Los narcos que se convirtieron en satánicos y crueles asesinos
Un rancho, en la ciudad fronteriza mexicana de Matamoros, fue convertido por Adolfo de Jesús Constanzo y sus secuaces en el centro operativo de una banda que transportaba semanalmente una tonelada de marihuana a EE.UU.
Juan Guillermo Prado
Todo parecía tranquilo en Matamoros, en el norte de México, la calurosa noche del sábado 1 de abril de 1989. Una camioneta que intentó evitar el control de la policía fronteriza, se desvió hacia un camino secundario, conocido por ser una de las rutas preferidas de los narcotraficantes de la zona. La policía anotó la patente e inició la investigación.
Tres días después, las pistas llevaron a los agentes al rancho Santa Elena, ubicado a 35 kilómetros de Matamoros. La propiedad pertenecía a unos hermanos conocidos por tener vínculos con narcotraficantes. Por el estado de abandono que tenía el rancho y por su privilegiada ubicación, la policía sospechó que se utilizaba para actividades relacionadas con drogas.
El domingo 9 de abril, las autoridades efectuaron un operativo y arrestaron a cuatro narcotraficantes. Para entonces, la policía estadounidense ejercía una fuerte presión contra el gobierno de la ciudad de Matamoros, al que acusaban de ineficaz y corrupto por no proporcionar datos sobre la desaparición de Mark Kilroy, joven estudiante de medicina, a quien habían visto, por última vez, semanas antes en dicha ciudad.
Al día siguiente, los detenidos confesaron que a 800 metros del rancho Santa Elena enterraron a unas personas que fueron sacrificadas en actos rituales. Allí estaba el cuerpo de Mark Kilroy, al que le habían amputado las dos piernas y el cerebro. Con parte de su columna vertebral, el líder del grupo había fabricado un alfiler de corbatas que le servía de amuleto.
"mayombero"
Los detenidos señalaron que asesinaban a las víctimas por orden de Adolfo de Jesús Constanzo, de 27 años, practicante de la santería y del palo mayombe, cultos afroamericanos, en cuyas siniestras artes se había iniciado a los tres años.
En 1980, Constanzo comenzó a vender sus servicios como "mayombero" en Miami, trasladándose posteriormente a México, donde obtuvo gran éxito por sus trabajos de magia negra. Logró ser conocido por sus supuestos poderes mágicos, el misterio que le rodeaba y su carismática personalidad.
Los rituales de purificación eran conocidos como "limpias", pues eliminarían las "energías negativas". El espeluznante rito concluía cuando los participantes bebían "la sopa del caldero", compuesta por la sangre de la víctima, su cerebro y diversas vísceras, con lo que los sectarios creían obtener un poder ilimitado.
El costo del ritual variaba entre ocho mil y cuarenta mil dólares, que eran pagados por opulentos personajes de la sociedad mexicana y norteamericana.
La persecución a Constanzo y su amante fue implacable. El 10 de abril, un día después del hallazgo, la pareja huyó hacia Ciudad de México y se refugiaron en un departamento. La policía les seguía y la paranoia terminó por dominar a Constanzo hasta enloquecerlo.
captura
Los primeros días de mayo, la policía capitalina recibió un mensaje anónimo donde alguien decía estar secuestrada. La mujer dio una dirección de un céntrico edificio de Ciudad de México.
El 6 de mayo, un numeroso cuerpo de seguridad rodeó el inmueble. Constanzo, en un pleno ataque de desesperación, lanzó montones de dólares por la ventana junto con una ráfaga de balas y miles de maldiciones.
La balacera entre la policía y los delincuentes duró casi una hora, hasta que las fuerzas del orden lograron subir al departamento y capturar a los que quedaban con vida. Entre ellos se había hecho un pacto de suicidio mutuo si no lograban esquivar a la policía.
Según la versión oficial, Constanzo pidió a uno de sus secuaces que lo matara a él y a Martín Quintana, su mano derecha, porque no querían terminar en la cárcel.
Las autoridades los encontraron acribillados dentro de un clóset. Días más tarde salieron a la luz nombres de artistas que habrían pertenecido a la secta, como Lucía Méndez y Yuri, hoy cantante evangélica.
La prensa denominó a esta secta "los narcosatánicos".