La Escuela Especial Aitue lleva tres años trabajando por la inclusión
Ubicada en el corazón del cerro Placilla, el establecimiento ideado por Sandra Muñoz actualmente tiene un plantel de 35 alumnas y alumnos de San Antonio con discapacidad intelectual.
Catalina Messina tenía cinco años cuando una hepatitis fulminante la tuvo al borde de la muerte. Debió ser transplantada de urgencia del hígado, pero el tiempo de espera por falta de donantes fue implacable. Sufrió un daño neurológico que alteró totalmente su vida. Antes de la hepatitis asistía normalmente a clases en el colegio Sara Cruchaga de San Antonio y aprovechaba su infancia para jugar con sus pequeñas amigas.
Cuando en 2013 la educadora diferencial Sandra Muñoz Garrido inauguró la Escuela Especial Aitue en la calle Ortúzar en el cerro Placilla, Catalina Messina, por ese entonces con 9 años de edad, fue una de las primeras inscritas en este proyecto educacional que Sandra venía planeando desde hace un buen tiempo.
Tres años después, Catalina comparte en una sala de la escuela la hora de colación junto a otros compañeros. Acompañados de la paciencia de las educadoras presentes, los pequeños mantienen el respeto y disfrutan de un jugo y una merienda.
"Catalina cuando llegó no hablaba nada, no se sentaba en una mesa para comer, y poco a poco fue desarrollándose en la escuela. Ella llegó hasta kinder en el colegio Sara Cruchaga y por la hepatitis fulminante sufrió un daño neurológico. Hay que recalcar también que su madre ha sido un pilar en su evolución", afirma Sandra Muñoz, directora de la Escuela Especial Aitue.
"escuela reciclable"
De un principio el centro educacional Sandra Muñoz lo fue creando con la ayuda y colaboración de quienes se le acercaban. "Fui reciclando muebles, mesas que hacían mis sobrinos en el colegio y hasta el refrigerador que era de mi mamá", comenta Sandra, quien explica que la casa ubicada en Placilla antes de ser la escuela fue una casa de ocupas. "Luego la compró la familia Javer, quien volvió a venderla al dueño al que actualmente le arrendamos nosotros".
Actualmente son 35 los alumnos con discapacidad intelectual entre los 4 y los 16 años que asisten en la mañana o en la tarde a clases (dependiendo de la jornada que tengan), y diez las "tías" que componen el cuerpo docente y multidisciplinario. Hay dos educadoras diferenciales: Carolina Chacón y Marcela Gómez; tres asistentes: Patricia Arévalo, Marjorie Martínez y Marta Mora; una fonoaudióloga: Lucía Alarcón; una kinesióloga: Paola Roussel; una sicóloga: Ana Victoria Moreno; y una inspectora: Olga San Martín.
"Antes de empezar la escuela me preguntaba qué hacía falta en San Antonio en el tema de la educación. Pude conocer a una persona que me ayudó mucho en este proyecto que es la profesora María Luisa Cerda, quien me entregó los mejores consejos que podría haber recibido. Ella ahora trabaja en Pichilemu, pero estoy segura que volverá alguna vez de nuevo a trabajar en nuestra escuela", reconoce la directora que se tituló en la Universidad Católica de Valparaíso.
Actualmente la Escuela Especial Aitue forma parte de una red de escuelas especiales de la provincia que cuenta con tres establecimientos sanantoninos, uno en El Quisco y otro en Algarrobo.
Lo que aún falta
Un punto negro recalca eso sí a la directora. Es que a tres años del inicio de la escuela, aún no han conseguido que la municipalidad, mediante el departamento de tránsito, instale un lomo de toro o una señalética que indique que es zona de escuela.
"Personalmente fui a hablar con el alcalde Omar Vera, pero no se ha podido llegar a ningún acuerdo, y seguimos esperando por un lomo de toro y una señalética. Quizás como no somos un establecimiento municipal no somos prioridad. De hecho acá en Placilla recibimos más ayuda del club Cóndor, de la Junta de Vecinos y del Plan Cuadrante que realiza el sargento Muñoz", denuncia Sandra Muñoz.
Aprendizaje cognitivo
Según Sandra Muñoz, a los alumnos más que enseñarle en talleres o clases especiales, lo que primero tienen que trabajarles es el aprendizaje cognitivo.
"Tienen que saber cómo identificarse, saber su nombre o la dirección en dónde viven. O incluso saber cómo tomar la micro en la calle", asevera.
Para la educadora diferencial de 25 años, Carolina Chacón Torres, este es su primer trabajo tras haberse titulado en la Universidad de Playa Ancha en Valparaíso.
"Viajé durante cuatro años todos los días de San Antonio hacia Valparaíso y cuando terminé la carrera mandé mi currículum a la escuela Aitue. Esta es mi primera experiencia laboral, por lo que significa para mí un gran desafío", dice la educadora.
Carolina Chacón explica que "hay que trabajar con mucha paciencia, porque por ejemplo el grupo que tenemos en la tarde cuando llegaron no podíamos ni siquiera ponerlos a todos juntos a comer la colación en la mesa. De hecho los padres agradecen que ahora pueden salir con sus hijos y no les hacen escándalos ni se ponen a correr de un lado a otro".
Sí se puede
Dos son los casos son más emblemáticos de que querer es poder en la Escuela Especial Aitue. Se trata de los procesos que vivieron los alumnos Matías Wallis y Ahías Morales. El primero llegó con discapacidad intelectual leve, y el segundo con discapacidad limítrofe.
"A ellos se les modificó el coeficiente intelectual gracias a todas las motivaciones y estimulaciones que recibían a diario en la escuela, y gracias a esto pudieron acceder a una escuela convencional. Por ejemplo Ahías desde este año es alumno de la Escuela Placilla", acota la directora Sandra Muñoz, agregando que "un sostenedor perfectamente podría dejar a los alumnos de una escuela especial hasta los 24 años y seguir recibiendo la subvención por el alumno. Pero eso no es nuestro objetivo".