfermos que están confinados a vivir en una cama
Desde 2013 existe una agrupación que asiste a estos pacientes postrados, la mayoría de escasos recursos.
Eduardo y Fabián López Cuevas, de 28 y 19 años, no tienen la menor idea de quien es Alexis Sánchez o Arturo Vidal, aunque frente a ellos la pantalla de TV los muestra chuteando la pelota. No saben de la última banda de rock, aunque emitan sonidos y suaves murmullos desde sus camas. No van al baño solos. Sus cabezas se mueven circulares y sus rostros en muecas. En ese ritmo permanente día y noche.
Eduardo y Fabián tampoco saben del sufrimiento de su madre, Ruth Cuevas, ni del sol que los ilumina todos los días desde que llegaron al mundo. Estos dos hermanos nacieron con un mal genético: la leucodistrofia y la desmielinización que les ha impedido valerse por sí mismos desde su nacimiento.
Eduardo y Fabián integran un grupo de 98 pacientes invalidantes que viven en la comuna de El Quisco. De ellos, 25 dependen de las atenciones de la agrupación Cuidadoras y Amigos de Postrados, que se creó en marzo del 2013.
"Somos 36 personas que formamos esta agrupación que nace desde nuestra propia experiencia al cuidar a nuestros seres queridos, muchos de los cuales ya han partido. Esto fue un aprendizaje que nos sirvió para asistir, a la esposa o esposo que tiene un postrado en casa, generalmente en condiciones paupérrimas", cuenta Aurora Ubeira, quien tiene postrado a su marido, Manuel Ovalle (81).
"Nos preocupamos de brindar compañía, esmero, prácticas de atención -como labores de aseo y alimentación-, además de escucharlos, ya que la persona que vive al lado de un postrado está llena de miedo y estrés. A veces está más enferma que el propio paciente", comenta Aurora, cuyo esposo quedó prisionero en su propia cama por culpa de un accidente vascular.
"Cuidar a un postrado no es lo mismo que a un enfermo que puede valerse por sí mismo", reflexiona Aurora.
Dura realidad
Cerca de un 25% de la población de 17 mil residentes de El Quisco corresponde a adultos mayores. En general son personas que viven con pensiones mínimas. Por lo mismo, el municipio se ha convertido en el eje asistencial a través de varios programas de salud o directamente del Servicio Nacional del Adulto Mayor (Senama).
"El consultorio nos da los medicamentos, la asistencia médica y también la ambulancia con un paramédico que va a los domicilios. Es una gran ayuda para nosotros", valora Lorena Aguirre, una de las fundadoras de la agrupación.
"La vocación solidaria existe pero es dual. Todos se conmueven cuando conocen un caso, pero evitan enfrentarse al dolor. Como una manera de reforzar a quien convive con la persona dañada, ideamos el programa Cuidadoras de Respiro. Contamos con cinco personas contratadas gracias al aporte económico de la Municipalidad de El Quisco. Ellas dan el necesario alivio a quienes están en forma permanente con el postrado y realizan tareas como cuidado y aseo, y les cocinan si es necesario," dice Lorena.
"Lo más lamentable es el abandono de los hijos. Muchos de ellos llegan acá, miran a su padre o madre postrada, se dan media vuelta y se van. Hay casos en que se encargan de cobrar la pensión del padre o la madre, y se quedan con la plata. Ninguno se hace cargo de ellos", asegura Judith Serey, cuidadora de respiro, quien llegó a la agrupación después de haber atendido a su padre inválido, fallecido recientemente
Atender significa preocuparse de que no falten los pañales, artículos de aseo, máquinas de afeitar, lo mínimo. "Nosotras, como cuidadoras no tenemos respiro", señala Aurora. Para generar ingresos, especialmente en los meses de enero y febrero, vendemos comida preparada, hacemos rifas, bingos. La gente nos apoya, pero los gastos permanentes requieren de un financiamiento que no llega."
"Las empresas no pueden ayudarnos por cuanto no somos una fundación. Entonces dependemos del aporte solidario y de una pequeña subvención anual que nos da el municipio", asevera Lorena Aguirre.
"Nadie tiene la salud comprada. Lo peor del postrado pobre es que sumado a su inhabilidad, están su mujer o esposo que apenas tienen para vivir dignamente. La vejez, la pobreza y la enfermedad son como pestes para quienes un día ellos ayudaron a crecer y desarrollarse", indica Judith Serey.
"Lo más lamentable es el abandono de los hijos. Muchos de ellos llegan acá, miran a su padre o madre postrada, se dan media vuelta y se van",
Judith Serey