El día en que San Pedro se olvidó de los pescadores de Cartagena
Hoy, en la celebración de su santo patrono, los hombres de mar recordarán a dos de sus compañeros que murieron en un trágico naufragio.
El 27 de noviembre de 1987 los hermanos Miguel y Jaime Castro zarparon desde la caleta San Pedro de Cartagena para nunca más volver.
Esa fría mañana el mar del Pacífico estaba bravo. Malo. Imposible de navegar para muchos pescadores, menos para tres temerarios trabajadores, que seducidos por la abundante cantidad de corvinas en las zona, no dudaron en subirse a su bote.
Miguel y Jaime eran dos de los tres tripulantes de "Manuel", una embarcación de menor tamaño que día a día salía mar adentro para traer el sustento al hogar de sus ocupantes. El tercero de ellos era Pablo Laferte, hoy un viejo lobo de mar de 56 años y único sobreviviente de la tragedia.
"Yo comencé a los 14 años como pescador. Era de Parral y como a los cinco años me vine para acá", dice Pablo, en relación a Cartagena.
Acá aprendió este viejo oficio junto a sus nuevos amigos. "Miguel y Jaime eran buenos cabros. Yo era más yunta de Miguel, porque con él salíamos también a bucear y las hacíamos de salvavidas".
Por aquella fecha, Pablo cuenta que algo presentía, pero jamás pensó que lo peor llegaría a ocurrir.
"Por esos días la mar estuvo muy mala y nosotros habíamos salido todos los días a pescar. Generalmente cuando el mar está bravo, hay muchas corvinas y nosotros ese día habíamos capturado como 100 kilos antes del accidente", recuerda.
Naufragio
Eran las 9 de la mañana y estos tres jóvenes pescadores, que no superaban los 30 años de edad, abandonaron la caleta San Pedro en dirección a la playa Grande de Cartagena.
Con más cuidado que de costumbre, como confiesa Pablo, navegaron por las impetuosas aguas del popular balneario. Sus escoltas eran un desatado viento y un gélido frío que los acompañó, a dos de ellos, hasta la mismísima muerte.
"Había muchas corvinas, muchas. En un momento nos descuidamos del mar y nos enfocamos solo en sacar los pescados. No nos dimos cuenta que el mar comenzó a bajar y a formarse más adentro. Cuando nos dimos cuenta ya era muy tarde para todos", relata.
Una de las olas golpeó con mucha fuerza al "Manuel", desestabilizando tanto a la embarcación, como también a sus tripulantes.
"El bote nunca fue capaz de resistir las olas. Las dos primeras sí, pero apenas. Cuando llegó la ola más grande dio vuelta el bote y todos caímos al mar todos. Fue terrible, porque de un momento a otro, todo estaba desparramado en el mar", rememora.
La ayuda no tardó en llegar. Sin embargo, las condiciones climáticas impedían rescatar a estos náufragos que luchaban con su alma por sobrevivir.
"Siempre pensé que me iba a morir. No estaba para salvarme. Siempre me he preguntado por qué me salvé, porque el mar estaba muy malo. Cuando llegó la ayuda, los marinos y los bomberos no podían sacarnos. Entrar al mar era muy peligroso, yo lo sabía. ¡Estuvimos tres horas en el agua, muriéndonos de frío y luchando contra el mar!", exclama.
Murió en tierra
Cuando los tres cartageninos cayeron al mar, el primero en desaparecer fue Jaime, el mayor de los hermanos. "No era muy bueno para nadar a diferencia de su hermano Miguel, el 'Cerapio', como le decíamos", revela Laferte.
Tras tres horas de ardua lucha, una ola los acercó a la orilla de la playa, donde pudieron tocar tierra luego de unos 180 eternos minutos.
"La gente que nos estaba ayudando a salir, nos tiró una soga y me pude agarrar. Más atrás iba el 'Cerapio' y cuando me giro para verlo, una ola se lo lleva de nuevo mar adentro. No lo podía creer", asegura.
Luego de casi una hora rescataron al "Cerapio", sin embargo, cuando llegó al hospital su cuerpo no resistió el álgido frío de la mar y falleció producto de la hipotermia.
"Fue algo fuerte que me tocó vivir. A veces pasan estas cosas. Al mar hay que tenerle respeto, no hay que enfrentarlo con miedo, sino con respeto", reflexiona Laferte a 28 años de la tragedia.
"San Pedro no quiso nada con nosotros ese día. Le faltamos el respeto al mar y terminamos con dos compañeros muertos", menciona junto a su amigo Carlos Echeverría, presidente del Sindicato de Buzos y Pescadores de la Caleta San Pedro de Cartagena, donde hoy y mañana se realizará una serie de actividades para celebrar al patrono de los hombres de mar y a los trabajadores que han perdido la vida en sus faenas.
El dirigente también recuerda este lamentable episodio como uno de los más terrible que ha ocurrido. "Cuando encontramos al Jaime, ocho días después de la tragedia, quisimos hacerle a él y a sus hermano una grutita. Llegó mucha gente a la bendición, porque estos dos hermanos eran muy conocidos", afirma Echeverría.
Además confiesa que nunca había visto lo que ocurrió ese día cuando ungieron la animita. "El mar estaba tranquilo como nunca. Había sol y el día estaba muy lindo. Cuando el cura fue a bendecir la gruta, una ola gigante apareció de repente, de la nada, mojando a todos los que estábamos ahí. La gente comenzó a llorar. La cara de algunos se desencajó, nadie entendía cómo apareció esa ola. Tuvo que haber sido San Pedro que se acordó de nosotros".
"Siempre pensé que me iba a morir. No estaba para salvarme. Siempre me he preguntado por qué me salvé",
Carlos Laferte, sobreviviente al naufragio de 1987.
"A un escultor de la zona le pedimos que hiciera a un pescador y el que hizo le quedó igual a Miguel Castro, el que falleció en el naufragio",
Carlos Echeverría, dirigente de los pescadores de Cartagena.