Diego Armando Maradona y la inolvidable Mano de Dios
El 22 de junio de 1986, en el Mundial de México, Diego convirtió dos goles que pasaron a la historia. El primero tuvo garra y osadía; el segundo, pura genialidad. Hoy, el 10 recuerda cómo fue aquel legendario partido.
"Yo no la toqué, fue la mano de Dios". Así respondió Diego Armando Maradona cuando, hace casi exactos 30 años, la prensa le preguntó por ese gol que se convirtió en leyenda, ejecutado en el Estadio Azteca de Ciudad de México, el 22 de junio de 1986, en las semifinales del Mundial de México.
No era un partido cualquiera: habían pasado apenas cuatro años desde el término de la Guerra de las Malvinas y Argentina debía hacer frente otra vez a Inglaterra, ahora sobre un campo de fútbol.
En el minuto 51, el defensor inglés Steve Hodges cometió un error al rechazar un balón y lo envío hacia su propio arco. Maradona, un petiso de apenas 1,65 metro de humanidad, pero con más garra y actitud que cualquiera de los que estaba en la cancha, salió a disputar el balón con el arquero inglés Peter Shilton, que le sacaba 20 centímetros de altura. El Pibe no se achicó y saltó con todas sus fuerzas para cabecear la pelota, pero en el intento levantó también su puño izquierdo, el que finalmente impactó el balón y convirtió el gol.
No fue el gol de la victoria (el 2-1 lo puso también Maradona con otro gol histórico, conocido como el "gol del siglo", donde el 10 eludió a seis jugadores ingleses y recorrió todo el campo para convertir), pero sí el más recordado de aquella contienda. Y se transformó en una leyenda que, esta semana, 30 años después, Maradona, el Pelusa, o simplemente el Dios, se encargó de recordar en una entrevista con el canal argentino C5N.
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"El partido contra Inglaterra nos marcó a todos. Cuando supimos que tocaba Inglaterra pensamos todos en los chicos de las Malvinas. Era inevitable. Yo no confundo el fútbol con una guerra, pero ese partido había que ganarlo por la gente. Por las madres de los chicos que murieron en Malvinas. Y con esto no quiero ser igual que San Martín ni nada... Pero mandar a unos chicos de 16, 17 años a pelear a Malvinas fue una cosa de locos. Sabíamos que ganando podíamos atenuar el dolor y llevar una alegría a la gente. Era demostrar quién era el más hombre".
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"(En la concentración en México) No teníamos ropa, no teníamos nada. Y así salimos campeones. Cuando entramos a la habitación con Troglio veíamos todos los ladrillos que se caían... estaba en construcción. Una locura".
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"En Fiorito (villa argentina donde se crió el Pibe) hice 200 goles como ese... Yo arranco la jugada y a Valdano le tiro una piedra, la verdad. Pero bueno, (Kenny) Sansom se confió. No sabía que este tipo, de 1,65 metro, iba a saltar más que el grandote Shilton. Y le gané, pero no con la mano, eh. Sansom, te robé la cartera. ¿Qué va a ser, hermano? Cocodrilo que duerme...".
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"Shilton la podría haber agarrado pero lo que hace es querer pegarle con los dos puños. Eso me deja a mí llegar donde estaba él. Cuando llego, le meto la mano y la cabeza atrás. Y cuando hago así miro el línea, y el línea se agacha, la pelota entró y veo que el árbitro corre. Cuando veo que corre dije 'vamos, vengan a abrazarme'. Claro, los muchachos decían 'pero por ahí lo anulan, pará que le están protestando demasiado'".
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"Yo decía 'dejá que no entiende inglés. Ya está, 1 a 0, ¿qué problema hay, cuál es la historia?'. Todos decían en inglés y yo en mi gaucho decía 'jodete ¿qué querés que haga? En los potreros hago goles así. ¿Qué querés que vayamos a buscar un traductor y que te explique que en Fiorito hice 200 goles como estos?'".
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"Al árbitro lo fui a ver ahora, está grande, viejito. Pero me dijo: 'lo volvería a cobrar, Diego'. Yo no lo vi (...) Claro, después del partido, con una tranquilidad bárbara, dijo Diego, '¿fue con la mano, no?'" (...) Hoy se vería la mano, el gol, pero en ese momento no había estas computadoras que llevaban la pelota para adelante y para atrás y la jugada para adelante y para atrás".
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"(Sobre el "Gol del siglo") Toda la vida soñé con ese gol. Yo arranco pensando en que era un contragolpe, que Inglaterra ya no volvía porque estaba abierto. Veía a Burruchaga y a Valdano que me iban haciendo el aguante para el contragolpe. Y empecé a pasarlos. Era Monzón, no me podían tirar. Y cuando vi que la pelota entró me olvidé del mundo, me olvidé de las patadas, me olvidé de todo. Estábamos liquidando el partido".