El arduo trabajo de los rescatistas del Cuerpo de Bomberos de San Antonio
Juan Rojas Barahona es uno de los fundadores del primer grupo de rescate de la Primera Compañía de Bomberos de San Antonio. En la actualidad es instructor de la Academia Nacional. Estas son sus experiencias y enseñanzas.
Juan Rojas Barahona conoce como pocos al revés y al derecho la historia del Cuerpo de Bomberos de San Antonio. Ingresó al voluntariado hace 34 años y en la actualidad, se desempeña como instructor de la Academia Nacional, en la comuna de El Monte.
En su currículo bomberil tiene el mérito de ser uno de los fundadores del primer grupo de rescate de la provincia. Almacena recuerdos emotivos y horrorosos que cuenta por primera vez a un medio de comunicación.
Su relato es parte de la visita que hizo Diario El Líder al Cuartel General con motivo del Día del Bombero Voluntario.
En el hall del nuevo recinto rememora como si fuera ayer el día que dio el vamos oficial al primer grupo de rescate en la "Gloriosa" Primera Compañía.
"Cumplimos 25 años desde que empezamos a trabajar a pulso y nos certificamos en la Academia Nacional en la especialidad de rescate con herramientas hidráulicas", dice.
-¿Cómo lo hacían antes de eso para sacar a las personas que quedaban atrapadas en un accidente vehicular?
-Antes se sacaba como se pudiera. Ahora hay técnicas para tratar al paciente, para la estructura de los vehículos. Sabemos por dónde cortar, como hacerlo y todos los peligros que pueda tener la nueva tecnología, porque la anatomía humana no ha cambiado en siglos, el hombre no tiene un hueso más, pero si la anatomía vehicular va cambiando día a día, por nuevos elementos de seguridad. Esos son elementos que hay que tener en cuenta.
-¿Cómo es lidiar con el estrés y con el trauma de rescatar a gente que muchas veces muere y que queda en malas condiciones?
-Yo soy instructor de la Academia Nacional de Bomberos. Trabajamos mucho la parte sicológica. Una persona para ser bombero rescatista tiene que hacer un curso de al menos 48 horas en el cual se le enseñan las técnicas, la protección sicológica.
-Imagino que la concentración también…
-Claro uno se concentra tanto que se tapa los oídos y la nariz. Solo escucha la voz del jefe de equipo, porque si alguien te habla y tienes la cabeza de un paciente en las manos, no te puedes mover. Pasa lo mismo con los olores, hay olores muy fuertes, de los fluidos corporales cuando una persona está abierta, por ejemplo.
-¿Qué pasa cuando termina el procedimiento, cómo se enfrentan a todo lo que han tenido que ver?
-Cuando termina el rescate nos reunimos, no todos, sino que solo los que estuvimos ahí rescatando el cuerpo y hacemos una terapia de grupo, en el cual la persona si tiene que llorar lo hace. El bombero es un ser humano como cualquier otro.
Experiencia
En su dilatada trayectoria como rescatista también recuerda una emergencia en particular. Se trata de su primer rescate en 1989, poco antes de formar el grupo especializado.
"Fue el volcamiento de un camión con concentrado de cobre a la altura de Leyda, fue en invierno, en agosto más o menos, en la noche. Había mucha neblina y frío. Había una persona fallecida debajo del camión, nosotros pensábamos que aún podía estar viva porque el cuerpo aún estaba con temperatura, después cuando lo sacamos estaba reventado", describe.
"En esa época aún no teníamos el grupo de rescate, no teníamos las herramientas. Fue una vuelta tan especial, nadie dijo una palabra hasta que llegamos a San Antonio. Esa noche se confabuló el frío y la tensión. Se logró el objetivo de sacar a la persona, pero no viva", agrega.
Juan Rojas, hoy voluntario honorario de la Primera Compañía, es un aficionado por la historia bomberil.
Conoce a la perfección los grandes hitos del Cuerpo y también muchos antecedentes desconocidos hasta ahora, sobre todo en las cooperaciones que han tenido que prestar en catástrofes lejos del puerto.
Acá van dos:
"El 24 de enero de 1939 hubo un terremoto en Chillán. Gente del cuerpo de Bomberos de San Antonio asistió a apoyar a Concepción", cuenta.
Pero sin duda, el hecho de mayor trascendencia, al menos hasta mediados del siglo pasado fue cuando auxiliaron a sus pares de Valparaíso.
"El primero de enero de 1953 hubo una tragedia enorme", dice.
Se trataba de un voraz siniestro que costó la vida de 50 personas, de las cuales 36 eran voluntarios de las diversas compañías de bomberos. Hubo además 320 personas heridas.
En aquel horrible hecho se incendiaron los castillos de madera de la barraca Schultze de Avenida Brasil, todo originado por un fuego artificial. La barraca colindaba con instalaciones de la Dirección de Caminos (hoy Vialidad). Allí se habían depositado varias toneladas de dinamita, 20 cajones de pólvora, unos 200 fulminantes y tambores de petróleo, parafina y bencina. Al quemarse la pólvora y hacer explosión la dinamita produjo la catástrofe. El Presidente de la República, general Carlos Ibáñez del Campo, decretó duelo nacional por tres días y junto con visitar a los heridos, presidió los primeros funerales.
Juan Rojas no solo es un conocedor de la historia de los bomberos de San Antonio, sino que incuestionablemente también es parte su historia.

